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jueves, marzo 28, 2024

Política y medios de comunicación

Existir es persistir”

Jorge Wagensberg

 

 

La polémica que se ha suscitado y la tensión –y hasta conflicto- con relación a los medios de comunicación que ha propiciado el Presidente de la República, a partir  del ahora también fallido intento del control de daños, con relación al operativo efectuado en Culiacán, va más allá de la decisión de liberar a Ovidio Guzmán por parte de las autoridades que lo capturaron. Muestra la necesidad de abrir una reflexión y un análisis, al menos mínimo, de lo que implica hoy el papel de la prensa, del periodismo, de los medios de comunicación, -convencional y digital-, en la era de inmediatez y del mercado de noticias.

Ningún medio de comunicación es neutral, eso lo sabemos. Cada persona que trabaja en el campo de periodismo, incluidos quienes compartimos nuestra mirada sobre la realidad, también tenemos una postura. Lo mismo sucede en cada proyecto periodístico, en cada empresa de comunicación. Todos tienen una definición política, se tienen intereses, visiones y líneas editoriales, es decir, configuran un proyecto de comunicación y quieren tener un público, buscan crear audiencias para que sean identificados y se logre una identificación que les permita ganar lectores, seguidores, escuchas, televidentes o cibernautas y con ello tener la posibilidad de “agregar” publicidad en sus “medios de comunicación”, con ello, se pueda sostener lo que implica operar una empresa de comunicación periodística, esto es, poder cubrir todos los gastos de nómina y de inversión que se requiere para poder mantenerse en el mercado de la comunicación.

El intento de explicar el operativo de Culiacán por parte del gobierno federal ha mostrado que es un primer ejercicio de transparencia –nunca antes visto- de las fuerzas armadas, en especial del Ejército Mexicano. La forma en la que Andrés Manuel López Obrador y los responsables de la oficina de Comunicación Social de la presidencia han manoseado el caso,  pone entre dicho la propia acción del gobierno federal y deja en un sentido crítico, vulnerado el trabajo de los militares que vienen realizando más allá de que esta experiencia – fracaso del operativo-confirma una vez más que las fuerzas armadas no pueden estar en tareas de seguridad pública, pueden ser apoyo, soporte táctico y militar, pero no pueden seguir haciendo lo que no saben hacer. También demuestra que hay un pésimo manejo de la información de la estrategia de manejo de medios y que las “mañaneras” están entrando en un desgaste innecesario y que la actitud presidencial no le ayuda al desarrollo de su propio proyecto de gobierno.

El caso muestra que la estrategia que va desarrollando el gobierno federal en materia de seguridad está en construcción, concediendo que están haciendo algo,  pero que a su vez, hace visible que tiene muchísimas cosas por definir y por hacer para poder conformar la Guardia Nacional y dotarla de capacidades y competencias profesionales, de investigación, operativas y tácticas para combatir de forma integral el problema generalizado de la delincuencia y el crimen organizado.

Confirma que los grupos criminales han desarrollado un poder paralelo al Estado, que su capacidad de respuesta demuestra lo que se sabe desde hace años y es el hecho de que tienen mucho dinero y  acceso sin restricción a armas de alto calibre, que han corrompido a policías locales, -municipales y estatales-, y que han comprado a muchas autoridades en los tres niveles de gobierno.

En ese contexto, el papel de los medios de comunicación es informar, verdad de Perogrullo, pero el tema es el cómo, el para qué y aparece el problema de la forma y el fondo. La presidencia comete el error de enfrentar a los medios, – al estilo Trump-, se equivoca al pedir que se autocensuren y más cuando el propio presidente se ha pronunciado por la libertad de prensa como una garantía de su gobierno.

Hay que entender que la imagen y confianza que las audiencias tienen ante los medios de comunicación, opera de la misma manera que los consumidores de bienes y servicios, ya sea que elijan por la calidad, la experiencia de compra o que sean atrapados por las estrategias del marketing, bajo la más pura lógica del mercado. Los consumidores, -las audiencias, los lectores-, buscarán y se identificaran con aquellos que les ofrezcan mejores “noticias”, por su calidad,  o por la manera de ofrecer información de manera clara y profesional, o porque les gusta simplemente el “estilo” del medio de comunicación, que fortalece o legitima la forma de “mirar” la realidad social y política, su no neutralidad, la del medio y la de del ciudadano.

Ante esta realidad la ciudanía se ve envuelta no solo en el dilema de elegir qué medio de comunicación leer, escuchar o ver, sino también de ubicar con cierto criterio y libertad a qué medios de comunicación quienes creerles, esto se complica aún más en un país en dónde la mayoría de la población se informa a través de la televisión abierta el 68%, en donde el 17 se entera por la radio y en dónde el 15% lee periódicos –físicos o digitales-. Sin contar la proliferación de “noticias falsas” y del uso de estrategias de “control de daños” a través de bots para crear tendencias o para aminorar efectos en las redes sociales a los que los usuarios de las mismas están expuestos.

Hoy más que nunca se requiere que la ciudadanía asuma un papel crítico e informado. Los partidos políticos no están siendo capaces de ser una oposición que ayude a mejorar o corregir los desaciertos y hasta los desfiguros que se vienen dando en la 4T. Se requiere una prensa libre, crítica y responsable, esto sin esconder en una falsa neutralidad su visión y el sesgo que se le imprime a lo que se comunica. 

La ciudadanía tendrá que valorar la calidad de los medios de comunicación y la confiabilidad de lo que informa y comunica y ahí se decantarán qué medios hacen su trabajo de forma ética y de quienes le apuestan sin ningún pudor a ser los voceros de cierto grupos de interés y los poderes fácticos que usan los medios de comunicación para desinformar y para crear ambientes hostiles, de confrontación, incluida la facturación de campañas de miedo, para crear desconfianza y resentimiento social.

El gobierno, en todos los niveles, -municipal, estatal y federal-, debe apostar por la comunicación total, por actuar la necesaria responsabilidad de comunicar de forma veraz y oportuna. Tendrán que incluir en su acción de gobierno,  la profunda convicción de que el papel de los medios de comunicación, estará en función de la calidad de la información que los gobiernos ofrezcan, esto, de cara a la responsabilidad de gobernar y hacer cumplir los mandatos constitucionales, a la vez de  asumir la rendición de cuentas y la transparencia como una manera institucional de gobernar y hacer política de forma ética. 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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