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martes, abril 23, 2024

Salud Mental

“Pensar es insistir.”

 Susan Sontag

 

“En este mundo solo hay dos tragedias: una es no conseguir lo que deseas y la otra conseguirlo”.

                         Oscar Wilde

 

“La perfección es una locura, lo imperfecto, lo diverso, es lo que nos permite respirar”.

 Guillermo del Toro

 

Los hechos de cada día nos van dando la pauta para pensar que las certezas y la seguridad se apodaran la vida miles de millones de personas, como dogma que nos hace creer que somos homogéneos. La igualdad es asumirnos como consumidores de lo mismo. La producción en serie es verdadero éxito ante las masas, todos podemos tener lo mismo, consumir lo mismo y creer que somos únicos. El mercado ha creado al individuo como única unidad de consumo.

Al mismo tiempo, el sentido común al que se apela ante la audacia de algunas personas, no es más que la expresión de la dificultad que tenemos para aceptar los cambios, es la resistencia ante experimentar situaciones inéditas y sobre todo la expresar lo que vamos sintiendo ante una realidad que se mueve de manera vertiginosa, en una sociedad occidental, que en el modelo de mercado busca que todo lo que se obtenga, incluido el conocimiento, el aprendizaje sea inmediato, sin esfuerzo e indoloro.

Estamos sumergidos en una sociedad que huye ante el dolor y en una sociedad que quiere sentirse feliz todo el tiempo. Hay ahí una primera respuesta ante el incremento del consumo de drogas legales e ilegales, – la normalización del consumo del tabaco y del alcohol -, y ante la forma cada vez más común de evadir los problemas personales, poniendo fuera de uno, fuera de nosotros lo que pasa y acudiendo a las explicaciones metafísicas para justificar nuestra mala suerte, la soledad, la angustia, la depresión, el desempleo, las adicciones y aún nuestro conformismo y nuestra insensibilidad con el dolor de los otros, con el sufrimiento y con la injusticia.

Culpar a otros, sin contextualizar la existencia misma -histórica, cultural y materialmente- , es una primera estrategia muy socorrida para depositar en el mito, la religión y en un sistema de creencias, que también son mercancías, -el capitalismo no tiene escrúpulos- es una forma de negar nuestro ser y lo que conlleva el actuar social, tanto en las interacciones humanas con el otro, con los otros, como la construcción de los lazos afectivos y emocionales que nos permiten vivir, con cierta racionalidad y con algunos trazos de esperanza en el futuro.

Cada 10 de octubre desde 1995 se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, la Organización Mundial de la Salud la define como “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar fructífera y productivamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.

Es evidente que la Salud Mental no es una prioridad para el Estado, ni tampoco lo ha sido para las personas. Son muy pocos los espacios de atención que hay para la salud mental, no digamos el caso de la Salud Mental en lo que se llama tercer nivel de atención. El tema del cuidado y tratamiento de las adicciones ha ido trasladado al ámbito de lo privado, desde clínicas exclusivas para élites, hasta los tristemente llamados “anexos”, en donde los métodos y “terapias” que se utilizan rayan en la tortura y en la violación sistemática de los Derechos Humanos. Estos “anexos” han proliferado ante el vacío de la autoridad y ante la falta de una visión integral de lo que implica la salud y de la ausencia del compromiso de todos los sectores e instituciones para poner como prioridad el bienestar de las personas.

La misma Secretaría de Salud a nivel federal estima, a la baja, que hay más 15 millones de mexicanos y mexicanas que padecen algún trastorno de salud mental. Se estima que una de cada tres personas padecerá algún desorden psiquiátrico a lo largo de su vida. La pandemia ha venido mostrar una realidad que ha estado presente y latente desde la condición de lo humano y desde sus expresiones más dolorosas. Las carencias afectivas, el maltrato físico, los abusos sexuales, las violencias psicológicas y el abandono infantil, entre otros elementos y situaciones se han sumado al temor, al miedo, al encierro, la pérdida del empleo, la deserción escolar, la pérdida del poder adquisitivo y a la pérdida de un lugar en donde vivir y que  que junto con la convivencia forzada por la contingencia y el hacinamiento, han detonado situaciones cada vez más críticas con relación a la Salud Mental: la ansiedad, la depresión, las adicciones, el insomnio, el estrés, la intolerancia, la hostilidad y los suicidios, van siendo ahora, lamentablemente, parte de la “nueva normalidad”.

Es claro que faltan políticas públicas para atender a una población que es más vulnerable emocionalmente, no solo por las carencias sociales o las condiciones económicas de pobreza. Es claro que problemas asociados a la Salud Mental tienen una base estructural y requieren una atención integral bajo el enfoque de los Derechos Humanos y de la Salud Pública, y se requiere, por tanto, invertir en un Sistema Nacional de Salud y en el desarrollar una estrategia de prevención, con mecanismos de acción social y con el suficiente presupuesto.

En un mundo que busca a toda costa el orden y el control y en una sociedad occidental en el que se masifica y magnifica el consumo, y en donde el individuo está dispuesto hacer cualquier cosa para “salir” de las deudas y para creer que puede llegar a ser alguien exitoso, -el ejemplo reciente de escala global es la serie del “Juego del Calamar”- que dicho sea de paso, contribuye a seguir normalizando las violencias entre otros efectos sociales e individuales, nos lleva a poner el tema de la Salud Mental como un asunto de interés público y se debe atender como una prioridad por demás urgente, y que se tiene que construir una política pública integral desde la responsabilidad del Estado mexicano, para hacer vigente para todas y todos el derecho a la Salud, incluido todo lo implica y conlleva la atención a la Salud Mental.

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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