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martes, abril 23, 2024

Una contingencia que no lo es

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (rae.es) contingencia se podría definir como

  1. f. Posibilidad de que algo suceda o no suceda.
  2. f. Cosa que puede suceder o no suceder.

En otros diccionarios en línea aparece también la idea de que sí sucede sea de forma imprevista.

A la luz de lo anterior yo pienso que seguir hablando de “contingencia” en el caso de la mala calidad del aire en la Ciudad de México y otras partes del país, como por ejemplo las ciudades del corredor industrial del Bajío, ya viene siendo incorrecto.   Siempre sucede, sobre todo en épocas de calor seco; y si sigue siendo cierto que no podemos muy confiablemente predecir cuando sucederá y en que grado, tenemos la certeza de que lo hará.  Para colmo creo que tenemos una muy buena idea de porqué pasa, pero llevamos años mirando para otro lado y fingiendo sorpresa cuando finalmente llega.  Este año al menos algunos incendios le proporcionaron una coartada creíble a las autoridades presentes y pasadas.

Dicen los afectos a las novelas criminales que para encontrar a los culpables hay que seguir al dinero (follow the money).  La contaminación ambiental no se arregla porque hay mucho dinero de por medio en mantener el status quo.  La industria automotriz y sus dependientes cuentan mucho en esto.

El automóvil es un objeto caro y complejo.  Es tal vez el objeto más caro que el ciudadano promedio puede poseer, obviamente hablando de bienes muebles.  Fabricar uno implica no solo la industria que lo arma, sino todas aquellas que proveen partes desde ruedas o bujías hasta vestiduras, vidrios, bolsas de aire, etc.  Nuestro estado en buena medida debe su situación económica a todas esas armadoras y fábricas de apoyo que se han instalado entre nosotros.  Ese es un primer problema para tratar de regular el uso. No imagino a un gobierno que quiera atraer o mantener a las armadoras prohibiendo o limitando al menos el uso de sus productos, pero debería tener claro que desde el punto de vista económico es hora de empezar a diversificar.

Ademas, tenemos la industria de los combustibles fósiles. Ya tuvimos una primera aproximación en enero, durante la temporada de desabasto, de lo que puede pasar si se acaban… o mejor dicho, cuando se acaben, aunque mucha gente piensa que eso ya no será en su año.  Los combustibles también son un enorme negocio, aun cuando sea todo legal.  Si metemos al huachicol, pues ni que decir.

Luego hay que contar con los constructores de calles, avenidas, segundos pisos, túneles, puentes, estacionamientos y otras facilidades para el automóvil.  Todos ellos por supuesto llevan una ganancia en el asunto, mientras mas se tenga que construir para acomodar el creciente número de autos, mejor.

Están las financieras que prestan para comprarlos y las aseguradoras que le cobran a todos por si uno tiene problemas.

Y no todo son autos nuevos, está el negocio de los usados y al final de su vida útil los “yonques”.

Para rematar este análisis que me parece que no es exhaustivo, están también los gobiernos que cobran impuestos relacionados al auto: por la compra venta, en cada litro de gasolina, el anual por poseer uno, el espacio de estacionamiento en la vía publica en muchos sitios o el impuesto si el estacionamiento es privado, permisos de conducir, impuesto a la verificación, algunos peajes y no olvidemos las multas que son una mina de oro porque a veces no hay ni forma de pelear que la multa es injusta, en esos casos mejor la paga uno y en paz.  Y que no caiga su símbolo de estatus en un corralón porque ahí si le va a salir caro.

Por supuesto que se podría hacer un esfuerzo por arreglar el asunto, para empezar con un transporte público adecuado o reduciendo las necesidades de desplazamiento de la gente, planificando las ciudades de forma inteligente para hacerlas más “caminables” y más verdes aprovechando que la  naturaleza ayuda a combatir la contaminación.  El objetivo y la idea misma de “arreglar” no pasa en mi concepto por prohibir los autos, meter la regla de “hoy no circula”, hacer la gasolina prohibitiva o algo así.  Creo que mas bien es dar opciones inteligentes y cómodas al uso del automóvil. De hecho hay muchas ciudades que lo han implementado: Curitiva en Brasil, Pontevedra en España y varias más en Europa.  Se habla, en Europa, de hacer gratuito el transporte colectivo y entiendo que este verano se preparaban pruebas y experimentos en varios sitios.

Claro que los ciudadanos tampoco ponemos mucho de nuestra parte…  Según unas estadísticas mas o menos recientes en el estado de Guanajuato solo un 30% de los vehículos se verifican. También me ha tocado ser testigo involuntario de fraudes en el proceso de verificación, aunque mi experiencia personal no constituye una muestra significativa de la magnitud del problema.

Todo este embrollo me recuerda una anécdota de mis años en el DF, hace ya mas de treinta. Vivía preocupado tanto por el tiempo que perdía en los embotellamientos como por el hecho de que se veía que la contaminación iba en aumento y no se tomaban medidas contra eso.  Lo comenté un día con un amigo, oriundo de una ciudad de provincia, le informé de mis intenciones de buscar la posibilidad de irme a vivir a otra ciudad y le pregunté si él también pensaba en volver a su ciudad natal.  “El día que los pajaritos se empiecen a caer muertos” -me contestó- “ya pensaré en eso”. Unos meses mas tarde, en varias zonas de la ciudad, empezaron a aparecer docenas de pájaros muertos.  Volví a tocar el tema con mi amigo, pero lo eludió con la versión oficial de las autoridades citadinas: los pájaros comieron algo que les hizo daño, no fue la contaminación.  Al poco tiempo emigré a Guanajuato, hasta donde sé mi amigo sigue en la Ciudad de México y de los pájaros francamente ignoro si mejoraron su dieta.

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