Existe un gran debate sobre las razones, pero la mayoría parecen concordar en que la razón principal fue por la carrera en contra de Henri-Georges Clouzot, otrora maestro del suspenso y “enfant terrible” francés que le arrebataría la opción de hacer una adaptación de “Las Diabólicas” en 1955… cosa que no le agradó mucho al maestro del suspenso del título oficial. En cuanto supo que otro proyecto salía de la plumilla de Boileau y Narcejac –el dúo detrás de la novela que inspiró la película de Clouzot– animó a Paramount a obtener los derechos antes que nadie, incluso antes que existiera una versión al inglés de la novela… y como Paramount celebraba la reinserción de Hitchcock en su estudio, aceptaron lo que en un momento pensaron, sería la película más exitosa de 1957.
Hitchcock comenzó a trabajar en el proyecto de Vértigo a partir de 1956, y es una historia que no muy a menudo se recuerda, lo cual debería cambiar, porque es uno de los martirios más famosos que sufrió el realizador.
El viaje más importante dentro de todo Vértigo radica en la búsqueda de guionistas para el proyecto. Maxwell Anderson iniciaría la primera propuesta de guión para la película, moviendo las locaciones parisinas de la novela a San Francisco –principal capricho de Hitchcock– y en tiempos modernos, o por lo menos para los cincuentas. Lo hizo, pero al hacerlo terminó con un guión demasiado exagerado y de diálogos atroces para el director, por lo que Hitchcock trató de resolver dándole la labor de guionista a Angus MacPhail, el padre del “MacGuffin” quien a pesar de la amistad que tenía con el director, sufría de un severo caso de alcoholismo que le impedía moral y físicamente trabajar en la industria; de las pocas reuniones que tuvo con MacPhail, sólo se desarrolló una secuencia: la del inicio en los techos de San Francisco, y el origen del miedo de Scotty.
Fue el turno de Alec Coppel, guionista teatral que colaboró con Hitchcock en su programa de televisión y en una revisión del guión de Para atrapar al ladrón (1955), Para finales de 1956, Coppel tenía la labor casi imposible de escribir texto a escenas sin coherencia y un inicio espectacular, que además se tenía que malabarear con el maratón obsesivo de Hitchcock que hizo junto a su guionista con una proyección privada de… Les Diaboliques. Coppel en ese entonces se dio cuenta de lo que quería plasmar Hitchcock: no quería formular la típica película de misterios y desarrollo, quería algo más atmosférico, algo alejado de la usual mezcla de Hollywood, algo que entendió y plasmó en el guión, que se seguía escribiendo a pesar de que la película ya se encontraba en etapas climáticas de pre-producción: de ahí formuló la fascinante secuencia del beso que trasgrede el tiempo y espacio.
Desgraciadamente Vértigo tendría otro golpe para sus guionistas, ya que Alec Coppel prefirió alejarse del proyecto para enfocarse en una obra que surgió en su cabeza durante la producción de la película, irónicamente esta obra –titulada El Gazebo– trata de un guionista de televisión que habla con un director de cine por teléfono para resolver la escena de un asesinato en una película próxima a filmarse. Hitchcock intentaría trabajar de nuevo con Maxwell Anderson, pero este no se encontraba disponible, y la falta de un guión final, además del embarazo inusitado de Vera Miles –que originalmente sería Madeleine– le afectaron al director que trataba de mantenerse calmado, pero esto repercutió de manera grave.
Sí, más grave que no hacer la película, porque Hitchcock terminaría en la sala de urgencias por un dolor de estómago tremendo proveniente de una hernia en el ombligo que nunca quiso atender; ahora esta, junto a la aparición de un cuadro de colitis, le hicieron tomar una cirugía que lo confinó en reposo obligado unas semanas… para después volver a la mesa de operaciones, ahora por la obstrucción de piedras en sus riñones.
Todo parecía ir en picada, pero a partir del mes obligado de reposo en enero de 1957, Hitchcock retomaría la labor de guión acompañado de una nueva propuesta: Sam Taylor, guionista al que llegó por rebote de opciones –dada la negativa de trabajar con Ernest Lehman– y fue ahí, que las sesiones de guión dieron frutos, porque hasta en ese momento todo tenía importancia menos el personaje de Scotty. Taylor comenzó a darle más personalidad –algo que siempre tuvo falta el primer draft con urgencia- y así mismo, entender que la historia era una de drama trágico, específicamente construido para Jimmy Stewart, quien a pesar de tanto contratiempo, no desestimaba la colaboración con Hitchcock de reconcilio, 4 años después de la última.
