“No sé si soy extremadamente sensible o si la vida es insoportable.”
Vincent Van Gogh
“Las miradas que más marcan son aquellas que desnudan más al que observa que al que es observado.”
Sara Búho
“Cuando no exigimos nada del mañana, y aceptamos el hoy con gratitud, la hora mágica siempre llega.”
Hermann Hesse
“Lo ausente tiene un extraño modo de manifestarse.”
Alejandra Pizarnik
“Feliz de ser quien soy, sólo una gran mirada: ojos de par en par y manos despojadas.”
Rosario Castellanos
“Apaga el gris de tu vida y enciende los colores que llevas dentro.”
Pablo Picasso
“Cuando las críticas ya no te afectan. Cuando las prisas ya no te gobiernan. Cuando aprendes a bailar en la tormenta. Ya nada ni nadie te quita tu paz interna…”
Arnau de Tera
Hace pocos días, una persona a la que quiero mucho, me preguntó a propósito de cumplir años,64, ¿Qué le diría desde mi ser adolescente a la persona que ahora soy? Le confesé que no lo había pensado. Después de unos minutos en que mi mente se aceleró entre recuerdos, emociones y sentimientos, respondí, con el corazón latiendo de prisa: Que estoy contento por las decisiones que he tomado, que he podido decir lo que pienso y siento y que eso me ha llevado a ser la persona que soy. El diálogo con ella me llevo a repasar con pinceladas desde la memoria momentos de cambio en mi vida y de ver cómo la vida se presenta en una narrativa que marca siempre un antes y un después en todo lo que se aprende y en lo que se reflexiona.
Pensé también en la canción de los Beatles, “Cuando tenga 64”, que escuchaba en los años 70 -del siglo pasado- y que era una edad que veía lejana en ese entonces, y ahora que llegue a ella, con nietas en las rodillas como dice la canción de los Beatles, y aceptando que me siento contento de seguir aprendiendo de la vida, a procurar vivirla con todo lo que implica: con deseo, pasión, curiosidad, y sin certezas dadas. Poniendo de una u otra manera lo que voy siendo desde lo que he sido a través del tiempo. Tal vez la gratitud es lo que más he aprendido a sentir y a expresar día con día, y a poder ejercitar una escucha, sin prisa, sin prejuicios y sin quedarme inmóvil ante las injusticias, ante el sufrimiento y el dolor humano.
Esto del desarrollo y el conocimiento de uno mismo no es nada fácil. Lo único constante es el cambio y el reconocer que implica verse en el reflejo en los otros, tomar conciencia de lo que decimos que somos y que entre lo que vemos y lo que proyectamos, la vida pone desafíos que templan el carácter, y van definiendo una personalidad única que tiene un sustrato base, y que el de comprender que uno es un sujeto que viene siendo desde la infancia, pero, que ese “ser uno” nunca es algo fijo, determinado, y sin un destino predeterminado, aunque sí, con muchas condiciones estructurales que limitan las opciones por la cuales uno puede ir siendo. A modo de ejemplo, a mí me gusta mucho la música, sin embargo, no tuve oportunidad de aprender a ejecutar un instrumento musical.
Chiara Trabalza dijo:
“Todo era más fácil cuando éramos niños, cuando las palabras no dolían y los abrazos eran sinceros. Cuando el dolor más grande era una rodilla pelada y la única dificultad era atarte los zapatos. Todo era más hermoso de niño, cuando para tocar el cielo solo tenías que ir en un columpio y un libro de cuentos te hizo soñar. Cuando una piruleta era suficiente para pasar la tristeza y una luz encendida para asustar a los monstruos debajo de la cama. Cuando el mundo parecía perfecto y teníamos prisa por crecer. Ahora el mundo es más aterrador y a veces quiero volver a ser un niño.”
Y en eso de cumplir años a esta altura de la vida, ves que como escribió Rosa Rojas que:
“Cuando logras mantener tu paz interna, te vuelves imparable y capaz de enfrentar cualquier desafío con serenidad. Es un recordatorio de que la verdadera fortaleza proviene de dentro y de la capacidad de permanecer centrado en medio del caos.”
