Un país educado comienza su formación en casa, en el seno familiar. Ahí las personas aprendemos por primera vez cómo concebir el mundo. Durante nuestros primeros años recibimos información sobre lo que nos rodea principalmente de nuestro círculo cercano: nuestros papás y hermanos principalmente. Poco tiempo después nuestro mundo se va expandiendo a los tíos, primos y amigos. Más tarde se hace más grande nuestro universo al conocer nuevos horizontes en la escuela. En México, más del 95% de los niños en edad de cursar la educación básica está en las aulas.
La educación formal en todos sus niveles tiene muchos beneficios. Uno de los principales y más duraderos es que construye un método estructurado para analizar y resolver problemas. Los primeros años en la educación formal los profesores nos transmiten el mundo a través de sus enseñanzas con muchas metodologías distintas. Conforme vamos creciendo comenzamos a vivir nuestra propia realidad. Comienza la deserción escolar al grado de que la educación superior solo uno de cada cuatro alumnos estudia alguna licenciatura y la proporción sigue disminuyendo en maestrías y doctorados.
Durante muchos años el método científico ha sido el pilar para la generación de nuevo conocimiento se basa principalmente en dos premisas principales:
Reproducibilidad: Es la capacidad de que un experimento para comprobar o refutar una hipótesis pueda ser replicada por otras personas, generalmente pares.
Refutabilidad: Es la capacidad de una teoría para ser sometida a experimentos que la contradigan y con base en los resultados hacer conclusiones.
Gracias a ésta última la ciencia siempre se mantiene abierta al escrutinio a constante análisis para hacer más y mejor ciencia, generando conocimiento y que éste se convierta en innovación al servicio de las personas.
En el caso contrario están las pseudociencias las cuales son aquellas prácticas que no tienen el rigor del método científico. Una de las características principales es que la “verdad” que dicen tener solo es demostrable por una sola persona o ente y, en el mejor de los casos, por un pequeño grupo de individuos que tienen ciertos “dones” que los demás no tienen. Poderes extra humanos o habilidades que no tienen sustento ni pueden ser replicables ni refutables. En México las personas creen mucho en las pseudociencias, en el pensamiento mágico, en los gurús, coachs y demás figuras que no cumplen con el rigor científico.
Es se explica en parte porque en México hay poco o nulo interés en la ciencia, la tecnología e innovación. Según el estudio “El Estado de la Ciencia – Principales Indicadores de Ciencia y Tecnología – Iberoamericanos / Interamericanos” publicado por la UNESCO en 2019, el 6 de cada 10 mexicanos están poco o nada interesados en estos temas. Esto abre una puerta enorme a charlatanes que usan la ignorancia para esparcir falso “conocimiento”, teorías conspiracioncitas y todo tipo de información que no puede comprobarse ni con la más mínima investigación al menos en internet.
A finales de marzo 2020 comenzó a circular en medios electrónicos un video de una supuesta vidente española que predecía la pandemia. El video, según decía ella misma, se grabó en el mes de diciembre pasado y explicaba con mucha “precisión” lo que ocurriría en el 2020. La gente compartió como reguero de pólvora esta información, sin embargo, una búsqueda sencilla en internet, con lo más básico: el Google, revela la realidad: no hay manera de encontrar en ninguna red social estructurada ese video antes de marzo 2020, por supuesto, no hay registro ni en las redes sociales “oficiales” de la vidente de ese video en diciembre del año pasado. Un completo engaño que millones de personas en el mundo se creyeron y compartieron “asombrados”. Aquí aplica la frase que versa “es más fácil engañar a las masas que a los individuos”. En la siguiente entrega continuaré hablando más sobre este tema. ¡Hasta la próxima!
