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viernes, marzo 29, 2024

Los adioses

“A veces se te oprime el corazón cuando piensas en las cosas que habrían podido ser y que no fueron.”

     Patrick Modiano

“Creo que existe solamente un mundo, y una sola realidad, que cada uno de nosotros contempla desde una posición única e intransferible en función de las heridas, y de los premios, con los que la vida nos haya marcado”.

Almudena Grandes

“Arriesgarse es perder momentáneamente el equilibrio. No arriesgarse es perderse a uno mismo”.

Soren Kierkegaard

 

Las despedidas, el soltar, los duelos, sentir el dolor, pensar la pena, pensar el dolor, sentir la pena, dar cabida a las ausencias, vivir el vacío que deja alguien en lo real o en lo simbólico. La sensación de culpa, el remordimiento que se convierte en pensamiento recurrente, y hasta obsesivo. El torrente de preguntas que se desatan ante la ausencia de alguien, ante la pérdida de un ser amado, ante la muerte, ante la ruptura emocional, ante el fracaso de una relación de pareja, ante el fin de una ilusión sobre alguien, ante la expectativa no cumplida, y como escribió el poeta Pedro Salinas, nos quedamos con el sentir en la piel, en lo huesos, en la sangre, en el pensamiento, en el corazón.

 

“Y mientras yo te sienta,

tú me serás, dolor,

la prueba de otra vida

en que no me dolías.

La gran prueba, a lo lejos,

de que existió, que existe,

de que me quiso, sí,

de que aún la estoy queriendo.”

 

Hay pérdidas materiales que también fracturan la confianza en uno mismo, y a veces en otros, son sucesos que hacen volver a empezar casi de la nada, y si somos capaces de reflexionar y somos inteligentes quedará el aprendizaje y la posibilidad de ejercer la libertad de elegir y tomar nuevas decisiones, teniendo la audacia de volver a poner la ilusión y el deseo por delante, y de que algo nuevo vendrá seguramente. Tomar decisiones es tomar y hacerse cargo de los riesgos, es atreverse, es arriesgarse.

 

Uno de los aspectos más complejos de la realidad humana es la forma que se viven “Los adioses”, el duelo, el adiós, el dejar ir, el poder despedirnos de lo que fue, de lo que ya no es, de lo que a veces nunca fue y de las ideas e ilusiones sobre todo lo que pudo haber sido.

Lo cierto es que no sabemos cómo hacerlo. No hay manual, no hay instructivos, no se puede generalizar porque cada vínculo es único, cada historia de apego, cada relación de cariño o lazo de amor tiene sus propias raíces, sus tallos, sus troncos, sus ramas y follajes. Lo real es que la desolación, el desconsuelo, la soledad, la intranquilidad que se viven y las preguntas y respuestas que nos damos son únicas, nadie puede sentir en lo real, por más empatía que sintamos, el profundo dolor ante un adiós, ante la muerte, ante la ausencia y ante el abandono, sea necesario o inevitable.

Hacemos ritos y ceremonias. Se busca paliar todo lo que nos duele, lo que sufrimos. Queremos expresar y hablar con amigos y amigas del dolor, a veces con alguien de la familia, expresar lo que se siente al sentir el estar solos, abandonados, entrañando las ausencias que hacen tajadas en corazón, que hacen jirones la piel y el alma. Algunas personas buscan apoyo con profesionales de la salud mental, psicólogos, psiquiatras, tanatólogos, otros más caen presas del dolor, y se aíslan, dejan que el dolor los consuma, no pueden encontrar por si solos salidas a esa pena.

También se busca en las palabras de otros y otras, escritores y poetas, esas formas con las que a veces damos salida al dolor que nos invade y nos consume. Otras veces nos damos a la tarea de sacar la pena a través de nuestra propia voz, con nuestras palabras, que usan nuestra alma como papel y la sangre de un corazón partido como tinta. Los duelos y las perdidas, nos ponen en el escenario de la incertidumbre, de la fragilidad, de la sentir la vulnerabilidad humana y confirmar, aunque no nos guste, que la única certeza que hay es la de la finitud de las cosas, de las ilusiones y de la vida misma. Habrá que comprender, que la trascendencia humana esta en lo que dejemos como testimonio y en los afectos amorosos que demos a las personas que conocemos y especialmente a las que amamos.

Esto de las despedidas es algo que nos conmueve, nos afecta, nos toma muchas veces por sorpresa y que nos puede hacer desbaratar, y que nos cambia la vida radicalmente. Habrá que aprender a soltar y dejar ir, pero también a aprender a sostener y apoyarnos para hacer que el dolor se convierta en vida, con lo paradójico que se puede pensar que es esta idea.

Sentir la vida y vivir con plenitud, con consciencia, con sentido y responsabilidad es la forma de no dejarnos vencer y abatir ante el desasosiego que las perdidas y las ausencias nos producen en esto que es existir. “Somos polvo en pena. La luz brilla a través de nosotros como a través del rocío de las olas, polvo de agua al romper, o la lluvia que cae” escribió la escritora estadunidense Ursula K. Le Guin. Nos toca aprender a decir y a actuar todos los “adioses” que vendrán. Ahí está la oportunidad de encontrar el sentido vivir con pasión, con deseo, con plenitud, con dignidad y con libertad la vida que todas y todos tenemos aún.

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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