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sábado, abril 19, 2025

Variaciones sobre un mismo tema

“Gracias porque vives, porque ayer me dejaste tocar tu luz más íntima, y porque dijiste con tu voz y tus ojos lo que yo esperaba toda mi vida”.

      Frida Kahlo

“Siento que pude amar un poco este mundo porque te conocí”.

        Haruki Murakami

“Cuando te viene la nostalgia, no es una falta, es una presencia de personas, lugares, emociones que vuelven a verte”.

     Erri De Luca

“De todos los sitios que existen en el universo, el más pacífico lo creas tú”.

V. H. Fernández

“Las únicas mentes que nos seducen son aquellas que se han destruido a sí mismo tratando de dar a la vida un significado”.

      Emil Cioran

“No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón”.

Ernesto Sábato

“En el fondo y precisamente en las cosas más profundas e importantes, estamos indeciblemente solos.”

     Rainer María Rilke

 

Hace unos meses algunos pensadores criticaron a Byung-Chul Han porque dijeron que su obra era repetitiva. Él respondió que, si bien había recurrencia en la forma de observar y analizar la sociedad actual, él lo veía como un ejercicio de variaciones de una composición musical, que podría tener elementos propios de armonía y variantes en la melodía, que era una forma propia de interpretar el mundo y poder hacer una crítica a las variantes de la sociedad capitalista. También hace algún tiempo se criticó a Zygmunt Bauman, del cual se dijo que se auto plagiaba, como si la necesidad de ser original fuera una constante todo el tiempo, sabiendo que él desarrollo todo un constructo social para explicar el mundo líquido de la sociedad actual. Este año cumplo 18 años de escribir cada semana este tipo de textos, -y salvo un breve periodo que por enfermedad no lo pude hacer-, tengo el temor a veces de sentir el riesgo de repetirme al escribir, y aún así, me sigo arriesgando a ponerme enfrente a la página en blanco intentando decir algunas cosas que me vienen a la cabeza, al corazón y a las manos, no sé si lo logro de la mejor forma, pero me animo a creer que sí, al menos con ilusión.

 

Lo cierto es que, aunque no lo desees, la vida te enseña cosas que no quieres aprender, una de ellas, es que lo que no se siente no se recuerda, porque sin sentimientos jamás hay recuerdos. Vaya perogrullada, y que no está de más recordar y es que la vida, o se siente en la piel, en la sangre, en la mente o en el interior de uno, o no es vida, y se puede convertir en un mero trascurrir, transitar o devenir sin mayor responsabilidad, en donde se dejan pasar los momentos que tejen y configuran eso que podríamos llamar felicidad, aun con todos los saldos en contra, los del desamor, las perdidas, los cambios, las injusticias y los duelos.

 

Tomar consciencia de sí mismos y de la forma en que vamos experimentando la vida día con día es un desafío que no admite ingenuidad, inocencia o ignorancia, sin duda hay y habrá atenuantes, pero nunca habrá cabida para displicencia, la banalidad del mal o para normalizar o naturalizar, el odio, la violencia, la exclusión y la discriminación. No se puede solo cerrar los ojos y hacer como si nada pasara y en donde no cabe la omisión como la única excusa para no actuar ante la injusticia y el dolor humano.

 

A veces como Patricia Benito: “Quiero curar al mundo con estos dedos alargados y este corazón acolchado. Necesito que se reponga de esta oscuridad. Que alguien, no sé quién, arrincone la maldad, la avaricia, el poder, la mentira y vuelva a abrir la jaula de la ternura. Necesito que baje el volumen para poder escucharnos, acallar los insultos, dejar paso al amor. Quiero curar al mundo, pero está más cansado que yo”.

 

Carl Gustav Jung escribió: “En el fondo era ya en mi infancia tal como hoy es todavía. De niño me sentía aislado, y aún hoy lo soy, porque sé cosas y debo señalar que de ellas aparentemente nadie sabe nada ni quieren en su mayoría saberlas. La soledad no nace porque uno no tenga a nadie a su alrededor sino más bien porque las cosas que a uno le parecen importantes no puede comunicarlas a los demás, o considera válidas ideas que los demás tienen por improbables […] Cuando un hombre sabe más que los demás se queda solo. Pero la soledad no surge necesariamente en oposición a la comunidad, puesto que nadie siente más la comunidad que el solitario, y la comunidad florece tan sólo allí donde cada individuo rememora su propia singularidad y no se identifica con los demás”.

 

“¿Si el corazón se aburre de querer, para que sirve? El mayor error del ser humano es tratar de sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón”, plasmó Mario Benedetti.

