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lunes, marzo 18, 2024

Historia de dos diciembres

Este año se cumple el aniversario número 25 de aquel infausto “Error de diciembre” que puso literalmente al país de cabeza.  En beneficio de aquellos que tienen relativamente pocos años (o poca memoria) valdría la pena hacer una pequeña recapitulación de los sucesos, sobre todo a la luz de los tiempos que se viven hoy en México.

De manera mas o menos concisa, el “error de diciembre” se refiere al truene de nuestra economía durante la transición entre el presidente saliente, Carlos Salinas de Gortari, y el recién entronizado Ernesto Zedillo.  En general quienes saben de estos temas económicos suelen opinar que la economía bajo Salinas de Gortari creció como una burbuja, de manera bastante artificial; cuando Zedillo intentó corregir los excesos de su antecesor la burbuja le reventó en las manos y toda la economía se vino abajo.  Aquello fue un lamentable intercambio de acusaciones: “Nos dejaron la economía sujeta con alfileres” decían los nuevos gobernantes, “¿Y para que se los quitaron?” respondían los anteriores.  El término “Error de diciembre” fue acuñado, según se cuenta, por el propio ex-presidente Salinas en alusión a esta “quitada de alfileres”.

Las consecuencias fueron quizá de las peores de las que se tenga memoria reciente en le país.  En el siguiente año, es decir 1995,  el peso se devaluó de 3.4 a 7.2 por dólar; el Producto Interno Bruto no solo no creció, sino que decreció un -6.2%; la inflación se tornó galopante llegando hasta un 50% (según otras referencias fue de 34% en promedio anual).  El problema mas agudo, sin embargo, es que por alguna razón que se me escapa una gran cantidad de deudas estaban contratadas o indexadas (tasas variables) en dólares y esto repercutió en deudas tan cotidianas y locales como hipotecas de casas, préstamos bancarios a personas y pequeños comercios, financiamiento de automóviles y un larguísimo etcétera.  La consecuencia neta fue que de repente una gran cantidad de gente, sobre todo de la clase media, se vio en situación de insolvencia y de hecho perdió sus haberes.  Muchos negocios se fueron a la quiebra por eso. Los bancos se rasgaron las vestiduras, ellos también tenían deudas (según algunas fuentes producto de ciertos manejos no del todo ortodoxos) y ante el temor de que la catástrofe se hiciera aún mayor se implemento el tristemente célebre Fondo Bancario de Protección al Ahorro o FOBAPROA, que en palabras simples convirtió en deuda pública la de los bancos, o sea que nos tocaba a los de por sí económicamente maltrechos ciudadanos pagar de nuestros impuestos la deuda de los bancos.  Se calculaba entonces que este rescate se acabaría de pagar en unos treinta años, en una estimación mucho mas actual parece que lo acabaremos de pagar en setenta… vaya usted a saber.

El país en su conjunto salió de la crisis en los siguientes años, en muy buena medida por el apoyo de los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y otras instancias que aportaron préstamos.  Si bien no fue jauja, tampoco se siguió deteriorando la situación, aunque para muchas gente, sin duda demasiada, la situación jamás volvió a ser igual y aquello que perdieron en unos meses no lo recuperaron jamás.  Una de las consecuencias de la sacudida, en mi opinión, fue el fin de la hegemonía del PRI en el poder.  Sin duda, la poca coordinación entre los dos presidentes de ese partido para el traspaso de poderes y el desastre económico que siguió jugaron un rol en el principio de la época de la transición política, así como los errores de Calderón traerían de regreso al PRI en 2012 y los de Peña Nieto, sumados a los anteriores, a López Obrador por aplastante mayoría en el 2018.  El pueblo parece haber aprendido a castigar a los malos gobiernos con su voto.

En todo lo anterior y por extraño que hoy nos parezca, no hubo mayor alboroto social, al menos no que yo recuerde.  Marchas, manifestaciones, gritos de “fuera Zedillo” o equivalentes, protestas por la lamentable situación económica no los hubo.  Claro que los críticos del sistema de toda la vida, casi siempre de esa izquierda que nunca ganaba las elecciones, se manifestaron, sobre todo con el tema del FOBAPROA, pero en general la gente buscó librar el problema de manera personal o con el apoyo de familiares o hasta amigos menos afectados por la situación.

25 años después, el presidente López Obrador rindió su informe anual.  El alboroto social, aunque grandemente inflado por muchos medios, fue notable.  El contraste entre los dos primeros años, el de López Obrador y el de Zedillo fue de hecho lo que me llevó a la presente reflexión: el peso está estable, al menos hasta ahora,  la inflación parece controlada, y si bien es cierto que el PIB no crece también lo es que no crece o crece muy poco en muchos otros países del mundo y esto en buena medida debido a la guerra comercial declarada por los Estados Unidos principalmente contra China, pero en menor medida contra muchos otros países (la reformulación del tratado de libre comercio y la lentitud para ratificar la nueva versión bien podrían caer en esta categoría).  De hecho la OCDE ya predijo que el crecimiento en el mundo será mucho menor de lo previsto el año próximo.

Insisto en que no trato de defender al presidente, de hecho lo he criticado aquí mismo por su falta de congruencia con las políticas medioambientales sobre todo, pero creo que colgarle “milagritos” que tienen años como el pésimo desempeño en educación o la creciente inseguridad es tratar de confundir  con fines meramente políticos, no con la mira puesta en mejorar el país.

En medio de todo, no se puede reprimir una pequeña sonrisa al escuchar a la oposición afirmar con toda seriedad que López Obrador no ha cumplido con las expectativas… ¿Las expectativas de quién?  Este grupo que hoy se muestra tan activo en la protesta  siempre dijo que era “un peligro para México” y eso, hasta ahora, ciertamente no lo ha cumplido, no en la medida que fueron un peligro para México la dupla Salinas de Gortari y Zedillo a la cual no recuerdo que atacaran en estos vehementes términos.

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