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jueves, marzo 28, 2024

Empantanados y tristes 

Los problemas sociales se complican desde y con la política. La realidad social que hemos construido desde la modernidad, incluido el desarrollo del conglomerado urbano en el que vivimos da cuenta de cómo hemos ido creando una serie de dinámicas y necesidades humanas que han ido configurando una serie de ideas de lo que debería ser la sociedad misma, realidad social que implica reconocer la complejidad de las relaciones sociales y de los acuerdos y prácticas sociales en los campos de la política, de la cultura, de la economía, de las relaciones humanas y la convivencia social.

El mundo tiene diversas visiones y soluciones con relación al proyecto social, sus arreglos políticos e institucionales y sus prácticas culturales, cada nación tiene una forma de ser en la complejidad actual en un mundo que se globalizó, y donde los recursos naturales y las personas se convirtieron en mercancías, donde el mercado puso su sello, a través del control político y económico, con el uso de la fuerza militar, en la que la soberanía y la independencia de los pueblos quedó reducida a una noción imaginaria de autonomía y libertad. 

La interdependencia nacional se convirtió en una encrucijada con múltiples estigmas y desafíos. Pensar el desarrollo económico de un país de transformó en libre mercado, pero solamente para unos cuantos seres humanos. La acumulación actual de la riqueza es por demás inmoral, ya que no se trata solamente de justificar esa acumulación de la riqueza desde las miradas que exaltan cultura del esfuerzo individual, sino de comprender, el cómo y el porqué de esa concentración de la riqueza, misma que se ha hecho desde el amparo del poder, y en la que se permitido la expoliación de la naturaleza y la explotación de las personas. La interdependencia también se tradujo en deuda externa, -por ahora impagable-, en una maraña de acuerdos desiguales de libre comercio, con en una estrategia de fuga y robo de talentos en la llamada economía del conocimiento y en la cual la movilidad humana se convirtió en un problema de seguridad nacional. 

La agenda del desarrollo cargó los dados en favor de la gran ganancia para unos pocos, mientras que la agenda social se llenó de discursos políticos. La geopolítica se convirtió en la arena de lucha entre naciones y empresas para buscar donde establecerse con la mayor seguridad para sus inversiones -con la mayor plusvalía- y con las menores restricciones posibles en cuanto a la obligación de respetar los derechos humanos, -laborales y sociales-  sin el compromiso integral de cuidar y conservar los recursos naturales y el medio ambiente.

El mundo se repartió y se sigue repartiendo. Las guerras, las crisis económicas y los conflictos políticos en América Latina, África, Asia y en las naciones de la ex república soviética,  se deben en parte, a que son ahora visto únicamente como territorios en disputa por los recursos naturales que hay en ellos y en donde la estrategias de intervención social y política viene siendo parte de las diversas estrategias que desde el poder económico se impulsan para sostener el actual modelo económico de libre mercado, especialmente desde hace 40 años.

Entre esa complejidad política, de orden estructural, también emerge una realidad humana, esa, la de la vida cotidiana. Las personas estamos en contextos específicos, en situaciones que ponen a prueba la condición humana, junto con sus recursos de personalidad y sus posibilidades de desarrollo personal, -tanto en lo individual y en lo colectivo-, desde las esferas individuales, familiares, laborales y comunitarias. Espacio vital –en su conjunto- en donde se expresa la existencia y las condiciones materiales de vida, en la que están presentes las necesidades básicas para sobrevivir, -comida, casa, salud, afectos, trabajo, agua- junto con la posibilidades culturales y sociales de ser persona, – las de poder ser y estar con otros- y con ello también las condiciones para desarrollar las capacidades humanas –la inteligencia, la comprensión, la ética, la creatividad, el arte, la conciencia y la imaginación- de todas las personas, respetando y reconociendo la diversidad humana en todas sus dimensiones, especialmente la de la libertad.

