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jueves, abril 18, 2024

Objetores de inconsciencia

Je ne suis pas sur terre pour tuer de pauvres gens.

Boris Vian – Le deserteur

 

Objetores de consciencia, esos personajes que anteponen sus convicciones a las órdenes que las contradicen.  La historia está llena de ellos, por ejemplo durante la guerra de Vietnam; la música les consagra bellas páginas como la canción del Desertor de Boris Vian que cito de entrada: “No  estoy en esta tierra para matar a la pobre gente” o The Great Mandala, la que Peter Yarrow del trío Peter, Paul & Mary escribió sobre el tema.  No hace mucho me encontré un pasaje en Los Pacientes del Doctor García, la novela de Almudena Grandes, donde cuenta el asesinato a sangre fría de un joven soldado alemán a manos de su superior por negarse a disparar sobre un grupo de judíos indefensos en un campo de concentración.

Un común denominador de estos objetores de consciencia, reales o ficticios, es que dan su vida por sus convicciones, por lo que piensan que es correcto.

Recientemente se aprobó una modificación en las leyes del estado de Nuevo León que según los medios dice:

IV.- El personal médico y de enfermería que forme parte del Sistema Estatal de Salud, podrán ejercer la objeción de consciencia y excusarse de participar en la presentación de servicios que establece esta ley”.

La diferencia que encuentro en el uso de “objeción de consciencia” en este contexto es que el objetor, a diferencia de los mostrados arriba, no expone su vida por sus convicciones, expone la salud y el bienestar de otra persona.

Lo que causa revuelo en el caso de Nuevo León no es la novedad, ya que otros estados tienen cláusulas semejantes y además en la Ley General de Salud de la Federación existe esa opción, siempre que no se comprometa la vida del paciente o sea una urgencia médica; la modificación neoleonesa surge de una promesa de campaña de un diputado que ya fue expulsado de Morena por sus declaraciones homofóbicas y ahora está cobijado por el PES. La idea, en principio, es facilitar la negativa a practicar un aborto, por ejemplo en casos de violación, a personal médico que esté en contra de esta solución. Con esta modificación una menor, embarazada por una violación, carga con una nueva cruz que es la de buscar un médico que sí este de acuerdo en ayudarla. Cómo si no tuviera suficientes problemas.

Otro punto, quizás sugerido por las filias y las fobias del diputado, es que la redacción es lo suficientemente vaga como para incluir otros casos; se ha mencionado que podría usarse para no atender a un homosexual con sida por parte de personal médico homofóbico, o a un migrante enfermo si el doctor está contra la migración.

Pienso, y creo haberlo sostenido antes en este mismo espacio, que al margen de las convicciones personales de cada quien, sin duda válidas en la medida que no afecten a terceros, las normas que nos rigen colectivamente deben ser laicas y consensuadas. Introducir otros factores es siempre un problema si son temas que podríamos llamar genéricamente de la fe, de lo que uno cree, no de lo que se sabe sobre el mundo y las relaciones sociales.

Tal vez alguien piense que exagero, solo le pido que considere algunos ejemplos:

Mucha gente aún hoy en día piensa que los accidentes y las enfermedades pueden ser “castigos de dios”.  Recientemente un gobernador armó un pequeño escándalo por usar este concepto.  ¿Qué pasaría si un médico decide que una enfermedad en particular es uno de estos castigos y en consecuencia no debe intervenir contra la voluntad de dios?

Hace unos años circuló en internet un manual elaborado por un grupo religioso norteamericano donde detallaba cómo se puede castigar, incluso fisicamente, o sea con golpes, a una esposa en total concordancia con lo que, según ellos, permite la biblia.  Bajo esta visión una mujer “castigada” en los términos del manual ¿puede ser atendida sin contravenir los mandatos de esa rama particular de la religión?

Un alcohólico consuetudinario, en un un alto estado de intoxicación, ¿puede ser abandonado a su suerte por un médico abstemio?

Y mejor ni hablemos de los intentos de suicidio.

La objeción de consciencia es una arma de dos filos.  Puede ser sublime si lleva a alguien a ofrendar su vida o su seguridad, por sus principios, en defensa de la vida o la seguridad de su prójimo; pero es un desastre si se usa como pretexto para negar la empatía o la solidaridad a quien necesita de nosotros.

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