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jueves, abril 25, 2024

Mientras tanto

“No hay prisa. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie salvo uno mismo.”

         Virginia Woolf

 

Tenemos la oportunidad aprovechar las situaciones que la pandemia ha producido para muchas cosas. Las crisis son espacios para reflexionar e intentar reacomodar, rehacer y reinventar todo. Jorge Wagensberg escribió: “Cambiar la respuesta es evolución, cambiar la pregunta es revolución”.  Mientras tanto, en lo que se controla el Covid-19, es la hora de formular nuevas preguntas y de encontrar nuevas respuestas.

En lo social, Jacques Littauer señala que la cuarentena ha demostrado tres cosas: “Uno: nuestra economía se derrumba tan pronto como se deja de vender cosas inútiles a personas sobre endeudadas. Dos: es perfectamente posible reducir de manera drástica la contaminación y Tres: las personas peor pagadas del país son las más esenciales para que éste funcione”.

El modelo económico ya no ofrece la ilusión del desarrollo, de la movilidad, de la equidad y de justicia social. La igualdad como aspiración e ilusión y su contraparte la desigualdad como realidad y consecuencia, muestran el fracaso del neoliberalismo, con los altos costos sociales, ambientales, así como la fragmentación y la estratificación social y económica del mundo con la globalización.

Mientras tanto, en la ficción del éxito capitalista se ha anidado a su vez un individualismo hedonista, que se regodea en sí mismo y que se desenvuelve entre una vanidad que raya en un narcisismo – un vacío del yo – y en un aislamiento -ansiedad y depresión- que cancela la socialización necesaria para interactuar con otros y que evita el poder llegar a ser una persona completa.

La cultura del rendimiento como la ha descrito Byung-Chul Han logró su cometido. La auto explotación y el cansancio en favor del capital de forma voluntaria se ha instalado, ya sin un patrón que obligue a producir todo el tiempo, – la sociedad del rendimiento permanente -, con la ventaja de ser obedientes y disciplinados. Una sociedad en donde el poder se expresa entre la Biopolítica de Foucault y la Psicopolítica de Han.

Mientras tanto, se tienen que empezar a desarrollar nuevos modelos de acción social y colectiva, en donde la política sea un asunto de interés público y en la que se configuren y acuerden renovadas prácticas ciudadanas, para dar el espacio a la conciencia y la participación cívica, con una nueva agenda social, política, cultural, económica, ambiental y humana, pero sobre todo incluyente.

La pandemia ha mostrado la fragilidad de las instituciones que atienden  la salud y la educación de las personas y que son instancias del estado que son sustanciales en la vida social del país, tanto en la conformación de las interacciones humanas como lo es el proceso educativo, que implica la formación de las personas en su sentido más amplio, -especialmente de la infancia y de la juventud- junto con el derecho a la salud y a disfrutar de una vida digna, como condiciones mínimas para la existencia, desde una “ética de mínimos” como lo ha propuesto Adela Cortina.

Mientras tanto, la escuela se tendrá renovar y los actores sociales que intervienen en ella tendrán que ajustarse, evolucionar y cambiar: padres y madres, maestros y  maestras, las y los alumnos, junto con toda la institución,  – con sus mandatos, carismas, misiones y visiones – para dar paso algo nuevo, original, creativo para elaborar una idea diferente del cómo alcanzar los fines de la educación: que conlleva la tarea de crear condiciones y desarrollar procesos para que todas las personas puedan llegar a ser lo mejor de sí mismas, en un contexto social de colaboración y respeto, en donde la dignidad humana y los derechos humanos sean el continente del hecho educativo.

El sistema de salud del país tendrá que ser renovado y se tendrá que hacer efectivo el derecho universal a la salud. La pandemia demostró que ésta no es democrática y ha hecho visible con mucha crueldad las brechas sociales y económicas que la sociedad mexicana tiene. Mientras tanto, habrá que evaluar las consecuencias de la pandemia, hacer visibles los estragos sociales, económicos y humanos que el Covid-19 agudizó y especialmente en la salud emocional de las personas.

Mientras tanto, en la vida cotidiana de parejas y familias, – con toda la diversidad que implican-, es necesario dar oportunidad a la gestión de un proceso social amplio de construcción, deconstrucción, reconstrucción y de exploración de todo el mundo interior de las personas, desde su individualidad con sus vínculos y relaciones, incluyendo la salud mental y a partir de ello poder explicitar y llevar al plano de la consciencia, en medida de lo posible, las interacciones afectivas, el manejo de las emociones y la expresión de los sentimientos, en donde los procesos inter e intra personales de comunicación, junto con el diálogo y la confianza, la escucha y el habla, – sean posibilidad y recurso -para comprender la complejidad de lo que es el ser humano en sus contextos de vida al convivir con las y los otros.

Mientras tanto, es necesario y urgente aceptar que la conformación de nuestra personalidad y la forma en la que reaccionamos e interactuamos con los otros y ante la realidad, son parte de los múltiples procesos humanos, sociales y culturales propios del desarrollo en la complejidad de que quienes somos y de quienes vamos siendo en la vida. Habrá que entender que la configuración es única para cada persona y que en este proceso se presentan sucesos psicológicos, que no son lineales, ni son predeterminados, pero que sí son profundamente afectivos y que se instalan en cada uno de nosotros, en una dinámica psicológica propia y que se integran a una trayectoria de vida, que oscila entre la vida y la muerte, como parte de las preguntas fundantes la consciencia y la existencia humana.

Ahí, mientras tanto y si lo pensamos un poco, está la posibilidad de empezar un gran cambio social, de base, desde abajo, con todos y todas, sustentado en el ser bio-psico-social que somos. Para reinventar un espacio para la solidaridad, para la fraternidad y la sororidad, como un antídoto, no sólo para el Covid-19, sino para entender, atender y enfrentar el nuevo “Malestar de la Cultura” que se nos presenta.

El Dalai Lama ha dicho: “El mundo no necesita más personas exitosas. El mundo necesita desesperadamente más pacificadores, sanadores, restauradores, contadores de historias y amantes de todo tipo.” Mientras tanto, podemos iniciar a pensar y crear juntos algo nuevo, una nueva realidad, una nueva utopía, sí, la de otro mundo posible, en donde por lo pronto, tenga un lugar la esperanza, mientras tanto.

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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