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martes, abril 23, 2024

Políticas del Punk: 40 años de “The Clash”

En 1977 el Punk explotó. Surgió por necesidad, por un desapego al “verano del amor” que había cumplido una década; el sueño murió, volvía la realidad, y esta realidad era estruendosa, anti sistema, anti social, en una agonía hacia el conformismo y proveniente de los sucios trabajadores.

Y era rentable… demasiado.

No es mentira ni sacrilegio decir que The Sex Pistols fue una banda creada para contrarrestar a los solos eternos y escupirles en tono burlón (aunque no fue la primera en tomar el género del punk, eso sería para Suicide, pero es otra historia que me encantaría escribir en una ocasión), pero… fue un movimiento para aprovechar la fiebre de disgusto en la mente de Malcom McLaren.

Aquí con Johnny Rotten.

McLaren vio la posibilidad de vender una banda ajena a lo tradicional y como buen visionario tuvo la idea de contratar a Rotten para su banda la cual, fue tan punk como el punk mismo y sólo tiene un disco de estudio, pero que de inmediato causó un efecto dominó en otros productores que ansiaban tener una rebanada de pastel con mohawks y cadenas.

Uno de ellos fue un amigo cercano de McLaren, llamado Bernie Rhodes (en realidad Bernard, pero la banda le decía así en tono burlón), quien asombrado de su éxito pensó en ¿Por qué no? El punk era lo de hoy, era pan caliente. Siendo el mánager de Mick Jones, le metió la idea de generar una banda diferente, y junto a Joe Strummer (vocales y guitarra), Paul Simonson (bajista) y Terry Chimes (batería) formaron The Clash.

The Clash de inmediato se volvió un éxito por el marketing de Rhodes, y no es que esto fuese malo, es solamente que los involucrados comenzarían a apreciar el sentimiento que Rhodes buscaba propagar con ellos, con sus letras  de carga política y agresiva, pero con un sonido diferente, uno más arraigado a sonidos caribeños.

El disco abre como muchos trabajos ingleses, con canciones de prostitución; Janie Jones alude a una célebre madame de los 70’s con un tono burlón en positivo a Jones, quien ha evadido el sistema para dedicarse a una vida sin quejarse de su trabajo en ningún momento del día.

Remote Control muestra al grupo con una mirada nihilista, ya que trata a un hombre como in inútil que no progresa en su localidad y que no lo va a hacer nunca, sea culpa del sistema o de sus propios demonios que no le permiten ser parte de este.

El momento destacable, en donde el mundo supo que este grupo iba para algo en grande, es en I’m so bored with the USA. Y aquí es donde se ve el control de Rhodes, pues originalmente la canción carecía de un mensaje político, tratándose de un problema romántico con I’m so bored with you, a petición de este el mensaje fue más impactante y es algo que a pesar de sus 40 años seguimos presenciando: Estados Unidos nos va a joder a todos, pero ¿Qué podemos hacer?

Joe Strummer y Paul Simonson asistieron a las protestas de Nothing Hill en donde un grupo de negros comenzaron a pelear contra la policía, y obviamente ellos se metieron en defensa de los que pedían respetar sus derechos. Regresan al estudio y qué más queda más que limpiarse las heridas y tratar el evento en White Riot, una canción en la que demostraban que no eran tan exentos a la insatisfacción de su generación.

Este mensaje se asocia ya no en apoyo, sino en furia con Hate & War, el grupo grita, demanda que se les reconozca no con fama, sino como individuos, que están hartos de las guerras que llevan a nada por parte de los insufribles. Básicamente Joe Strummer está gritando un Fuck da police mucho antes que N.W.A lo hiciera décadas después.

Esa falta de reconocimiento también se traduce en What’s my name, mi canción favorita del disco, ese legendario inicio de guitarra abre una representación del punk inglés setentero: peleando, con problemas en el hogar, y al final de cuentas no es un ángel, es un imbécil, un rechazado de la sociedad que puede entrar a tu casa sin que te des cuenta. Es impredecible el mensaje que trata de dar, no pensando dejar bien ni al protagonista, ni a la tribu urbana que representa, es la más audaz.

El segundo lado es donde The Clash no resulta tan impactante, no con ello quiero decir que sea un bodrio, pero los mensajes pasan de ser los mismos a un comercial de condones (sí, eso es real). Lo curioso proviene en sus últimas dos canciones.

Police and Thieves es interesantísmo porque uno de inmediato reconoce ese ritmo que The Clash adoptó como norma institucional de su punk, un acercamiento hacia el ska y reggae. Con un cover de Junior Murvin, resulta que las barreras entre dos culturas no existen, el rasgueo de guitarra es similar, los falsetes pertenecen en los dos géneros, y por supuesto que el mensaje adopta la misma universalidad.

Charles Shaar Murray fue un enemigo del grupo desde sus inicios. Es un misterio porque son de la misma generación y el reportero de NME presenció actos revolucionarios como David Bowie… pero nada de punk en su vida. En una presentación doble de The Clash/The Sex Pistols, Murray bromeó mencionando que la banda merecía quedarse en su garaje para seguir tocando, que el mundo no los necesitaba. Bueno, eso hicieron. Garageland es una canción que alude a la estúpida frase de Murray –quien terminaría por alabar al grupo dos años después- y también a sus detractores quienes veían en el hecho de que una banda como ellos comenzarían a publicar bajo un sello discográfico importante.

The Clash es totalmente diferente al punk que se podía escuchar en esa época. Su sonido era ajeno a los estruendos de parte de sujetos que no podían tocar nada y su visión era más cercana a los protestantes folk de los años 60’s, pero por saber mezclar todo en un buen balance fue como se hicieron del honor de ser la banda punk más reverenciada de su generación.

Al final adoptaron las enseñanzas de un productor meticuloso, y tomaron responsabilidad en su predicar, comprendiendo hasta en un punto en el que duraron bastante tiempo, ya son 40 años y ese debut a pesar de lo que sabemos, se sigue disfrutando.

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