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miércoles, abril 24, 2024

Pensar la oposición política

“Mi ideal político es el democrático.
Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”.

Albert Einstein (1879-1955)

“Los políticos son como los cines de barrio,
primero te hacen entrar y después te cambian el programa”.

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)

“La alternancia fecunda el suelo de la democracia”.
Winston Churchill (1874-1965)

 

De frente al nuevo gobierno de la República y dentro del largo proceso de entrega recepción, las escaramuzas, conflictos, acuerdos, contradicciones, junto con los anuncios y declaraciones de lo que se propone se realizará en el siguiente sexenio, se confirma la necesidad de que existan contrapesos políticos reales, con argumentos sólidos, propositivos y trabajo, en la nada fácil tarea de construcción de una ciudadanía activa, donde la política del país, de los estado y de los municipios sea de interés público.

Implica el ir más allá de ser la nota del día, el trending topic en las redes sociales, es claro que la vida política del país está afuera de Facebook, de WhatsApp, de Instagram o de Twitter y si bien pareciera que el reino de las pantallas y de las frecuencias radiofónicas configuran los imaginarios colectivos, que seducen y juegan con la opinión pública, hay la posibilidad de tomar distancia, mirar desde otros ángulos y generar una visión crítica con la finalidad construir un mejor país y mejor gobierno.

Los partidos políticos están en crisis, unos en construcción y otros en franca caída. Otros anunciando que quieren nacer, otros en proceso de finiquito, que por cierto nos salen carísimos por el gasto del dinero público que implica.

En nuestro sistema político, la idea central es que entre los poderes que lo constituyen exista una autonomía real y en el que el poder ejecutivo, legislativo y judicial  se “controlen” entre ellos, para evitar el abuso del poder en cada instancia. La historia política demostró que los gobiernos postrevolucionarios hicieron de las suyas y se mantuvo el PRI sin que operaran en la práctica estos contrapesos de forma real y se estableció  una lógica en la cultura política anclada en un presidencialismo vertical, casi monárquico en donde las pleitesías del presidente en turno eran leídos como caprichos a los cuales se les respondía desde los otros poderes con reverencia y sumisión, y  no se diga la actitud servil del gabinete en turno.

Esa cultura política nacional se mantuvo mucho tiempo, es claro que con Zedillo, Fox y aún en cierta medida con Calderón, en el contexto de la reforma política que se inició en los noventas, se buscó la pluralidad en la vida política, al menos en el poder legislativo e ir desmantelando la centralidad y protagonismo del presidente de la República, esa cultura se replicaba en los estados del país, los mejores ejemplos de ello los tenemos en el Estado de México y en Coahuila, aún dominados por el PRI –nunca han perdido las elecciones-. La alternancia política dio un respiro a la democracia electoral. Sin embargo, la fuerza del presidencialismo se volvió a instaurar con Peña Nieto. El absurdo retorno a esas prácticas dio paso a la profunda corrupción y desconfianza que se vive actualmente, tirando por la borda lo poco se avanzó en el complejo entramado del equilibrio del poder.

Los partidos como oposición, en especial el PAN, capitalizó el enojo social y político acumulado en 71 años, triunfando en 2000 y capitalizando el miedo generado en el 2006. Gobernó 12 años el PAN y dejó intactas las estructuras de poder y aún más dejó crecer sin ninguna restricción al crimen organizado e hizo que la violencia tuviera un cobijo desde la impunidad del aparato de estado y desnaturalizó la función de las fuerzas armadas. Muchos de los gobierno estatales, aún con experiencias de alternancia política, encontraron ahí la oportunidad para el abuso y para enriquecerse, a la vez de institucionalizar la corrupción y naturalizar la impunidad.

El reto ahora es más complejo en todos los sentidos, esto en el contexto del nuevo gobierno morenista asumirá el poder ejecutivo. Morena es un partido que apostó por atraer a todos los que quisieran sumarse a su movimiento -y entenderlo así, como movimiento todavía ahora después del triunfo electoral-, es clave para analizar el comportamiento de sus militantes, para analizar las diversas lógicas y agendas particulares que traen sus líderes y los diferentes grupos a su interior. De ahí que veamos una agenda legislativa contradictoria y un comportamiento singular, que por ahora marca una vuelta a la tuerca del presidencialismo. Tal vez seguimos pensando que necesitamos emperadores y seguir teniendo “Noticias del Imperio”.