Al parecer la realidad social, política y económica que hemos construido nos abruma como nunca. Las posibilidades reales de que las personas puedan tener una real y sostenida calidad de vida, desde la perspectiva de los Derechos Humanos y desde una ética de la libertad son cada vez más escasas. La realidad humana y sus problemas ya nos rebasaron. No solamente es hacer un recuento de los problemas que tenemos, pero en lo que se refiere a los estados de ánimo que son parte sustancial de la condición humana en nuestro país, como lo reseña “México Social”* -con relación a la depresión y al suicidio-  muestran que hay un panorama difícil: 

“De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (INEGI, ENH, 2018), en México hay 109.28 millones de personas que en ese año tenían siete años o más. Entre ellos, 56.59 millones declararon haberse sentido nerviosos o preocupados al menos una vez en el año. 8.19 millones declararon tal sentimiento una vez a la semana; 7.3 millones al menos una vez al mes; y el resto lo siente algunas veces a lo largo del año.

De los 56.59 millones que declararon algún sentimiento de preocupación o nerviosismo, destaca el hecho de que, entre ellos, 25.3 millones son hombres y 31.28 son mujeres; y de los 10.46 millones que declaran vivir con sentimientos diarios de preocupación o nerviosismo, 6.17 millones son mujeres; es decir, no sólo son mayoría en este indicador, sino que viven o experimentan con mayor frecuencia este tipo de sentimientos.

EL INEGI estimó en la ENH, 2018, que de los 109.28 millones de personas mayores de siete años, habría 33.38 millones que han presentado estados de depresión; de ese grupo, 13.4 millones eran hombres y 19.97 millones eran mujeres.

Asimismo, entre quienes han vivido algún episodio de depresión, habría 3.24 millones que lo han vivido de manera diaria (2.14 millones de mujeres y 1.097 millones de hombres; 3.85 millones más enfrentan la depresión de manera semanal (1.14 millones de hombres y 2.41 millones de mujeres); 3.8 millones se enfrentan a esta condición de manera mensual (siendo 1.38 millones hombres y 2.4 millones de mujeres), mientras que 22.48 millones llegan a estar deprimidos una vez al año (9.47 millones hombres y 13 millones de mujeres).

Es importante destacar que de los 33.3 millones de personas que han experimentado depresión, hay 5.97 millones que manifiestan haber experimentado una depresión profunda; 6.39 millones declaran que la intensidad no fue “ni mucha ni poca”; mientras que 20.9 millones declaran haber estado “poco deprimidos”.

Según las estadísticas de mortalidad del INEGI, entre los años 2008 y 2017, se ha registrado un total de 57,751 casos de suicidio; este dato implica un promedio anual de 5,775 casos por año, o bien, un indicador de 15.8 suicidios por día.

A pesar de lo anterior, es importante subrayar que el número absoluto de casos se ha incrementado de manera relativamente acelerada, pues si se considera solo el periodo del 2014 al 2017 se tiene un promedio anual de 6,423 casos, o bien un promedio diario de 17.6 suicidios.

En términos relativos, el INEGI estima que precisamente en el periodo señalado, la tasa de suicidios en México se ubica en un promedio anual de 5.17 casos por cada 100 mil habitantes, indicador que contrasta con los 4.3 casos por cada 100 mil habitantes que se registró en el año 2010”.

Estamos en un punto de quiebre, en donde la realidad social produce estas respuestas humanas, que nos empantanan y nos entristecen, respuestas que son parte de algo más complejo y  que se suman a otras prácticas sociales y personales, como son la falta de empleo digno, el acceso y permanencia en el sistema educativo, la ahora notoria precariedad del trabajo, la falta de acceso a la salud integral –incluida la emocional y mental- entre otras que no están creando entornos saludables y dignos para las personas.

Las problemáticas humanas, sociales y culturales se manifiestan sin dar tregua y se acrecientan con gobiernos que siguen pensando y actuando sólo bajo la lógica del mercado y de las ganancias, atendiendo los mandatos internacionales de empresas, de organismos financieros internacionales y de unos cuantos países poderosos, entre ellos el vecino del norte. 

Estamos empantanados y tristes, en medio de gobiernos que no acaban de ser y de entender su responsabilidad política, pero sobre todo social, con relación al verdadero bienestar humano en todas sus dignidades y lo que implica.

*En el Profundo Pozo de la Depresión, Sep 10, 2019. En: 

http://mexicosocial.org/en-el-profundo-pozo-de-la-depresion/?fbclid=IwAR0SwtmBJQo2OsEJspfO_Pw7GiPdHLBZ_wtwQ7G2SR89w4AAZQOXAlUwftk

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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