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sábado, abril 27, 2024

Hay vida antes de la muerte

“Vistos desde arriba somos todos enanos y desde abajo todos gigantes… Debemos recuperar la visión horizontal, la visión solidaria, respetar a los demás, entender que, por suerte, somos todos distintos y que nadie tiene derecho de imponer a los demás, su propia verdad como si fuera la única verdad posible”.

     Eduardo Galeano

 

“Mi propósito es ser quien soy. No puede reducirse a un trabajo, a una profesión, a una etiqueta, a una relación o a un título. Es la energía que encarno y que traigo a cada interacción. Este es mi mayor legado”.

   Tahlia Hunter

 

 

“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”.

  Simone de Beauvoir 

 

 

 

Casi siempre se instala en algún momento la preocupación existencial sobre ¿si hay vida después de la muerte? Menudo lío que ha enfrascado ideas, teorías, creencias teologías, reflexiones filosóficas y metafísicas por más de 10 mil años de la civilización humana, y en la que la cultura ha intentado contestar esa pregunta, que sin duda alguna es una interrogante legítima ante la certeza de la finitud de nuestra existencia, pero sin respuestas definitivas.

 

Hasta ahora son creencias válidas para quien profesa una fe en la que se anuncia que hay “algo” llamando el “Paraíso” y su contraparte el “Infierno”, al que se llega después de morir. Otras cosmovisiones, orientales plantean la reencarnación para luego llegar a “algo”, nombrado como el “Nirvana”. Para visiones científicas ese “algo” es la “Nada”.

 

Entre todo, las preocupaciones existenciales han moldeado la conducta humana, y se han desarrollado miradas por demás subjetivas en las que se asocian las “buenas conciencias” y el “portarse bien” como la manera de acceder después de la muerte, esos lugares de paz o disfrute después de tanto sufrimiento y resistirse al pecado, dando un valor a las experiencias de vida que han hecho el bien, así como a muchas maneras distintas en que se han definido los ideales del bien común.

 

Sin embargo, lo que ha ido develando las posibilidades de reflexión ante el hecho de entender la muerte, ha sido la construcción de una profesión, la tanatología, que es el estudio científico de la etapas terminales de la vida de las personas y el comprender la naturaleza de la muerte de manera interdisciplinar, con el fin de apoyar a las personas para minimizar el sufrimiento físico, psicológico y emocional, así como la aprehensión y los sentimientos de culpa o de pérdida, de los familiares y amigos, así como de contención al personal médico que llega a estar implicado en los cuidados de pacientes que mueren.

 

Ahora bien, es la incertidumbre y la falta de certezas lo que nos lleva las más de las veces a tener temor de morir, que es comprensible y más, cuando hoy muchas de las muertes son accidentales y otras causadas por enfermedades en personas jóvenes, y por lo tanto inesperadas y con ello se instala un sentimiento de impotencia, tristeza, enojo y sufrimiento.

 

Las muertes en el contexto actual de las violencias asociadas al crimen organizado y a las prácticas de poder de los cárteles del narco, hacen que la muerte se vaya naturalizando ante a la ineficiencia del aparato de estado y ante la dilución del estado de derecho, que provoca un resentimiento social y una demanda permanente de justicia real. Esta cultura de la muerte, se agrava ante las constantes violencias en contra mujeres y niñas; y con ello los feminicidios. La insensibilidad de las autoridades, junto con la misoginia, el machismo y el patriarcado han permitido que se sigan realizando estas agresiones hasta la muerte de cada vez más mujeres y niñas en el país.

 

Si hay vida antes de la muerte, por qué nos resistimos a vivir con dignidad, en comunidad, bajo un mandato social de procurar el bienestar para todas y todos y por tanto, construir relaciones humanas productivas, afectivas y culturales que pongan el bien común como principio de vida y como código moral de convivencia social. Si hay vida antes de morir, por qué no partir de poder aceptar la fugacidad de la existencia, y si la vida es efímera desde cualquier cálculo que usemos, nos damos a la tarea de crear todas las posibilidades de aspirar a vivir con dignidad, justicia, prudencia, humildad y gratitud.

 

Robert Waldinger, psiquiatra e investigador, preguntó a participantes de más de 80 años de edad, de qué te arrepientes y de qué te enorgulleces más. El señala que casi todos los hombres que contestaron, “dijeron que se arrepienten de haber pasado tanto tiempo trabajando, en lugar pasarlo con sus seres queridos, nadie en su lecho de muerte desearía haber pasado más tiempo en el trabajo o en su oficina. Muchas mujeres que participaron en el estudio dijeron que se arrepentían de haber tenido tan en cuenta el que dirán y la opinión de los demás sobre de ellas y que les habría gustado ser más fieles a sí mismas”.

 

Sobre la pregunta ¿de qué estaban más orgullosos? “casi todos hablaron de sus relaciones, dijeron que habían sido un buen jefe, un buen padre, un buen amigo, un buen mentor. Casi nadie dijo, me he ganado un Nobel o me hice rico, aunque en el estudio había gente rica o famosa. Recalcaron la calidad de sus relaciones. Parece que cuando vamos llegando al final de nuestra vida, vamos poniendo más atención a lo que en verdad importa.

 

Esto nos lleva a dar valor a las personas que queremos y amamos, a pasar más tiempo con ellas, a procurar a las y los amigos, pero también al autocuidado, al saber descansar, a dar valor a mesura y a la tranquilidad que da el poder pensar y sentir la vida y poder decidir y actuar en consecuencia.

 

Se trata de darnos la oportunidad de conectar con la naturaleza, a observar el cielo, a escuchar el canto de las aves, a apreciar el color de las flores, de la belleza de plantas y árboles, del olor de la tierra, a poner la atención plena en la vida que se expresa a nuestro alrededor. Se trata de dar valor existencial al presente, al aquí y el ahora, reconociendo nuestra historia y aceptando el reto de construir desde nuestros deseos e identidad el futuro. Se trata de estar aquí, pero desde una actitud de servicio, de colaboración con el otro, con los otros.

 

Impulsar una cultura de la vida es el antídoto ante la indiferencia, ante la desidia, ante la falta de interés por aprender, ante las prácticas destructivas -adicciones, autolesiones, y hedonismo-, ante la cultura mercantil del individualismo y ante la falta de compromiso para resolver los problemas que originan la desigualdad, la inequidad, la injusticia y la violencia.

 

Hay vida antes de la muerte. Comprender y sentir la vida a flor de piel todos los días y desde ese ser que somos y vamos siendo, poder tener esas razones, esos propósitos, esa misión que nos ayuda a ir encontrado y logrando nuestros sueños, nuestros deseos. La vida, como algo tangible, consciente, puede ser la fuerza necesaria para construir mundos mejores, posible y verdaderamente humanos. La vida es una y es una oportunidad para “ser” y para “ser en el mundo” mientras haya vida antes de la muerte.

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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