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jueves, abril 25, 2024

Pretexto para la caricia

“La más hermosa caricia para el alma es la atención”

 

Sin duda nos para muchos de nosotros y de nosotras el confinamiento ha sido algo difícil, no todos han podido estar en la llamada cuarentena, algunos por sobrevivencia y otros por desidia, unos por creencias religiosas y otros más por ignorancia. Quienes han asumido una actitud de solidaridad con el otro han tenido que enfrentar nuevas condiciones de una realidad, en la que se magnifica lo afectivo, desde la cercanía física cuando hay dos o más personas conviviendo día y noche durante muchos días y en donde los espacios se comparten y se saturan, en donde la intimidad queda fractura y en donde la convivencia devela mucho de lo que somos, para bien y para mal.

Las situaciones de violencia familiar se hacen más evidentes. Las situaciones de reclamo también, la demanda por “salir” se convierte en conflicto. Si pensamos en las y los jóvenes, en las y los adolescentes, en los niños y las niñas, los argumentos, las explicaciones no bastan, el encierro lastima, daña, fractura, dueles y nos pone ante el hecho de ir aceptando que el tema del manejo de las emociones, del control del carácter, de la racionalidad para la convivencia, de la solidaridad se convierten en las asignaturas urgentes, que han quedado olvidadas en todas la instituciones sociales: la familia, la escuela, el trabajo.

La sociedad de mercado y la estructura de producción capitalista han creado un individuo –hombre y mujer- que se cree autónomo y libre, y no en el sentido filosófico de Sartre, de Aristóteles o Foucault, sino que su libertad se acota a las posibilidades de consumo y a su condición de asumir un contrato laboral bajo las reglas que el sistema pone. La ilusión de la libertad es atravesada por diversas lógicas y perspectivas que la cultura occidental nos ha impuesto. Hacernos preguntas sobre lo pasa hoy, no sólo por el COVID-19, sino por la forma en que estamos actuando ante la pandemia sería un primer paso para poder ver lo que no queremos ver.

Los seres humanos nos necesitamos de múltiples maneras. Las personas no podemos sobrevivir solas. El otro, la otra, las y los otros entraron en escena hace mucho tiempo en la vida cultural y en el gran proceso civilizatorio de los seres humanos y ha creado un sistema de vida social desde la complejidad de la vida misma, que se centra en la interdependencia, en la que integra la noción de persona, la noción de especie y la noción de sociedad, en una triada indivisible y que se inscribe en entorno ecológico y que como nunca reclama una ética planetaria, una ética del género humano. Somos seres sociales, pero también somos seres vivos y somos personas.

El aprendizaje acelerado que la pandemia está generando en una buena parte del mundo nos pone ante las preguntas del “desarrollo económico”, ante las preguntas sobre la viabilidad del modelo de producción que se centra en la explotación de las personas y en la expoliación de la naturaleza sin ningún escrúpulo.

Pero también nos pone ante las preguntas de la vida, los seres humanos como especie y de las condiciones de salud y dignidad de las personas. Hoy la pandemia pone a la vista de todos que la obesidad, que el sobrepeso, que la presión arterial alta, que la diabetes, que las enfermedades cardiovasculares  y otras enfermedades crónico degenerativas, son también en buena parte producto de la industrialización de los alimentos  y que si bien se avanzó en dar longevidad a muchos de los alimentos perecederos, esto ha sido a costa del uso en exceso de conservadores, de aditivos, del uso en exceso de sal y azúcar. La lucha que se ha dado en contra de las grandes trasnacionales,  por tener un etiquetado claro y veraz en los alimentos, es un primer paso para iniciar un gran cambio en la alimentación hacia una salud informada, pero que por ahora pone en la pandemia a muchas personas vulnerables ante su condición previa de salud.

La parte que hoy emerge como si fuera un nuevo continente que estaba ahí pendiente de ser descubierto, a sabiendas que siempre ha estado ahí, en el sentido real y simbólico, es la parte psicológica y emocional de las personas. Realidad que tiene que ver con el manejo adecuado de las emociones y los afectos, es también el tema de las estrategias y recursos para saber estar con uno mismo y con otros –convivencia y cohesión social-, pero lo es a su vez sobre las capacidades y competencias de comunicación humana, sobre la estructura psicológica y  resilencia para transitar colectiva e individualmente esta pandemia.