 

Eve Ensler, se describió así: “Soy una criatura emocional. Amo el no tomar las cosas a la ligera. Todo me parece intenso, la manera en que camino por la calle, la forma en que mami me despierta, la manera en que no soporto perder, mi manera de escuchar malas noticias.”[…] “Soy una criatura emocional. Las cosas no me llegan como teorías intelectuales o ideas duras. Pulsan a través de mis órganos y piernas y queman mis orejas.” […] “No me digas que no llore, que me tranquilice, que no sea extrema, que sea razonable. Soy una criatura emocional. Así se hizo la tierra, es como el viento sigue polinizando. No se le dice al océano Atlántico que se comporte. Soy una criatura emocional. ¿Por qué querrías callarme o apagarme?” y yo, lo confieso, cada vez me identifico con esa descripción, soy cada vez mas sensible, más vulnerable y frágil, y lloro seguido ante las situaciones que siendo humanas rayan en lo ominoso y en lo cruel.

Es cierto también que con el tiempo me he vuelto, más huraño, tal vez más selectivo con mis decisiones y mis afectos, es que de alguna manera con el tiempo y sus circunstancias uno se va quedando solo, con sus elecciones y sus afectos, va siendo más grata la soledad. Haruki Murakami escribió: “La soledad no es sólo la ausencia de personas. Es la ausencia de propósito, la ausencia de significado. Cuando te encuentras en un mundo donde todo parece extraño y distante, donde cada conexión es superficial y cada intento de comprensión se enfrenta con indiferencia, te das cuenta de que la verdadera soledad no es estar solo, sino sentirse solo en un mundo que no te hace feliz, sin sentido”. Cada vez es más la resistencia que impera en mí y en la que hago mío el contenido del libro “La resistencia” de Ernesto Sabato.

 

Pero lo que también va siendo es que “[…] Lo que llevas en el corazón no está hecho para el silencio; está hecho para gritarlo, para transformarlo en gestos, en palabras que tiemblen, pero salgan. Porque la vida no espera, y cada minuto que callas es un minuto que se pierde. No hay nada más triste que mirar atrás y darte cuenta que nunca dijiste lo que importaba, que nunca hiciste lo que ardía por dentro […] como lo dijo Francisco J Zárate y en ese sentido, no hay tiempo para la demora, sea palabra o sea silencio, ya que la memoria es como el mar: puede devolver fragmentos de escombros a lo largo de los años y en eso el troquel de los vínculos, el tema de la infancia y la forma en que nos amaron va siendo la manera en que vamos resolviendo el acertijo de los deseos.

 

En estas variaciones sobre el mismo tema, que no es otro que la propia vida, y que es como un soneto en el que la inspiración llega de pronto, la insistencia y la disciplina, en donde nada está definido, en donde no hay destino, ni condena anticipada, ni tampoco sueño perpetuo, habrá que aceptar que: “Nada salió como lo había planeado, y está bien. He aprendido que la vida no sigue un guion perfecto, que siempre habrá giros inesperados, pérdidas y sorpresas. Pero en cada desvío encontré algo valioso: crecimiento, amor, lecciones. Aceptar lo inesperado es parte del viaje, y eso es lo que realmente nos hace avanzar”, como lo declaró hace unos años Keanu Reeves y que eso es tener la precisión, la voluntad, la actitud y la intuición de querer vivir siendo consciente de lo que es uno y del reto que es conocerse a uno mismo, más allá de los libros de auto ayuda y de los gurús que dicen tener la verdad y solo venden humo.

 

María Elena Walsh, poeta argentina que escribió este poema. Lo comparto como una manera de traer el tiempo que ya no es al presente, una variación al tema de la vida que es y que se va como agua cristalina entre los dedos, que nos deja en la añoranza de saber y sentir que al fin de cuentas que estamos viviendo, aunque parezca una variación sobre el miste tema, la vida.

 

“En mis tiempos había tiempo.

Recuerdo bien que, por ejemplo

la higuera derramaba esparcimiento

y una rosa nos duraba

mucho más que cualquier empleo. (…)

 

No se había inventado

el maleficio de la prisa, no.

De ninguna manera. Los espejos

esperaban de sobra

que uno peinara su pausado pelo,

que uno se terminara de encontrar.

 

El tiempo era un perfume y no venía

nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.

Los trenes todo lo que hacían

era aludirlo en los horarios.

 

Se podía llorar a gusto

porque eran lentos los rincones,

o quizás porque había aún macetas

donde depositar una lágrima

sin que las flores se opusieran.

O porque la llovizna hablaba

en un idioma sin resentimiento. (…)

 

Creo que todavía queda un poco

de tiempo verdadero, pero lejos.

Pero muy lejos, en algunos patios,

refugiado en aljibes.

Se queda todavía en niños solos

que reinan sobre umbrales

y en la lustrada majestad del gato.

Supongo, ya no sé, nada sabemos.

 

Tiempo sin ser castigo.

Yo llegué a conocerlo: está enterrado

en lo más vivo de mi corazón.

 

Después vinieron los Relojes”.

 

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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