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jueves, abril 18, 2024

“Matadlos a todos…”

Una página de la historia de Europa que ha sido contada una y mil veces es la de la Herejía de los Cátaros o Albigenses.  Sin entrar en aspectos teológicos o religiosos, la historia va más o menos así:  un grupo de personas en el sur Francia, en Occitania o lo que hoy llamaríamos más bien Languedoc, hacia los finales del siglo XII y principios del XIII, se separó de la Iglesia Católica por cuestiones de opinión o interpretación de ciertos hechos religiosos.  Como siempre, en esto no falta algún aspecto material que sazona el conflicto, pero tras algunos intentos de conciliación el asunto devino en guerra, la llamada Cruzada Albigense.  La cruzada terminó en la derrota de los Cátaros y su desaparición como grupo religioso, lo que tal vez hoy llamaríamos secta o la primera de las escisiones protestantes que vendrían apenas dos siglos después.

Uno de los hechos más notables y sangrientos de esta cruzada fue la toma de la ciudad de Béziers.  En esta ciudad, donde convivían Cátaros y Católicos, se hicieron fuertes los primeros; era, a la usanza de la época una ciudad amurallada.  Las tropas fieles al Vaticano sitiaron la ciudad y eventualmente la tomaron. Aparece aquí Arnaud Amaury (o Arnaldo Amalric en versión castellanizada) que era legado papal y jefe de las tropas.  Amaury dio la orden de pasar por las armas a todos los cátaros, el problema para quien debía cumplir esta cruel orden era que cátaros y católicos se veían exactamente igual, era el mismo pueblo.  “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos” pronunció el legado y con esto originó una masacre donde murieron, según ciertas estimaciones entre 7,000 y 8,000 personas.

A pesar de ciertas dudas sobre la veracidad histórica de la frase y de las circunstancias en que se dio, la historia llega hasta nuestros días como un ejemplo extremo de cómo resolver de tajo un problema, cueste lo que cueste.  También podría considerarse como un acto terrorista “avant la lettre” (para seguir en ambiente francés), anterior a la concepción o inserción de este término en nuestras vidas.

¿Porqué saco hoy este añejo tema a relucir?

Creo que la inmensa mayoría de los mexicanos estamos hartos de la corrupción, abierta o velada, y de los abusos que conlleva.  Pienso, y ya la historia lo dictaminará, que una de las peores decepciones del sexenio de Vicente Fox fue justamente que llegó con la bandera de acabar con ella y al final no se notó el prometido cambio.  Así llegamos hasta las elecciones del año pasado, donde yo atribuyo la avalancha de votos por López Obrador en una buena medida a este hartazgo.

¿Pero qué sucede a continuación?  Al parecer llevamos seis meses de una estrategia que lejos de buscar la corrupción específica y desterrarla parece seguir la consigna, tipo Amalric, de acusar a todos de corruptos y quitarles a todos el dinero.  Esto no solo es injusto, es totalmente ineficiente, a menos que alguien honradamente piense que el 100% de los científicos, de los usuarios de guarderías, de los beneficiarios de la Seguridad Social y largo etcétera son simuladores y corruptos.  Sin duda que los hay, pero debe ser una minoría y perjudicar a aquellos que se benefician con estos apoyos no es una solución a la corrupción, es pasarlos a todos, cátaros y católicos, por las armas.

La ciencia y la tecnología necesitan dinero para desarrollarse, no solo para mandar a los científicos al extranjero a tomar vino.  Raúl Rojas, un destacado científico mexicano que ha hecho prácticamente toda su carrera en Europa, en la Universidad Libre de Berlin, acaba de abogar en una entrevista porque no se le quite el dinero al desarrollo científico y a la educación del país, incluso con ejemplos de cómo se maneja esto en otras latitudes y de los resultados que se obtienen.  Raúl, como ya dije, vive y trabaja en Berlín, no hay forma de que se le acuse de beneficiarse de la corrupción, más bien habría que aprovechar su experiencia.

La renuncia de Germán Martínez Cázares, Director del IMSS, puso de manifiesto la triste situación de la salud pública; quitarle el dinero tal vez afecte a una o dos farmacéuticas y a quienes hacían negocio con ellas, pero sobretodo perjudica a un enorme número de compatriotas; sin ir más lejos, desde la renuncia de Martínez Cázares me he enterado, en mi reducido entorno social, de al menos dos niños con enfermedades crónicas que se quedaron sin medicinas.  ¿Se puede ser un corrupto a los tres años o a los doce? Lo dudo.

Y podría citar ejemplos de otros ámbitos, pero creo que la mayoría de la gente ya los conoce y además el punto está hecho.  Esta retórica de acusar a todo el mundo corresponde más a la de una campaña electoral que a la de un gobierno en funciones.  Ya ganó las elecciones, nadie le disputa el cargo, tiene pues todos los pelos de la burra en la mano, o al menos la posibilidad de tenerlos.  Tiene todavía cinco años y medio más de gobierno para resolver problemas.  ¿Porqué no investiga, denuncia,  demuestra y resuelve realmente el problema de la corrupción en vez de seguir con dimes y diretes?

A menos que nuestro presidente tenga alguna especie de estrategia equivalente a que “Dios reconozca” a los que no somos corruptos, creo que vamos por muy mal camino.

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