Como dijo Anthony Hopkins, actor inglés:
“El mayor alivio llega cuando dejas de intentar gustarle a todo el mundo. Me llevó años entenderlo, pero cuando lo hice, empecé a disfrutar realmente de la vida. No soy perfecto, no intento serlo. Solo intento ser alguien que pueda mirarse al espejo y respetar a la persona que ve allí.”
Y desde la mirada de Lori Deschene podemos entender que:
“Nadie cambia a menos que quiera. No si les ruegas. No si los avergüenzas. No si usas la razón, la emoción o el amor duro. Solo hay una cosa que hace que alguien cambie: Su propia comprensión de que necesita hacerlo. Y solo hay una vez en que sucederá: cuando decidan que están listos.”
Tomo en esta reflexión personal las palabras de Jorge Luis Borges:
“Tampoco jugaré a ser una persona feliz, porque lo soy a ratos perdidos. Pero a veces, caminando por la calle, siento una racha de felicidad, y trato de no indagar la razón; porque si lo hago, comprobaré con harta facilidad que me sobran motivos de desventura. Mejor es aceptar con humildad, esos dones secretos.”
Y las palabras de Miguel Nava:
“A mí edad, “No me arrepiento de nada que en su momento me hizo feliz”, ni tampoco me arrepiento de las veces que lo intenté y fallé; porqué eso es lo bonito de la vida…vivir un poquitito de todo. Al recordar tu historia, las batallas perdidas también dejaron moraleja. Disfruta los momentos.”
Aceptar que hay cosas que hubiera querido que fueran de otra forma, que tuvieran otro desenlace, sin embargo, la vida es caprichos, absurda, contradictoria, desafiante y hasta cruel. Aun ahí, la posibilidad de agradecer se convierte en un faro existencial que, sin ser masoquista, conformista o resignado, abre la posibilidad de asumir la humildad y la integridad como valores que me permiten saber estar y ser de la mejor manera con los demás, desde esa otredad y esa alteridad que expande la subjetividad humana y nos pone en el plano ontológico de la existencia, en donde el tiempo es el único que sigue inexorable su curso.
Es cierto que las personas y uno mismo va dejando marcas en la vida de las personas, pero, de lo aprendido se trata de no herir, de no lastimar. Se trata de elegir la empatía para entender la mirada de los demás y contextualizar su realidad y comprender sus formas de enfrentar los retos de la vida. Se trata dejar buenos recuerdos y de evitar dejar cicatrices en lo posible, aunque eso es imposible, si es que se vive, se ama y se corren los riesgos de sentir, de hacerle caso al deseo, -eso que nos falta- y de buscar con pasión en todo lo que hacemos para acercarnos a la felicidad, para querer vivir con la libertad y con la responsabilidad de lo que somos y sobre todo de lo que hacemos. También es cierto, en esta exploración personal, que voy siendo más selectivo, más solitario. Iván Sotelo escribió:
“No confundas mi soledad con amargura, soy feliz conmigo mismo y comparto esa felicidad con un número muy reducido de personas: raros, locos, libres y auténticos al igual que yo.”
Uno quiere la certeza de todo. Buscamos tener control de la realidad, aun el control de las personas que nos rodean. Sin embargo, la vida tiene bien claro que nunca mantendrá la vida como una constante, como algo fijo, al contrario, la diversidad y lo azaroso de los acontecimientos que se nos presentan, nos cambian los escenarios y nuestras seguridades de forma drástica e inesperada, Susan Sarandon dijo alguna vez:
“La vida no te pide permiso para cambiar. De un día para otro, todo lo que dabas por sentado se tambalea, y tienes dos opciones: aferrarte al pasado o aprender a bailar con la incertidumbre. A veces, lo mejor que puedes hacer es dejar de resistirte y empezar a moverte con el ritmo de lo inesperado.”