Fue precisamente Stewart quien sugirió la inclusión de Kim Novak ante el vacío de Vera Miles, cosa que tampoco fue demasiado simple porque Novak era una estrella secundaria, pero con contrato de exclusividad por parte de Columbia Pictures; frente a las presiones del estudio que no entendía por qué tanto esmero en un proyecto cuando Hitchcock ya había abandonado otras producciones en el pasado, Stewart accedió a una negociación con el estudio para grabar una película en el estudio, a cambio de la liberación temporal de Novak.
Pequeños problemas siguieron surgiendo pero tras un cuarto de millón de dólares gastados en la producción, y un año posterior al estreno deseado –haciéndola la película más cara de Hitchcock– Vértigo se estrenó.
A lo que de nuevo regresa la pregunta, una vez realizada la película: ¿Por qué quiso hacer Vértigo?
Bueno, Vértigo no es una película que se deja apreciar a la primera… lo sé porque ese fue mi caso. En mi exploración de Hitchcock durante mi adolescencia, Vértigo fue la primera película que vi de su filmografía… algo que no recomiendo. Las listas de esos años la posicionaban como la mejor película de la historia y pues mi primer encuentro fue de cinismo, porque me era algo difícil de considerar. Y precisamente por ver la película bajo ese lente, fue que no encontré las razones adecuadas para siquiera entender la fascinación de todo el mundo por la película.
El tiempo ha pasado, y con más experiencia y conocimiento –o por lo menos eso quiero creer- tuve que repasar Vértigo, con una diferente experiencia.
No al grado de posicionarla como la mejor película de toda la historia, pero sí dentro del entendimiento de por qué es valiosa: porque fue la ruptura de Alfred Hitchcock respecto a sus demás trabajos.
Hitchcock es un director consagrado, pero su forma de elaborar misterios para en ese entonces 38 años de carrera era bajo cautela del estudio y los productores, con Vértigo se plantea como un director de talla de autor, precisamente como se le valoraba a muchos compañeros de trabajo en Europa. Quizás harto de ser meramente el director que más movía a las audiencias, vio en Vértigo una obra trasgresora, porque jugaba con los elementos ya conocidos dentro de su obra y los ponía en un tono perverso, y sobre todo triste.
Triste en el sentido de que Vértigo, es una película sobre obsesiones, de crear falsas identidades y falsos ideales, que a su vez juegan con la metáfora del espiral cada vez más incoherente, porque el viaje de Scotty es uno en donde la trama de misterio deja de importar para dar paso al amor de ultratumba que le hace sentir vivo.
Presentar una historia de amor por parte de un hombre deshabilitado de su valentía –y por ende su hombría- y una mujer que trágicamente es un peón para un acto obsceno, es… increíblemente adelantado para 1958. Hay un tinte de noir en la obra y es con la idea de que no hay bandos esclarecidos, prácticamente todos pasan por los dos opuestos y pocos pagan por sus crímenes.
Y su resolución es cruda e irónica.
Quizás más importante, sería la intención de Hitchcock de explorar esos temas, que ya antes había intentado exprimir lo que se podía en el cine con el registro de la sexualidad, pero aquí la película juega con atmósferas, con colores específicos que de inmediato reaccionan con el cerebro, con secuencias aterradoras de sueños horrendos y en matrimonio con el mejor trabajo de Bernard Herrmann en su carrera.
Vértigo tiene todos esos elementos, y muchos más, porque su importancia radica en ser una película que dé material al cinéfilo de encontrar un rumbo hacia el cine más complejo que el de sólo contar una historia tradicional. Es combustible académico y no por ello ha dejado de ser una obra que conecta con ese público que exige más del medio fílmico… porque hay que decirlo: no fue un éxito en su tiempo.
El capricho de Hitchcock costó demasiado caro, y no fue capaz de reembolsar su coste. En 1958 las audiencias no querían finales trágicos y películas que exploraran los límites del medio… querían entretenimiento y si Jimmy Stewart, la imagen pura del hombre común y corriente no podía ofrecerles ese escape banal por medio de la asociación, entonces Hitchcock había fallado como realizador y Vértigo era una pérdida de tiempo.
Pero aquí estamos, a 60 años, con una película que se ha vuelto el análisis que todo asistente de la sala de cine debe hacer, porque un mundo sin ese capricho de Hitchcock, no sería un mundo mejor.