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sábado, abril 27, 2024

Dolor en palabras

“Mitad víctimas, mitad cómplices, como todo el mundo”  

  Jean Paul Sartre    

“Dicen que eso es la felicidad: nunca sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser alguien más. Otra persona. Alguien más joven, más viejo. Alguien mejor.”

   Alejandro Zambra

“Las personas mienten. Pero las flores, los libros, los retratos, las lámparas, la suave pátina que el uso deposita en todos los objetos, son más sinceros que los rostros.”

   Irène Némirovsky

 

En la sociedad paliativa que vivimos, el dolor es repulsivo. Sin embargo, la vida es dolor desde que se nace y estamos en falta siempre.

Hoy se ha disparado la venta de analgésicos en el mundo. Nadie esta dispuesto a lidiar con un leve dolor de cabeza y mucho menos una migraña. Un dolor de muelas es una tortura. Los dolores son reales, y son expresiones de la vida, el cuerpo habla, el cuerpo responde ante la enfermedad.

El hecho es que hay una repulsa al dolor que se busca controlar y mitigarlo lo más pronto posible. Se requieren recetas médicas para adquirir antibióticos, pero no para la mayoría de los analgésicos, otros como la morfina están controlados. Pero lo que promueve el estar queriendo evitar el dolor es la oferta cultura hedonistas centrada en el placer, en la oferta de una sociedad del bienestar permanente en donde un positivismo tóxico atrapa el pensamiento de millones de personas que huyen de la realidad, de una vida humana que es dolorosa en sí misma todo el tiempo.

En la sociedad paliativa podemos ver sufrir a otros, podemos ir al cine a ver películas de terror, podemos contemplar historias de personas que sufren y un sinfín de tragedias. Ya desde la Grecia Antigua el drama y dolor son relatados y puestos en ensena, sin embargo, cuando llega el dolor a nuestras vidas queremos, negarlo, lo anulamos, lo evitamos ante otros, nos queremos mostrar fuertes, y hacemos que el dolor pase a ser un tema privado, en el mejor de los casos un asunto psicológico con el que habrá que lidiar con un falso estoicismo.

El dolor nace de la verdad, de lo real. Aceptar que algo que no entendemos molesta, que hay algo nos agrede, en lo físico y en lo mental, tomar consciencia de uno mismo. Dar respuesta al dolor desde la negación es inventar ideas sobre lo que es la felicidad, y ahí. la sociedad de mercado en segundos capitaliza el dolor y lo convierte al igual que la felicidad en mercancía, y usa la necesidad de mitigar el dolor y evitar el malestar social al menos como una estrategia que anuncia el bienestar y la felicidad, pero también lo hace, para crear ficticias relaciones con las cosas dando remedios paliativos al dolor a través del consumo y la compra de mercancías, si estas triste compra, si esta reflexivo compra, si estas agobiado compra, sino no tiene para comprar ¡endéudate! No sufras compra y paga después.

Duele la infancia, la adolescencia la juventud, la madures y la vejez, la prisa copa todo y al mismo tiempo quiere eternizar el tiempo. Siempre duele crecer, como siempre duele la verdad. La sociedad paliativa quiere suavizar todo. Los eufemismos son el nuevo canon para decir las cosas como son, solo se puede hablar políticamente, cuidando las formas, evitando nombrar la realidad. Los pobres hoy son personas con carencias, los ancianos, son adultos en plenitud, la guerra son diferencias entre gobiernos y naciones, las violencias, las drogas y la pornografía son saldos sociales y culturales en proceso, todo se reduce daños colaterales en la industria del entretenimiento o como parte la economía informal que padecen todas las economías contemporáneas.

Todos y todas vamos experimentado en carne propia la vida. La anestesia que venden las redes sociales, entretenimiento y diversión, ante lo real no alcanza muchas veces, y el dolor se instala en las personas, ante la falta de respuestas, de recompensas y de un éxito que se vende ilusoriamente. Dietas que no terminan de cumplir sus promesas, rutinas y mantras que no logran tener dinero, salud y buena suerte. Cursos relámpago para conquistar a hombres y mujeres, recetas para perdonar la traición y la infidelidad. Remedios, ofrendas y mandas que aun cumplidas no traen la paz, la tranquilidad o la salud prometida.

El dolor crece ante la frustración, ante el hambre, ante la injusticia, ante el rechaza, ante la soledad. Las drogas, todas, legales e ilegales son paliativos. Y las expresiones emocionales hoy son la constante: la ansiedad y la depresión, junto al burnout y al aislamiento caracterizan a la sociedad, incluida la euforia, el positivismo tóxico, el emprendimiento absurdo, la alegría delirante y la felicidad artificial.

La contradicción emerge. Evitamos el dolor y lo reproducimos al mismo tiempo. La enajenación para evitar el dolor nos lleva a más dolor. La realidad se muestra apática a nuestras necesidades, dirá Byung-Chul Han y entonces buscamos el dolor para existir, nos damos el dolor físico por hacer ejercicio, sin dolor no hay ganancia, solo vale la pena vivir si duele. Nos matamos de hambre por tener un determinado cuerpo, nos sometemos a una auto explotación y también vamos dando cabida con más frecuencia a las conductas autolesivas que van desde los desórdenes alimenticios, pasando las adicciones, y dando un lugar desde el dolor al tatuaje, al percing, a las modificaciones del cuerpo, llegando al cutting y al tema del suicidio.

La sociedad de mercado homogeneiza. La producción industrial en serie, produce millones de cosas iguales, playeras, calcetines, celulares, autos, etc., para crédulos que pensamos que somos distintos. La realidad humana busca la singularidad, lo diferente, lo diverso. Las identidades se multiplican y se factorizan, el reconocimiento se convierte en una demanda, es mejor ser una minoría con derechos, que una mayoría conformista. Aceptarnos distintos duele, aceptarnos que somos un segmento de mercado definido que conocen nuestros gustos e intereses como parte la masa uniforme duele, cuando nos damos cuenta. Reconocer al otro es un proceso de perdidas de nuestras creencias e ideas y no estamos preparados para ello, por lo que doparnos con imágenes, con noticias, con música, con series, con espectáculos, con pastillas, con alcohol, con estupefacientes son mecanismo de negación de la realidad humana que le viene de maravilla al sistema capitalista.

El dolor es real. Se quiere vivir una vida sin dolor y sin querer pagar el precio. Se quiere negar la realidad y la evasión se convierte en la estrategia, que, dicho sea de paso, es siempre temporal y la vida cobra muy caro la osadía de querer huir del dolor, de no enfrentar lo que implica y que es contradictoriamente lo que nos hace verdaderamente humanos.

Vivir requiere paciencia. La felicidad no esta en el pasado y tampoco existe en el futuro. Es solo en el presente que el dolor puede ser mitigado, confortado, comprendido, aceptado e integrado, y es que solo desde y en el amor, -el cariño, la empatía, y la ternura- es posible paliar el dolor, ese que se siente en corazón, en la mente y en el alma y que ningún analgésico o mercancía puede aliviar, porque solo se puede vivir con otros y es que con su escucha, con sus palabras, con sus actos de amor es que el dolor se desvanece y se integra, porque es en el presente -en el aquí y ahora- que la felicidad se puede experimentar y el dolor disipar.

 

 

 

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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