Miguel Delibes, pone en palabras eso que buscamos ajustar y cambiar:
“Suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto los amabas, lo necesarios que te eran. […] Pero un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quién eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud. Tal vez las cosas no puedan ser de otra manera, pero resulta difícilmente tolerable. La imposibilidad de poder replantearte el pasado y rectificarlo es una de las limitaciones más crueles de la condición humana. La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad.”
Ante la conformación de que no hay segundas oportunidades y de que los buenos deseos se deben convertir en acciones, las más de las veces desde la aceptación de los errores, de las dudas, de las omisiones, y aun desde el miedo, y aun ante la certeza de la muerte, me lleva el día de hoy para agradecer a cada persona que me ha dado su tiempo, su confianza, su cariño, sus sueños, su amor, muchos deseos compartidos, utopías, desde la solidaridad y con el lenguaje de fraternidad y la sororidad, con los vientos de cambio desde hace muchos años, y con las luchas por la transformación social, por la democracia y con el encuentro con lo humano, con el sentir y pensar al unísono. Hay una trayectoria de vida que está hecha de fragmentos de emociones y sentimientos, y de posibilidades infinititas de aprender y de seguir conmoviéndome ante la injusticia, la miseria, el desamor, la destrucción de la naturaleza y del dolor humano. Porque como María Sabroso plasmó:
“Prefiero que me duela el mundo y a la vez que me emocione, que me conmueva antes que vivir anestesiada e impertérrita al sufrimiento humano y lo heroico de las personas. Mil veces despierta. Millones de veces más despierta que congelada.”
María Cecilia Saa Gerbier dice:
“La vida es más que una serie de eventos, más que un puñado de letras en un relato, es más que lo que se puede recordar y más de lo que somos capaces de entender. La vida es un constante fluir de emociones que muchas veces no sabemos manejar, es querer vivir para luego desear no haber nacido, es reír con ganas para luego llorar sin consuelo, es quererlo todo para enseguida renegar de tenerlo. Como digo, la vida es más que un puñado de letras…es el vestido con que tu cuerpo se va llenando hasta que ya no queda ningún sitio donde escribir. Tú eres tu propia historia, tu cuerpo es tu lienzo.”
Nina Simone pone una vara en alto:
“La libertad es vivir sin miedo. Es ser capaz de pararte frente al mundo y decir lo que sientes sin temer la reacción de los demás. Es amar sin reservas, cantar sin restricciones, soñar sin pedir permiso. Yo no nací para encajar en lo que otros esperan de mí, nací para ser exactamente quien soy. Y si eso es un problema para algunos, entonces no han entendido de qué trata realmente la vida.”
Y ahí, aquí y ahora, tener consciencia de los años que se acumulan me ponen, me visten, me desnudan y me dejan frente a los espejos, como lo describe Julio Pjesnik Vargas con la sonoridad las palabras y la dureza de un epitafio labrado en roca:
“Un día sin avisar, será la última vez. La última vez que abrace, que mire al cielo, que cante, aunque desafine. La última vez que pruebe un rico café, que me emocione con un libro, que camine por los lugares que amo. Y cuando ese día llegué, nada de lo que temí importará, ni los errores, ni las dudas. Sólo quedará lo que amé, lo que fui lo que entregué. Y aunque todo termine, habrá valido la pena haber existido, porque en esta vida amé, y en ese amor encontré mi eternidad.”
Finalizó con dos poemas, uno de Emily Dickinson y otro de Anne Sexton, que me dan sus sentimientos en su poesía y que me ponen de cara a mí mismo y la necesidad de continuar en esto de vivir y de ser lo que voy intentado ser y hacer con los demás, cada vez con más gratitud y humildad.
De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean hoy y ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan todos la frente viva,
y se rasgue la bruma…
Yo diré: Ved la chispa y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.
Emily Dickinson
La vida no es fácil.
Es terriblemente solitaria.
Yo lo sé.
Ahora tú también lo sabes (…)
Sé tú misma. Entrégate a los que amas.
Háblale a mis poemas
y háblale a tu corazón,
yo estoy en ambos:
sí me necesitas.
Anne Sexton