La realidad humana se expresa con toda su crudeza. Las llamadas de denuncia por violencia intrafamiliar crecen exponencialmente. Las llamadas para solicitar atención ante situaciones de ansiedad, depresión profunda y tendencias suicidas  van a la alza. Muchas de estas situaciones son subjetivas, alentadas y creadas por la incertidumbre de todo lo que pasa y de los rumores, del exceso de información y de las fake news. Pero también muchas reacciones humanas son provocadas por la realidad objetiva: la pérdida de empleo, la disminución de ingresos, las crisis y conflictos de pareja, el cansancio acumulado entre la rutina y el home office, el insomnio, el hacinamiento, la repetición y la poca variedad de alimentos, el incremento del consumo de tabaco, de alcohol y las deudas entre otras situaciones. La respuesta humana es compleja y profundamente irracional ante todo esto.

La pandemia nos expone como sociedad. Con una realidad heterogénea, por demás diversa, con realidad singulares y con historias de vida que están poniendo a prueba todos los recursos y capacidades que se tienen para enfrentar la contingencia sanitaria. La soledad se siente más. Las ausencias pesan como nunca. La falta de contacto físico, de abrazos y besos a las personas que se ama se siente hasta en los huesos. Las preocupaciones por los hijos e hijas que están en otras ciudades, en otros países. Desvelos y nerviosismos por padres y madres por nietas y nietos, por hermanos y hermanas. Pérdidas y duelos de seres queridos. De las realidades y trabajo que implica el cuidado de personas enfermas, de abuelas y abuelos, que cansa, junto con lo que involucra el atender a niños y niñas que tienen demandas, es algo devasta y agota. Todo ello una sociedad, en un país, en donde el tema de la salud mental no ha sido un elemento sustancial del bienestar.

Realidades humanas y sociales que demuestran la desigualdad y la diferenciación social para el acceso a la educación por ejemplo, ahora, que la tecnología quiso resolver el tema de las clases ante el cierre de las escuelas, ya que no sólo se trata de ricos y pobres, de empresarios y trabajadores, de hombres y mujeres (que por cierto ellas llevan la mayor carga en el “quédate en casa”) sino que ahora hay una marcada diferenciación ante las oportunidades de acceso tecnológico y  que muestran la gran brecha digital y documentan una vez más, la inequidad y el fracaso del modelo desarrollo social, cultural y económico vigente.

Pero ¿Cómo hacemos entre todos para salir adelante? ¿Cómo invitamos a que las personas hagan su parte ante la contingencia sanitaria? ¿Cómo nos obligamos a cumplir las normas? ¿Cómo empezamos a vernos y reconocernos -aun en la sana distancia- que nos necesitamos? ¿Cómo empezamos a hablar de lo que sentimos? ¿Cómo expresamos nuestras necesidades de afecto? ¿Cómo decimos que necesitamos apoyo? ¿Cómo y con quién hablamos de lo que nos preocupa? ¿Podemos empezar a dar valor y sentido a lo que se siente y se piensa? Preguntar ¿Cómo te puedo acompañar? ¿Cómo te ayudo?

Tal vez, solo tal vez, si empezamos a prestar un poco de atención, de escuchar de forma  empática, de preguntar con cariño ¿Cómo estás? y escuchamos sin juzgar, y hablamos sin ofrecer falsos alientos y si ofrecemos nuestra mirada y nuestra experiencia, y si escuchamos y sentimos que se necesita ayuda profesional, y le damos importancia y buscamos ayuda para esa persona y hacemos que la atención sea un caricia para el alma, entonces y sólo entonces, podríamos empezar a tomar la pandemia como un parte aguas la fundación de una nueva sociedad, más humana y seguramente mejor. Por ahora, poner verdadera y genuina atención –en el otro, en la otra- es un pretexto para ofrecer una caricia para el alma, que muchísimas personas necesitan.

 

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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