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lunes, marzo 18, 2024

Marx y los robachicos

En mi infancia hubo un personaje ficticio, el robachicos, al que yo imaginaba como un tipo de edad, andrajoso, con la barba crecida y un costal para llevarse a los niños si se descuidaban.  Pienso que nunca creí realmente en él, pero cuando subíamos demasiado el nivel de ruido en nuestros juegos callejeros no faltaba alguna amable vecina que nos avisara que “el robachicos” ya venía en la cuadra de al lado.  Eso era suficiente para desatar una estampida y cada quien a su casa por si las dudas.

Si el robachicos nunca me infundió miedo, sí me lo causa el deterioro visible de nuestras condiciones de vida planetarias.  Quien insista en negar que nuestro planeta, y con él nuestro país, está metido en una buen bronca no está viendo la realidad.  Por un lado estamos acabando con los recursos naturales de manera totalmente irresponsable, provocando con esa producción y consumo desenfrenados una contaminación que es la causa directa del cambio climático y que terminará por alterar el equilibrio de la tierra con consecuencias que no se prevén nada agradables.

En el terreno económico tenemos una concentración constante de la riqueza en cada vez menos manos. En números redondos se estima que la mitad de toda la riqueza del planeta pertenece al 1% de la población y la desigualdad crece cada año.  En los últimos 30 ó 40 años en nuestro país el salario real decreció en forma prácticamente constante, la clase media se redujo en porcentaje porque la población en general empobreció.  El trabajo se ha vuelto precario y mal pagado.  Varios estudios muestran que tener una licenciatura o hasta un posgrado ya no es garantía de conseguir un empleo o que este sea bien remunerado.  Una de las consecuencias de esta precariedad es por supuesto la inseguridad.  La delincuencia, y esto también está demostrado en estudios, crece en ambientes empobrecidos y de gran desigualdad.  En muchos países la situación ha hecho crisis aunque se manifiesta de acuerdo a las particularidades locales, por ejemplo en Francia, Chile o Colombia.

En mi opinión, y lo he sostenido en otros artículos, ambos problemas: el medioambiental y el socio-económico responden a una misma causa: un modelo económico llamada neoliberal o de mercado libre que ha terminado por dominar en prácticamente todo el planeta, salvo algunas excepciones.

Analizar a fondo este modelo es largo pero hay varios aspectos que pueden destacarse y que explican esta pauperización general de nuestras vidas.  Bajo un supuesto manto de protección a la propiedad privada y con la premisa de un mercado libre lo que busca este modelo es maximizar las ganancias económicas.  Claro que esto se puede hacer con tecnología y mejorando la eficiencia de los procesos, pero tarde o temprano estos métodos encuentran un límite y entonces entra la última naranja a exprimir: el trabajador.  Las prestaciones desaparecen, los sueldos bajan en términos reales, hay menos empleos porque la carga de trabajo se concentra en menos manos.  Todo esto redunda en ganancias para el empleador.  Por otra parte, cada vez se busca concentrar mas fuentes de riqueza en esas pocas manos y en consecuencia se privatizan servicios que antes eran públicos y los manejaba nuestro representante común que es el gobierno (o que debería serlo, pero esa es otra discusión).  La educación, la salud, los ferrocarriles, el manejo de los fondos de retiro y hasta la seguridad van pasando bajo el control de empresas privadas.  Pero esto aún no es suficiente, estos grandes negocios no quieren pagar demasiados impuestos, de preferencia no pagar ningunos, por eso hay tantas empresas que se benefician de exenciones o que piden reducción de impuestos.  Sin embargo los impuestos son necesarios, por lo que los acaban pagando los trabajadores, para no desfondar al estado.  Desde luego que un sistema con ese objetivo no se detiene en “minucias” como conservar el ambiente.  De ahí la quema de grandes extensiones del Amazonas, por ejemplo, o la insistencia en usar plásticos de un solo uso.

Las premisas del sistema, como digo mas arriba, son la defensa de la propiedad privada y la del libre mercado, es decir, la creencia de que el mercado “libre” se auto-regula.  ¿Hay algún fundamento en esto? Pienso que no, que solo son frases huecas que no se aplican en la realidad.

El caso de la propiedad privada es, tal vez, algo mas elaborado de visualizar en conjunto.  Tenemos muchos tipos de propiedad privada, uno muy obvio son los bienes inmobiliarios.  En este caso el sistema económico neoliberal ha causado en muchos países y en diferentes momentos las llamadas “burbujas inmobiliarias” en las que a fin de cuentas la gente acaba justamente por perder su propiedad a manos de bancos, constructoras o de financieras para que ellas no pierdan dinero.  En México el “error de diciembre” privó a mucha gente de sus propiedad hace 25 años.

Si la propiedad privada se refiere a los medios de producción (entre los que incluiría por simplificar la idea cosas como comercios, agricultura, el sector de servicios, turismo, etc.) es evidente que la propiedad de ellos se ha ido concentrando en cada vez menos manos.  El punto aquí es que no siempre es de manera amable, muchas veces la ganancia de unos es una pérdida sensible para otros como consecuencia de una quiebra o algo así.  En resumen el respeto a la propiedad privada es el respeto a la propiedad de los ricos, nada más, y el que tiene mas saliva traga mas pinole.

