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jueves, abril 25, 2024

Inesperado

“Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detendrá para que lo arregles”.

 William Shakespeare

 

“La vida es un misterio insondable. Está llena de casualidades, de cambios de rumbo tan repentinos e increíbles como retorcidos e impensables”.

 

Haruki Murakami  

 

¿Es posible prepararse para lo incierto, para lo fortuito, para el azar? Vivir anclado a respuestas predeterminadas pareciera lo más seguro para uno, “el que obedece no se equivoca”. No dejar nada al ejercicio de libertad y al libre albedrio es asumir que no existe la voluntad personal y que solo se trata de vivir con mandatos preestablecidos, que en el fondo es la aspiración que desde quienes ostentan el poder, especialmente el económico, quieren que las personas vivan. Que las personas obedezcan, consuman, se endeuden y vivan bajo las reglas del mercado y mueran es el deber ser establecido, pero que también consuman aun de después de la muerte, basta con ver los costos de los servicios funerarios para constatar que la muerte tiene precio, nada barato.

Las historias de vida que llegamos a escuchar casi todos los días están teñidas de las muchas dificultades para tomar decesiones adecuadas, de las preguntas sobre qué hacer, cómo resolver tal o cual circunstancia, o bien a dónde acudir por ayuda, por una orientación y por una solución ante lo inesperado que la vida va presentando a cada uno, a cada una y que sin más se muestra la más de las veces como un problema. 

Los problemas de la existencia material abundan, falta de trabajo, bajo salarios, deudas, carencia de vivienda digna, acceso a la salud, hambre. Los problemas emocionales y los trastornos en la salud mental abundan. Los corazones rotos, el desamor, el enamoramiento, los rechazos, los reclamos, las adicciones, las violencias psicológicas, el maltrato, la depresión, la ansiedad, la angustia, la desesperanza, el amor son los temas que inundan el alma y el corazón con las tribulaciones propias de las preguntas que nos hacemos ¿Qué hacer? ¿Por qué a mí? ¿Cuándo tendré paz? ¿Qué no hice bien? ¿Qué faltó? ¿Podré un día dormir sin preocupaciones? ¿Hasta cuándo podré soportar esta tristeza? ¿Es posible por fin tener unos días, unas horas o minutos de felicidad?

La condición humana está construida en una buena parte de la sensibilidad emocional que nos caracteriza. Hablar de lo que vivimos es la posibilidad de nombrar lo inefable, el deseo mismo, el inconsciente haciendo su parte para decirnos eso que no vemos, que no escuchamos, que no aceptamos a la primera, que se esconde en los laberintos que tenemos en la mente. 

La vida se expresa también en la posibilidad de la belleza, de que aquello que no arroba, embelesa y extasía, una melodía, una obra de arte hecha cuadro, una escultura, la danza, la fotografía o el cine y que se conjuga con horizontes de colores y de luz, con cielos azules y nubes juguetonas, con estrellas, cometas y una luna que sigue mostrado la fuerza de sus influjos. 

Sin embargo, la naturaleza de lo humano también está llena de prejuicios ante lo real y con un rechazo casi por decreto a reconocernos falibles, frágiles, vulnerables y efímeros y que pareciera ser una trasgresión imperdonable a un “deber ser” socialmente configurado desde la cultura dominante. Una realidad social en donde la docilidad se premia con cigarros, alcohol, televisión, dulces, comida chatarra y ahora con pantallas para tener acceso a las redes sociales, premios por los que se tiene que pagar. El capitalismo es perverso en sí mismo y el mercado no tiene escrúpulos. La rebeldía es inaceptable, la resistencia es mal vista y disentir es contracultura y es libertad.  

Las cosas que son gratis se desprecian: la amistad, la solidaridad, la convivencia social, las familias, la escucha, la empatía, la protección, el cariño, la ternura y el amor. El mercado busca transformar en mercancías todo esto, crea ilusiones y deseos, fomenta maneras en el que vivir que está asociado a tener que comprar algo para expresar esas emociones, vivencias y sentimientos, y la mercadotecnia hace de las suyas. Comprar es existir, sería el lema que estaría rotulado en cada cosa que compramos que no es otra cosa que el “Compro luego existo” que escribió Guadalupe Loeza hace ya casi 30 años y no hemos aprendido nada desde entonces.

Las palabras amables son escazas, la escucha atenta y respetuosa brilla por su ausencia, la empatía con el otro se desdibuja en un egoísmo que celebra el individualismo, la solidaridad es mal vista, la felicidad se envidia y la fraternidad y la sororidad son banderas que alientan la construcción de un mundo mejor a contra corriente. Comprar es la única respuesta aceptable para la sociedad mercado, aunque ello implique la frustración, la desesperanza y la tristeza de no tener lo que se muestra en comerciales, aparadores y anuncios de todo tipo y a toda hora. El capitalismo es muy hábil y es que ahora para escuchar música o ver videos o películas sin comerciales se tiene que pagar. Todo tiene un precio y hay que pagarlo, si no, no se existe. 

Lo inesperado sería en esta Navidad no comprar nada que no se necesite realmente. Lo inesperado sería regalar cosas hechas por uno mismo, una carta, un presente hecho por uno, un pensamiento, un deseo expresado, un poema, unas palabras reconfortantes, un platillo preparado con cariño. Ulises Kaufman escribió: “Estúpido es creer que el regalo está dentro del paquete, siempre, son las manos que lo entregan”. Regalar algo realmente humano y desde el corazón eso sí sería inesperado. En estos tiempos que nos han mostrado lo importante que es sentir y estar con las personas que nos importan, que queremos y que amamos, habrá que recuperar el asombro y por tanto dar valor a lo inesperado, eso que no tiene precio y que no se compra en ningún lugar.                                   

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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