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jueves, marzo 28, 2024

Hacia un mundo sin partidos

En un artículo anterior hice un somero análisis de la decadencia de los partidos políticos justamente en lo que se refiere a su rol en la política y en cuanto a su representatividad social, en consonancia con la opinión de Boaventura de Sousa Santos de que su tiempo ya pasó.

En los meses que han transcurrido desde entonces creo ver cada vez más evidencias de esta declinación y ya no solo a nivel nacional.  En el plano internacional el rol jugado por el Partido Republicano en la farsa de juicio al Presidente Trump muestra que el interés del partido está lejos de buscar la verdad o hacer justicia, solo quiere conservar el poder a como de lugar.  Días después de este penoso incidente, en Alemania se desató una crisis en el partido gobernante, el Christlich Demokratische Union Deutschlands (CDU), por la alianza con la extrema derecha para conseguir el gobierno de Turingia, sin importar que tal alianza fuera en contra de los principios del partido.  Al final en este caso entiendo que la alianza de todas formas no prosperó por la renuncia del Ministro Presidente de Turingia, que quedó solo como encargado del gobierno en tanto se resuelve el impasse, pero la presidenta del partido CDU prácticamente tuvo que presentar su renuncia.

Algún lector podrá pensar que “dos golondrinas no hacen verano”, lo cual puede ser cierto, pero hay un reporte que descubrí por casualidad y que aborda el problema desde otra óptica: la democracia en sí. El reporte fue elaborado por el Center for the Future of Democracy, integrado en el Bennett Institute for Public Policy de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido, y hace un análisis sobre la satisfacción con la democracia en mas de 140 países y a lo largo de intervalos de 25 ó 50 años dependiendo de la región y la disponibilidad de datos.

El reporte muestra con toda claridad que con la excepción de un puñado de países pequeños, pero con un alto nivel de vida, la insatisfacción con la democracia ha crecido en casi todos los demás y se encuentra en un máximo histórico, al menos en el período en el que se tienen datos.  El estudio muestra también que de todos los países analizados el que tiene la peor situación de insatisfacción con la democracia es justamente el nuestro: México.   Alrededor del 80% de los mexicanos actualmente están insatisfechos y en el periodo analizado, de 1995 a 2020, esta insatisfacción jamás ha bajado del 50%, es decir, la mayoría hemos estado insatisfechos con la situación de la democracia y en los últimos años la tendencia ha sido consistentemente negativa, eso es lo que nos lleva al peor lugar de la tabla.

El reporte aclara que no es su finalidad dar una explicación del hecho, aunque aventura varias hipótesis.

Yo creo que en nuestro caso es bastante obvio que los partidos en general están en crisis y esto se puede asociar a la insatisfacción con la democracia.  La evidencia de esta crisis se manifiesta tanto a nivel nacional como estatal y abarca varios temas, a la vez que en algunos casos hasta podría decirse que algunos eventos son causa y efecto de la crisis.

Tal vez lo mas obvio de esta crisis es la pérdida tanto de votos como de militantes en varios de los partidos,  algunos han lanzado voces de alarma sobre la posibilidad de perder el registro, otros ya lo perdieron a nivel nacional o local.

Las luchas intestinas en varios partidos también han salido a la luz pública.  La de Morena es a nivel nacional, con sus réplicas locales.  En el caso del PRI y el PRD al parecer el conflicto es mas local que nacional.  Lo notable de estas luchas es que por lo que se vislumbra desde afuera todas parecen revestir un carácter de lucha por el poder, no un conflicto ideológico o de definición de la línea a seguir; y en el caso de Morena lamentablemente ni siquiera logran dirimir las cosas internamente, todo acaba pasando por maniobras legaloides, demandas y contra-demandas en organismos judiciales ajenos al partido.

La ideología sigue viviendo en el segundo plano: la gente se cambia de bando con toda tranquilidad, como si fuera un club de canasta o de dominó y no una plataforma para definir el futuro, anclada en ciertas convicciones sociales y políticas. A  veces el partido se reclama de una nueva ideología como en el caso del feminismo del PAN o el izquierdismo del PVEM por motivos claramente oportunistas y sin convencer mayormente.

Frecuentemente los partidos actúan como una especie de club exclusivo en el sentido de que quien no piense como algún dirigente debe ser expulsado.  Una vez mas Morena da amplias muestras de esto.  Curiosamente en Guanajuato Capital hay dos regidores en capilla, cada uno de ellos amenazado por uno de los dos dirigentes en pugna.  Yo pienso que los representantes populares deberían ser eso, no marionetas de un dirigente y menos de uno sin ideología clara.  Los partidos deberían preocuparse por formar a sus cuadros en los principios que proclaman, y escoger bien a quienes pueden representar al partido en los órganos de decisión: cabildos, congresos locales, cámaras de diputados y senadores; pero lo que generalmente vemos es que estos cargos se reparten por alianzas, contubernios y amistades; y no por la capacidad del candidato de  representar a sus electores o la plataforma política de su partido.  Esta podría ser otra razón para la insatisfacción popular.

Finalmente está la percepción de que todo eso es un negocio de unos cuantos y de que las promesas permanentemente incumplidas de desaparecer a los representantes plurinominales o reducir las millonarias prerrogativas de los partidos siempre se posponen para algún otro momento.

Y mientras la debacle sigue, los problemas no amainan ante la absoluta insensibilidad de quienes deberían hacer de la búsqueda de soluciones su prioridad. Un ejemplo es la huelga de mujeres convocada para el próximo 9 de marzo y la ridícula postura tomada tanto por el PAN como por Morena.  Esta absurda situación es un buen ejemplo de que son las organizaciones sociales las que acabarán por tomar la auténtica representación de los ciudadanos.  El feminismo, como movimiento, tiene mas de un siglo y aunque haya cambiado y evolucionado es ante todo un asunto de derechos humanos, no (necesariamente) de toma del poder.  Si los partidos no entienden eso solo estarían, como decía un amigo, poniendo otro clavo en su ataúd.  En un futuro probablemente ya no los necesitemos.

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