No recuerdo en tiempos recientes algún evento que haya causado los ríos de tinta (metafóricamente hablando) que han corrido a propósito de las medidas tomadas por el gobierno federal contra el robo de combustible y las consecuencias de esas medidas. Podría pensarse que se ha dicho prácticamente todo, tanto a favor como en contra, y tal vez es así; pero desde mi perspectiva hay un punto que no ha sido muy analizado: ¿qué tal si esto fuera una especie de ensayo general de lo que nos depara el futuro? ¿cuáles son las medidas que podrían paliar esa situación? Me explico.
Desde hace muchos (casi diría muchísimos) años se ha dicho que quemar el petróleo en forma de combustibles es posiblemente el peor uso que se le puede dar a ese recurso no renovable. Habría otras formas de usarlo mejor y hacerlo durar mas, porque sabemos que el petróleo no es infinito, por mas que en nuestros tiempos el creciente costo (y la correspondiente ganancia) de los combustibles justifique el uso de técnicas tan destructivas como el fracking o de materias primas tan poco adecuadas como las arenas bituminosas para hacernos creer que no hay en el horizonte previsible problema alguno. Otro tema que también se toca de vez en cuando es el grave error que resulta de tener una dependencia económica tan grande de los hidrocarburos. Ya lo estamos viendo: escasea la gasolina y la economía empieza a resentirse en poco tiempo, pero no hemos hecho gran cosa para tratar de diversificar nuestras fuentes energéticas.
Si vemos el actual problema desde el punto de vista de la movilidad, encontramos también que hay muchos argumentos en contra del uso extendido del automóvil como medio predilecto para desplazarse. Yo mismo he abogado por una movilidad mas racional y mas colectiva desde esta columna, así que no abundo mucho en ello; baste decir que si tuviéramos una opción adecuada de transporte colectivo en Guanajuato, la crisis que hoy vivimos sería sin duda de una magnitud mucho menor.
Claro que la movilidad se da en el contexto de la ciudad. Tenemos que pensar en la ciudad de una nueva manera, planearla para hacerla mas orientada al humano, y no solo creando incentivos para usar el auto, como seguir construyendo avenidas y estacionamientos. Hay que buscar la forma de que los ciudadanos no tengan necesariamente que desplazarse para todo a varios kilómetros de su casa, hacer los barrios y colonias vivibles en el sentido de que lo cotidiano se pueda realizar dentro del perímetro de esa comunidad: escuelas, tiendas, servicios de todo tipo, como los de salud y un largo etcétera. En este contexto podemos pensar en otras formas de movilidad como desplazarse a pié o en bicicleta, pero eso, insisto, pasa por un ejercicio de planeación de la ciudad que no esté basado en la especulación con los bienes raíces. También es posible incorporar a los trabajos los avances tecnológicos con los que ya contamos para no requerir el desplazamiento diario de las personas, usar las redes para juntas y reuniones, o trabajar desde casa o desde los centros de co-working que están empezando a adquirir relevancia. Para quienes sí tengan que desplazarse puede pensarse en horarios mas flexibles para evitar las aglomeraciones en los medios de transporte, y en formas de compartir los vehículos privados cuando no quede de otra.
Ni que decir que las ideas esbozadas mas arriba, que tienen un ligero sabor utópico para algunos, tendrían el benéfico efecto colateral de ayudar en el problema del cambio climático y el calentamiento global, ya sea intentando detenerlo o como medidas de adaptación.
Lo he dicho otras veces y lo diré para cerrar. Estoy convencido que en nuestro futuro hay dos opciones: o cambiamos las cosas voluntariamente para adaptarnos a las nuevas condiciones que nos impone la realidad del planeta, o tendremos que hacerlo a la fuerza con sus desagradables consecuencias. Estos pocos días de desabasto gasolinero son el ensayo general de la segunda opción, aquella en que nuestro mundo se desmorona por no haber atendido las voces de alarma que ya suenan.