El principio del mercado libre o auto regulado es tan obviamente falso que no deja de sorprenderme que alguien aún crea en eso.  Los ejemplos de la falacia abundan, me limitaré a citar unos cuantos.

Según me contaron alguna vez, en un país de América Latina un periodista inquisitivo se dio cuenta de que el papel de baño era bastante mas caro en su país que en los circundantes.  Intrigado, investigó el asunto y descubrió que los productores nacionales del papel sostenían reuniones periódicas, cuasi-clandestinas, en un escuela a altas horas de la noche para ponerse de acuerdo en cuanto iban a subir el papel de baño y que explicaciones iban a dar.  Esto seguramente ocurre en muchos sitios con muchos productos y mejor ni hablemos de los monopolios, por ejemplo de medicinas.

Otro ejemplo que personalmente encuentro bastante menos divertido es el caso del dieselgate.  En pocas palabras la empresa Volkswagen, al parecer en contubernio con otras automotrices alemanas, desarrolló un software que de algún modo podía detectar cuando el auto estaba siendo checado por emisiones, algo como nuestra verificación,  y en ese momento activaba los mecanismos anticontaminantes, que normalmente no estaban operando.  Con este truco se lograba el efecto de que el coche pareciera a la vez mas potente y menos contaminante en comparación con sus competidores, se manipulaba pues el mercado a costa de circular con niveles de contaminación por encima de la norma y en detrimento de la población y la ecología.

El último ejemplo es local.  Se supone que en un sistema de libre mercado lo que cuenta son la calidad y el precio y no agentes externos como los aranceles u otra medidas proteccionistas; sin embargo, no hace muchos meses hubo un rato de alarma en las industrias textil y del calzado de nuestro estado ante la posibilidad de que los aranceles, que protegen a la industria de la invasión china, desaparecieran.  La decisión del gobierno federal de mantenerlos fue saludada con alivio aun por los defensores del neoliberalismo y el libre comercio (Nota).

¿Y Marx que tiene que ver con todo esto? Pues que este sistema injusto socialmente y peligroso ecológicamente usa las ideas marxistas y sus derivaciones como una especie de robachicos para adultos.

En un contexto histórico hay que darse cuenta que Marx nació hace docientos años.  El mundo que analizó y las conclusiones que sacó del análisis no siempre cuadran en nuestra realidad que de hecho se ha vuelto mas compleja que la Europa que él veía.  Sin embargo, su método fue novedoso y sigue siendo útil en muchos sentidos como herramienta.  Su motivación: la justicia social y la búsqueda de mejores condiciones para todos, sigue siendo válida para mi y para quienes piensan como yo.

Por otra parte y como una consecuencia de las variables de tiempo y lugar podríamos decir que los conceptos básicos se han desarrollado en diversas formas concretas a partir del marxismo original y en el grado en que cada sistema lo intentó aplicar.  No es lo mismo la extinta Yugoslavia que Cuba en este sentido.

Es un hecho que desde un punto de vista meramente económico ningún sistema derivado del marxismo, con la actual excepción de China, ha podido competir con el capitalismo en su terreno, pero también he expresado antes que no creo que medir todo en pesos y centavos sea la forma correcta de analizar las bondades de un sistema.  El número de millonarios o el crecimiento del Producto Interno Bruto sin una correcta distribución no son índices que muestren las reales condiciones de vida de la población en general.  Quiero creer que las preocupaciones de un sistema marxista deberían ser para el bienestar de su pueblo, y no limitarse a la generación pura y simple de riqueza.  Es el típico caso de comparar peras con manzanas.

Desde este punto de vista hay otros indicadores que también he mencionado en artículos anteriores y que nos dan una imagen diferente del mundo, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH)  o el de Gini que miden cosas como el bienestar o la desigualdad.  En el caso del IDH Cuba está ligeramente por encima de México a pesar de que tiene un bloqueo económico de mas de medio siglo y ni remotamente cuenta con recursos como los nuestros.  En cuanto al índice de Gini es notable que una gran cantidad de repúblicas de la antigua Union Soviética y de los países del este europeo muestran los mejores números del planeta, en claro contraste con Latinoamérica.  Al parecer esta herencia de su pasado marxista no se ha perdido.

Claro que cuando se asevera que podemos terminar como Venezuela o Corea del Norte la gente se alarma, pero curiosamente nadie nos advierte que también podemos acabar como Honduras o Haití que tienen una situación deplorable a pesar de no haber transitado nunca por el marxismo, todo lo contrario, o por lo menos vivir una severa crisis como la que provocó Macri en Argentina por intentar aplicar el modelo neoliberal a ultranza o llegar a niveles de descontento social como los de Chile que en algún tiempo fue el buque insignia del Neoliberalismo.

Para mi la toma de decisiones, sobre todo cuando afectan a tanta gente, tiene que ir de la mano con análisis objetivos y basados en datos reales y metas claras.  Cuando el asunto se vuelve doctrinario me da automáticamente desconfianza.  Gritar “¡Aguas con el Marxismo!” tiene tanto valor como la afirmación, popular en otros tiempos, de que nada se iba a arreglar hasta que el último burgués fuera ahorcado con las tripas del último reportero de sociales… pamplinas ambas. Salir de la crisis va ha requerir mucho mas que esto.

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