Este desafió político se complejiza ante los partidos políticos que ahora tienen la tarea de ser oposición, en el mejor sentido de la lucha política democrática, pero, ¿Qué esperar de un PRI que se está autoflagelando por un lado y encubriendo a delincuentes por otro? ¿Qué esperar de un PAN que renunció por dinero a sus principios y que sigue gobernando desde una moral privada en los estados en los que es gobierno? ¿Qué esperar del PRD que perdió la brújula y corrompió  sus principios y traicionó sus convicciones? ¿Qué esperar del PVEM que fue comparsa del PRI y ahora vende sus votos a Morena sin ningún escrúpulo? ¿Qué esperar de Nueva Alianza que sobrevivió de milagro y que ahora será tratado como franquicia del magisterio nacional? ¿Qué esperar del PT, si es que se puede esperar algo Alberto Anaya, su familia y amigos que administran el partido como agencia de empleo? ¿Qué esperar del PES que todavía no distingue entre ser partido político o ser agrupación religiosa?

La oposición que hay en México se ha ido desarrollando por fuera de los partidos políticos, ya las cámaras y grupos empresariales lo han venido haciendo desde hace mucho, con la dificultad de quedar bien con los presidentes en turno y salvaguardar sus intereses y sus ganancias. Se han ido por otra parte desarrollando organizaciones de la sociedad civil, en la triste y dolorosa coyuntura de la violación sistemática de los derechos humanos desde hace más de cinco décadas en algunos casos, otros esfuerzos han nacido de la necesidad en enfrentar la tragedia nacional caracterizada por muertes, violaciones, feminicidios, desaparecidos, secuestrados, torturados y por las luchas -históricas y nuevas- de comunidades rurales y de pueblos originarios en contra de mineras, por la defensa del agua o por el cuidado y propiedad de sus tierras y de los recursos naturales.

Es una oposición heterogénea, amorfa sin duda, pero que ha demostrado es que es activa, que ha puesto diversos temas en la agenda nacional y se ha comprometido al debate abierto y franco, en algunos casos haciendo investigación puntual en alianza diversas universidades en relación a la operación y resultados de la administración pública. También ha formulado propuestas legislativas y ha creado sistemas de información como el caso de Data Cívica, para tener un registro confiable de las personas desaparecidas en el país ante la negativa de la PGR por su negligencia. Es una oposición que ha ido poniendo la agenda de los Derechos Humanos como eje central de sus esfuerzos.

Al mismo tiempo y ojalá se siga fortaleciendo, está el papel del periodismo de investigación, que en muchos sentidos ha funcionado como un contrapeso real ante los abusos del poder. Las investigaciones sobre la Casa Blanca, Odebrecht, La Estafa Maestra, los Panama Papers, y las investigaciones sobre el narco y el crimen organizado, entre otras, son una muestra de la valiosa función de informar con veracidad, en un país en el que el gobierno se ha comprometido sólo de palabra con la transparencia y la rendición de cuentas ante la sociedad y en donde a los periodistas se le asesina más que en cualquier otro lugar del mundo.

Viene un nuevo cambio en el gobierno. La alternancia es una oportunidad para la democracia y para ver si es posible hacer las cosas de otra forma para obtener resultados diferentes, después de 40 años de neoliberalismo que tiene un 10 de calificación,  otorgado por el Fondo Monetario Internacional, la Reserva del Tesoro de Estados Unidos, el Banco Mundial y  la OCDE.

En ese contexto habrá que ver si los diversos actores políticos logran configurar una real oposición, ante el vacío y fracaso de los actuales partidos políticos, una oposición que sume a organizaciones de la sociedad civil, universidades, institutos de investigación y que sirva generar información social y técnicamente confiable, y la vez,  poder crear  los mecanismos de regulación necesarios ante el uso del poder sus decisiones y al mismo tiempo demandar que el nuevo gobierno, sus funcionarios y representantes, escuchen empáticamente las voces, los reclamos, las demandas, las necesidades y las miradas diversas que hay sobre la realidad y la vida cotidiana, en la posibilidad de crear una nueva cultura política, que no vuelva a divinizar al presidente de la nación y que abra paso de manera significativa a la construcción de una democracia participativa y profundamente democrática.

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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