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miércoles, abril 24, 2024

La ciudad de uno, de todos, de todas

Hacer el retrato de una ciudad es el trabajo de una vida y ninguna foto es suficiente, porque la ciudad está cambiando siempre. Todo lo que hay en la ciudad es parte de su historia: su cuerpo físico de ladrillo, piedra, acero, vidrio, madera, como su sangre vital de hombres y mujeres que viven y respiran. Las calles, los paisajes, la tragedia, la comedia, la pobreza, la riqueza.
Berenice Abbott

La vida moderna exige, y está a la espera de un nuevo tipo de plan, tanto para la casa como para la ciudad.

Le Corbusier

Las administraciones municipales, en este caso de León, pero de cada una de las ciudades que se van construyendo y configurando en el mapa del territorio nacional, no logran entender, no pueden comprender y mucho menos gobernar pensando y reconociendo que la ciudad es de todos y todas.

El territorio urbano se va desarrollando con el tiempo pero sobre todo con las prácticas sociales y culturales de sus habitantes. Las necesidades de vivienda son sin duda el principal detonador del crecimiento urbano y de la conformación de lo que serán calles, avenidas y bulevares. También sus habitantes, unos permanentes y otros en tránsito, serán los que vaya creando los lugares y los espacios públicos. Los gobiernos municipales idealmente hacen eco de las necesidades y de las prácticas sociales para realizar la inversión pública y con ello dotar de servicios básicos a los residentes que se integran forman y crean a la ciudad.

Sin embargo, las ciudades son una expresión de la estructura social, pero sobre todo de la estructura económica. Por una parte está la opulencia y la riqueza, que marca desde la relaciones de poder, el trazo de la ciudad, y con ello las prioridades para dotar de servicios y equipamiento urbano, las calles y avenidas, ahora de los distribuidores viales, que se desarrollan con rapidez y en poco tiempo los servicios están completos, desde letreros de calles hasta la dotación de agua potable y alumbrado público, incluida la seguridad pública, que por alguna extraña razón, sí son recorridas por patrullas de la policía: Gran Jardín, el Molino, Bosque Azul, El Mayorazgo, Punta del Este, Sierra Nogal, el Campestre, entre otras colonias.

Por otra parte, está la pobreza y la miseria. Colonias que tienen 60, 50, 30 años de existir, con densidad de población alta y que se hacen invisibles a los gobernantes y sus administraciones. Se agrupan en “polígonos de pobreza” que abarcan decenas de colonias casi todas irregulares y que a cuenta gotas van siendo atendidas con lógicas clientelares de los partidos políticos en turno, para que les vayan pavimentando alguna calle, instalando algunos postes de energía eléctrica, de la cual se colgarán cientos “diablitos”, el agua potable que sólo llegará por pipas, y en donde la seguridad pública brillará por su ausencia y el transporte público será un asunto pendiente que condena a sus habitantes a madrugar, a caminar kilómetros, a usar de dos a tres horas de la vida para llegar a sus destinos sea la casa o el trabajo. Aún en colonias que existen casi desde la fundación de la ciudad hay calles sin urbanizar.

Los dueños de la ciudad se han apropiado de tierras. La acumulación de la riqueza es una constante. Pocas familias son las dueñas de la ciudad y son ahora los fraccionadores que también construyen edificios y hoteles, que luego los venden a cadenas hoteleras internacionales, que es parte de las estrategias de negocios de la globalización económica. Son también los dueños de un sinfín de terrenos baldíos que perforan la ciudad con espacios usados solamente para la especulación urbana y para la obtención de ganancias groseras a costa de la inversión pública, y retrasando su uso para sacar la mayor tajada posible.

Ya la ciudad empieza a mostrar sus crisis permanentes. Empezando por la falta de programas de regularización de las colonias que tienen décadas de existir y que su condición, -irregular- las pone lejos de poder tener servicios básicos, que serían unos de los derechos humanos mínimos y de dignidad de quienes las habitan.

Una ciudad que demuestra que los gobiernos municipales aún creen que las obras que realizan son para siempre y que no requieren mantenimiento. Un simple paseo a pie nos muestra por donde pasemos que hay miles de banquetas rotas, pavimentos fracturados, muchas calles sin esas banquetas, coladeras y registros sin tapas, postes y vallas oxidadas, rotas, sin pintar, incompletas.

Las ciclovías inconclusas, con señalética rota y en mal estado, sin los avisos de cuidado y protección a ciclistas y peatones, otras de estas vías que usan miles de ciclistas han sido dañadas por las obras que realiza el municipio que las rompen y que no las vuelven a reparar. Pareciera que recorrer las ciclovías es un deporte extremo.

Una ciudad en donde en sólo hay unos cuantos semáforos sonoros -en la zona centro sobre el Blvd. López Mateos- para apoyar invidentes a cruzar la avenida, pero sin considerar al resto de las personas con capacidades diferentes. Una ciudad que muestra que la exclusión es una constante.

Una ciudad que en la que se da preferencia a los autos particulares, que a dotar de transporte público de calidad, limpio, seguro y puntual. Una ciudad que prefiere poner anuncios en el transporte público que valida el acoso y las agresiones sexuales a las mujeres, basta con ver los texto en las “orugas”, en lugar de generar verdaderos programas de protección de derechos para las mujeres.

Una ciudad que usa a las personas de la tercera edad para barrer calles y avenidas, -argumentando el gobierno municipal- que contrata a empresas para esos servicios, para evadir su responsabilidad.

Una ciudad que ocupa uno de los primeros lugares de contaminación del aire y que poco se hace para controlar la emisiones y descargas de contaminantes aire. Una ciudad que tiene un déficit de áreas verdes y de árboles para la cantidad de ciudadanos que la habitamos. Una ciudad que entre todo, se olvida o se encubre a su manera que es el cuarto municipio con el mayor número de personas en situación de pobreza de todo el país.

Una ciudad en la que la violencia y el delito son expresiones de ineficiencia, de omisión, de impunidad, de corrupción, de falta de programas sociales, de educación de calidad, de vivienda digna, de calles alumbradas y seguras, y la falta de empleo digno, seguro y bien pagado. Una ciudad donde la coordinación entre federación, estado y municipio es usada como excusa para justificar lo que está pasando en materia de seguridad pública.

La ciudad es de todos y todas, sin embargo se sigue gobernando para unas cuantas familias. La ciudad es de todos y todas, y por ahora la mirada está puesta en el estadio León, en los outlets, en las plazas comerciales, en los supermercados, en el Poliforum, en los espectáculos artísticos, en las gasolineras, en los distribuidores viales, en la tercera y cuarta etapa del SIT, en el congestionamiento diario del Blvd. Aeropuerto, en la pérdida de terreno en el parque Metropolitano. La pregunta de fondo es: ¿Cuándo se pondrá en el centro del interés del Ayuntamiento a sus habitantes, sus necesidades, demandas y derechos?

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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