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martes, marzo 19, 2024

Secuelas

El alboroto internacional armado por el golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales se niega a morir.  A nivel nacional se ha visto amplificado y aderezado por el hecho de que Morales haya sido acogido en un gesto de solidaridad muy propio de nuestras tradiciones aunque parece que no todos los grupos políticos lo aprecian, en mi modesta opinión porque estar en contra les provee parque para sus críticas generales al régimen actual y lleva agua a su molino político.

En un artículo anterior (El pecado de Evo) fije mi posición, pero en poco más de una semana y al calor de muchas de las absurdas proclamas en torno al hecho decidí continuar con mi investigación y mis reflexiones sobre el asunto.

Ya dije, y con datos en apoyo de mi opinión, que el gran problema de Evo Morales es que consiguió tener éxito económico y mejorar la vida de su pueblo fuera de la lógica de la economía y la política neoliberales.  Casi cuadruplicó el PIB, redujo la pobreza y la desigualdad y según el indice de desarrollo humano mejoró la calidad de vida.  En apoyo a esta idea podría alegar que los pobres en Bolivia no parecen satisfechos con su renuncia forzada y su salida del país,  y están dando una buena batalla por él o al menos por su política y en contra del golpe de estado.  Esta batalla, que Morales explícitamente quería evitar con su renuncia, ya ha causado mas muertos que las protestas por el supuesto fraude electoral que cometió y digo que es supuesto porque si bien la OEA lo insinuó, nunca lo comprobó convincentemente; otros análisis de los datos han encontrado algunas irregularidades, sí, pero no las suficientes como para proclamar un fraude, si acaso pequeños errores de manejo.

Pero ¿qué podemos decir de otros “patitos feos” de la política latinoamericana?  Los que se me ocurrió que sería interesante investigar, con el mismo lente que vi a Evo, fueron Lula da Silva en Brasil y el matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.  Resulta que los tres consiguieron aumentos considerables en el PIB de sus países.  Lula en ocho años lo aumentó 4.69 veces, Kirchner de 2003 a 2007 lo aumentó 2.25 veces y Cristina Fernández 2.07 veces de 2007 a 2015 de manera que entre ambos, en doce años consiguieron un aumento acumulado de 4.66 veces.  Los otros índices revisados, sin esta espectacularidad del PIB, también muestran una ganancia en general, tanto una reducción de la desigualdad (indice de Gini) como una mejoría en los índices de desarrollo humano.  México, instalado en la ortodoxia neoliberal, necesitó 20 años, de 1995 a 2015, para que su PIB creciera 3.65 veces, claramente por debajo y en casi el doble del tiempo de los países citados.

Néstor Kirchner falleció y tal vez por eso lo dejan en paz, pero tanto Lula como Cristina Fernández sufrieron y sufren persecución política por supuesta corrupción nunca del todo probada.  Lula fue liberado por un afortunado tecnicismo; en el caso de Cristina Fernández nos estamos enterando apenas esta semana que algunas de sus acusaciones son falsas y promovidas por el presidente saliente.  Yo veo aquí un patrón.  Quien se sale de la norma política y económica dictada por el neoliberalismo mundial se vuelve reo de toda clase de culpas.

De hecho, en la semana siguiente a la renuncia de Evo Morales en la redes sociales aparecieron un cúmulo de acusaciones a cual mas descabellada sobre su desempeño y su conducta, que por supuesto nunca antes habíamos escuchado.  Muchas de ellas no aparecen en fuentes serias cuando se buscan en internet, otras son problemas que se dieron efectivamente en Bolivia, pero que por primera vez se asocian con el presidente, otras mas son simplemente absurdas.  Aquí tenemos un patrón más: a raíz del enorme éxito de las manifestaciones contra el cambio climático cuya figura central, mal que bien, fue Greta Thunberg surgieron en estas mismas redes una serie de ataques contra Greta que en su momento también comenté y con características similares.  La red es nuevamente secuestrada en un esfuerzo por crear mala opinión en contra de quien tan exitosamente reta al sistema. Los famosos “bots” están activos, así como los inventores de falacias o fake news.  No es que sea una sorpresa, pero las redes sociales muestran esta característica de arma de dos filos que de hecho es común, lamentablemente, a muchos otros medios de comunicación: difundir información o desinformación sin que a veces sea evidente la diferencia.

Finalmente, una reflexión que desata el hecho de que mucha gente trata a Evo de dictador.  ¿Porqué es un dictador?  Diría Shakespeare “La ambición debería estar hecha de material más duro”. Alguien que se dedica con tanta aplicación y tanto éxito a mejorar las condiciones de su pueblo ¿es un dictador?

El único argumento que he visto que intenta fundamentar este epíteto es que violó la ley.  Concedo, como ya lo hice en el artículo anterior citado mas arriba, que cometió un gravísimo error al no acatar el resultado del referéndum convocado por él mismo sobre su nueva reelección, por más que el resultado haya sido apretado.  Fue una lamentable falta de sensibilidad política.  Aparte de esto se movió dentro de los márgenes elásticos que la ley le permitió.

De todo lo anterior me surgen dos dudas ¿Cuál es el objetivo de un gobernante: cumplir rigurosamente la ley o resolver los problemas de sus representados? En segundo término ¿es la ley inamovible?

Creo que obviamente los gobernantes de cualquier orden deben en primera instancia actuar en beneficio de su pueblo o de sus representados.  Si alguna ley pudiera obstaculizar esto hay que preguntarse muy seriamente si esa ley aún es útil, al menos en su forma presente.  Desde mi perspectiva las leyes solo son códigos o reglas que acordamos entre humanos por medio de nuestros representantes para lograr una coexistencia pacifica.  Pero resulta que el mundo y la sociedad que lo habita van cambiando: cambian las ideas, cambian las costumbres, cambia la realidad misma así como la interpretación que hacemos de ella.  En esa medida las leyes deben irse adecuando a esta nueva realidad y si antes algo estaba prohibido o permitido y se considera que ya no es prudente que sea así, hay que cambiarlo.  De vez en cuando el conjunto de leyes resulta obsoleto respecto a la nueva situación, representa una forma de pensar que ya no es la de la mayoría de los ciudadanos o está tan alterado respecto a la versión original que empieza a ser un conjunto de parches contradictorios entre sí o difíciles de armonizar.  En estos momentos conviene rehacer el código, siempre con mecanismos representativos del interés de la mayoría.  Esto ha pasado en tiempos no tan lejanos en España, en Colombia, en la misma Bolivia y está en proceso de suceder en Chile, por mencionar solo algunos casos.  De hecho hay quienes opinan, en este mismo medio (ver ¿Reformar o constituir?), que México está listo para llevar adelante este proceso, y yo coincido.

Obviamente que la cadena de secuelas y las reflexiones que desencadenan no terminan aquí.  El golpe de estado en Bolivia, junto con otros movimientos en el continente, muestran que los tiempos están maduros para cambios.  Esperemos que estos sean para mejorar.

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