La semana pasada, en la primera parte de este artículo, compartía con ustedes lo dañino que son las pseudociencias y las teorías de conspiración. Se comparten a diestra y siniestra a través de redes sociales y de boca en boca dando por hecho que son ciertas sin en el más mínimo interés de corroborar la información a través de cualquier medio serio.
Para ejemplificar mis dichos quiero compartirles algunas anécdotas que me constan:
En el año 2014 había una persona que se autodenominaba “bruja”, trabajaba en un establecimiento junto con otras 6 personas. Llamaremos a esta persona con el nombre ficticio de “Juana”. Pues bien, resulta que Juana les decía a sus compañeros que, si no hacían lo que ella les decía, los iba a embrujar. Aseguraba ya tener embrujado al dueño del lugar y con eso amenazaba a los demás. Con el poder que ostentaba, ordenaba a sus compañeros hacer las actividades que ella no quería realizar, como lavar los platos, limpiar las mesas y sacar la basura. Un día, en un arranque de enojo decidió ordenarles a sus compañeros meterse al contenedor de basura pues no habían hecho lo que les había ordenado. Eso detonó que uno de los castigados se animara a comentarle al dueño lo que estaba pasando. Fue así que éste último tomó cartas en el asunto y Juana terminó su relación laboral en el lugar.
En otra ocasión, una mamá primeriza tenía a su bebé enfermo. La vecina le compartió un remedio “buenísimo” para el mal que aquejaba al pequeño. La receta consistió en bañar al niño en agua con muchas hojas de lechuga y así lo hizo la madre. El niño, por supuesto, no se curó del mal inicial y terminó su “tratamiento” con una dermatitis terrible que empeoró su condición.
Hoy, ante la pandemia del COVID19 hay muchas teorías de conspiración que “explican” su origen y su propagación. Una de las más comentadas es que la enfermedad es un invento creado para distraer a la población y mientras tanto se instalan antenas de tecnología 5G, la cual se usa para transmisión de datos a través de medios celulares principalmente. Muchos videos circulan respecto a esta falsa afirmación y la gente lo comparte sin cuestionar en lo más mínimo.
Los ejemplos anteriores son el reflejo de la idiosincrasia y cultura generalizada del mexicano. Como lo comenté en mi colaboración del pasado 7 de abril, la cual puede leerse en https://zonafranca.mx/opinion/pseudociencias-y-teorias-de-conspiracion-practicas-a-erradicar-parte-i/ en México a 6 de cada 10 mexicanos están poco o nada interesados en la ciencia.
Las pseudociencias, las teorías de conspiración y la falta de información hoy hacen que tengamos condiciones peligrosas para que los contagios del coronavirus aumenten.
Las autoridades han advertido que en los siguientes días se espera un incremento exponencial de los contagios comunitarios si no acatamos las disposiciones. Considerando que muchas personas piensan que las medidas son exageradas o que piensan que “pues de algo nos hemos de morir” (sí, sí he escuchado eso de boca de personas conocidas) estamos en un serio riesgo de incrementar el problema.
Otras malas prácticas son hacer reuniones entre familiares con el argumento de que son sólo del círculo cercano y erróneamente se cree que eso es de menor riesgo.
Cuidarnos está en nuestros mismos. Está en el cambio de hábitos. Es momento de dedicarle más tiempo a la ciencia y a leer fuentes confiables de información. Los países con más desarrollo tienen una correlación directa de sus habitantes relacionados con la educación formal, el desarrollo científico y la lectura de libros per cápita. Nosotros tenemos ese potencial y el reto es que más personas se informen y dejen de creer y fomentar las pseudociencias. No hacerlo, podría provocar que acaben en baños de lechuga, leyéndoles las cartas, rodeados de imanes o, peor aún, muertos por no guardar la sana distancia. Es momento de actuar ¡ahora!
