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lunes, marzo 18, 2024

Ni chicha ni limoná

Usted no es ná

ni chicha ni limoná

Víctor Jara

 

En el capítulo que contribuyó al libro Why Women Will Save the Planet, Julie A. Nelson habla de la tendencia, bien documentada dice ella, que todos tenemos a simplificar el análisis del mundo dividiéndolo en nuestra mente en categorías binarias: “Encontramos muy sencillo pensar en términos duales” concluye.  (Mi traducción del inglés original).  Es como usar una especie de modelo, muy simple, de como se comporta la realidad; esta noción, con modelos frecuentemente mas complejos, es una herramienta útil en muchas áreas del conocimiento como las ingenierías, economía, física o química, por citar algunos ejemplos.

Aunque ella usa la idea para abordar el problema de género es evidente que en otros aspectos de la vida esta simplificación está activa y una de esas áreas es la de la política.  A pesar de que el espectro de posiciones es amplio, frecuentemente se definen en términos de derecha – izquierda, progresistas o conservadores, chairos y fifís.  Todos sabemos que no es así de simple.  El modelo puede fallar por un sinnúmero de razones.  Para empezar porque en la práctica entre dos opciones extremas suelen encontrarse casi un continuo de intermedias.  Otro caso es cuando frente a una posición hay otras no tan claras como es el caso de Capitalismo y… [Socialismo, Comunismo, Anarquismo, Social democracia,…]  (Por favor escoja uno de los anteriores o aporte otro nuevo).   Frecuentemente usar este modelo dual se interpreta como si estar en desacuerdo con uno de los dos polos implicara la militancia en el otro; usando el ejemplo anterior casi cualquier crítica al capitalismo provoca la acusación de que quien critica es un nostálgico de la difunta Unión Soviética.

También suele estar implícita en nuestra visión binaria la suposición de que una vez definida la pertenencia a una opción la gente ya no cambia.  Nada más falso.  De hecho la canción de Víctor Jara de la que tomé el título habla del caso contrario, es una crítica de aquellos que se acomodan, políticamente hablando, del lado que sople el viento; de quienes no teniendo una posición, adoptan la que parece ser – políticamente – mas rentable en cada momento.

Y por supuesto suele pasar que, contrariamente a lo que este modelo binario supondría, la definición de los extremos no es del todo clara, se vuelve costumbre usar los términos y se asume un significado.  Muchas veces me he encontrado en la práctica que alguien pregunta exactamente que entendemos por comunismo, socialismo, capitalismo, derecha, izquierda, etc.

No hace mucho me pregunté yo mismo en cual de los polos de un posible modelo binario me ubicaría.  De esa reflexión surgió en mi la necesidad de aclarármelo a mi mismo con un nuevo concepto de mi entorno, de mi mundo, que sin sorpresas resultó un modelo binario.

En mi simplificación personal veo que nuestra sociedad se decanta por una de dos posiciones ante la vida: la individualista y la colectiva.  Y esta división, con todos los defectos enumerados mas arriba, es además dinámica.  Creo que ha cambiado y sigue cambiando con el tiempo en el sentido del individualismo.

Para no ser incongruente conmigo mismo tendría que empezar por definir mis polos:  El individualista es aquel que promueve, como dice el dicho, que uno “se rasque con sus uñas”, que vea por sí mismo, que busque su acomodo y su bienestar presente y futuro, que resuelva sus problemas sin consideración  sobre cómo le hacen los demás.

Por contra la visión colectiva buscaría que dentro de una sociedad los problemas se resuelvan por todos y para todos, es decir como producto de una reflexión lo mas amplia y colectiva posible y pensando que el resultado beneficie a la mayor cantidad de miembros y de preferencia a todos.

Un ejemplo siempre suele aclarar las ideas, veamos el caso de las Afores.  Como están planteadas actualmente se asume que cada quien pensará, desde su primer día de trabajo, cuanto tiene que ahorrar para darse una jubilación aceptable.  Esto implica varios factores imponderables empezando porque nadie sabe a ciencia cierta, cuando tiene unos 25 años, cuánto necesitará para vivir a los 65, tampoco sabe cómo va a evolucionar la economía y la sociedad en ese tiempo (o su vida y su salud).  Tiene que apostarle a un fondo que alguien ve a administrarle durante cuarenta años y cruzar los dedos para que le alcance durante el tiempo que viva como jubilado porque si lo calcula mal o vive demasiados años seguramente no tendrá suficientes uñas para rascarse a gusto.  Por contra, una visión colectiva del mismo problema pasa por una jubilación solidaria y organizada con todos y para todos.  Los que trabajan mantienen a los que ya terminaron (siempre bajo ciertas reglas) y esperan que a ellos a su vez los mantendrán los que les sigan como población laboralmente activa.  Esto no es algo sacado de la manga, de hecho las jubilaciones funcionaban así antes de las Afores y en buena medida una de las demandas de los chalecos amarillo en Francia es regresar en alguna forma a ese modelo.

Este ejemplo se puede aplicar a otros muchos servicios como la salud: los sanos pagamos por los cuidados de los enfermos; los vivos por el funeral de los que mueren; en el caso de la educación, quienes ya tenemos un trabajo pagamos para cubrir la educación de los niños, de los jóvenes y de aquellos que se capacitan para tomar nuestros lugares.

Alguien podría objetar que eso haría crecer los impuestos. Sí, es probable, pero considerando que muchas de las necesidades podrían estar debidamente cubiertas de manera solidaria los individuos necesitaríamos también menos dinero.  En el fondo el polo colectivo de mi modelo binario asume una real democracia y volver al sentido original de los impuestos, el de pagar los servicios comunes de todos.

¿Idealista?  Tal vez, pero no olvidemos que mi generación, representada por los estudiantes franceses del 68, ya pedía que fuera la Imaginación la que tomara el Poder.

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