Ulises Quillo
Del Teletón recuerdo claramente la historia de una mujer de muy escasos recursos, con un marido alcohólico, golpeador y violador, del que había tenido once hijos, de los cuales, unos siete tenían alguna discapacidad. ¿Por qué dios provocó esto? Si alguna vez te has preguntado algo similar ¡enhorabuena! eres partícipe de una de las discusiones filosóficas más importantes de la historia: la teodicea.
Hablamos de un problema teológico muy antiguo. Básicamente el problema es resolver la contradicción entre los siguientes enunciados:
- El mal existe. Si observamos atentamente a nuestro alrededor, y somos honestos, no podemos negarlo.
- Dios es omnipotente.
- Dios es omnisciente.
- Dios es bueno.
Ninguna respuesta ha sido realmente satisfactoria, así que si tampoco lo has logrado aún, no te preocupes… o más bien, lo siento, es una pregunta angustiante, lo ha sido para mí desde pequeño.
Digamos que, si quitamos a dios alguna de sus propiedades, todo sería consistente. Si dios fuera omnipotente y omnisciente, pero no fuera bueno, podríamos admitir que dios provocó o permitió que el mal existiera porque no es su interés eliminarlo. Si dios fuera bueno y omnipotente, pero no omnisciente, podríamos admitir que el mal existe porque dios no lo sabe. Finalmente, si dios fuera bueno y omnisciente, pero no omnipotente, comprenderíamos la existencia del mal afirmando que no puede eliminarlo. Pero, de hecho, en general se asegura que dios es bueno, omnisciente y omnipotente.
Probablemente la explicación más popular, y con la que mi abuelita siempre argumenta, es que el mal existe sólo como resultado de los actos humanos. Este mal es resultado del libre albedrío que dios quiso regalar a la humanidad. Eso desresponsabiliza a dios de la existencia del mal y pone la bolita en nuestras manos, él sabe de la existencia del mal, podría eliminarla y de hecho quiere hacerlo, pero nos ha dado libertad sobre nuestras acciones, y nosotros decidimos hacer el mal.
Se trata de una excelente artimaña teológica pero ¿acaso dios, omnipotente, omnisciente y bueno, no podía darnos libre albedrío y al mismo tiempo evitar que hiciéramos el mal?
Leibniz publicó en 1710 su libro Teodicea, en el que pone nombre a este problema viejísimo y lo resuelve confirmando una idea que ya le había expresado al famoso teólogo Antoine Arnauld en 1673: “Dios había elegido el más perfecto de todos los mundos posibles” (De Olaso, 1982; 76). Su idea es que dios trató de crear el mejor de los mundos, pero que esto implicaba inevitablemente la existencia de algunos males, vivimos en un mundo que otorga el mayor bien posible con el menor mal posible.
Probablemente a estas alturas ya hayas concluido que esto no resuelve el problema, porque implica que dios no puede crear un mundo mejor que este.
Pero, ¿qué dice la astrofísica al respecto? En realidad, nada. A los astrofísicos no les interesa el problema del mal, menos aun les interesa rescatar la integridad moral de dios. Sin embargo, no pude evitar pensar en Leibniz cuando recientemente leí sobre una hipótesis llamada: Teoría de la Selección Natural Cosmológica (SNC) propuesta por Lee Smolin en 1997. La idea es que así como por medio de la selección natural, la herencia y la mutación, nacieron seres tan improbables como nosotros, por medio de una selección natural cosmológica, el universo adquirió las improbables propiedades que posee.
La hipótesis de la SNC parte de la existencia del multiverso y sugiere que los universos se replican a través de los agujeros negros. Estos universos heredarán y mutarán sus constantes fundamentales, con el resultado de ajustar estos valores para posibilitar la existencia de estrellas, planetas, seres vivos y seres autoconscientes. Las “constantes fundamentales” son valores numéricos universales que caracterizan a las partículas y sus interacciones, por ejemplo, la masa de los electrones, neutrones y protones que constituyen el átomo. Si asignáramos el valor 1 a la masa del protón, un electrón valdría 0.0543, mientras que la masa del neutrón sería de 1.001. Ahora bien, esa diferencia de 0.001 entre el protón y el neutrón es crucial para la existencia del mal ¿por qué?
Nuestros maestros de física nos enseñaron que las cargas eléctricas iguales se repelen mientras que las opuestas se atraen. Un átomo está compuesto por un núcleo (compuesto de protones y neutrones) rodeado por electrones. Los protones son partículas con carga positiva, los electrones negativa, mientras que los neutrones son ¡claro! eléctricamente neutros. Un núcleo con más de un protón debería provocar que los protones se repelan y, sin embargo, se mantienen unidos gracias a una fuerza que los físicos llaman fuerza nuclear fuerte. Tenemos la fuerza nuclear débil que, entre otras cosas, provoca que nuestro neutrón con un peso de 1.001, estando solo en el mundo, se desintegre en un protón, un electrón y un antineutrino. Pero, cuando el neutrón es atrapado por un protón, al tener pesos muy similares, no puede escapar, porque no tiene energía suficiente (recordemos que masa y energía son relativamente equivalentes), lo que permite que se mantenga en el núcleo del átomo y que, eventualmente, produzca estrellas y, finalmente, vida capaz de hacer el mal. Si el neutrón pesara 1.002, esa pequeña diferencia de 0.1% le daría la energía suficiente para escapar del protón, lo que impediría que se formaran átomos y, por último, que no se pudiera conformar nada de lo que conocemos en el universo.
¿Por qué el neutrón, el protón y el electrón pesan lo que pesan? Nadie lo sabe aún. La SNC es un intento por explicarlo, pero es apenas una hipótesis. La idea es que universos fueron apareciendo y desapareciendo, colapsando en agujeros negros supermasivos que luego estimulaban un nuevo Big Bang, y así sucesivamente, hasta que apareció un universo con los valores necesarios para que se estabilizaran los átomos, aparecieran las estrellas y, algún día, en una galaxia remota, emergiera el mal.
Se han realizado simulaciones informáticas que han corroborado algunas de las predicciones de la SNC. Curiosamente, estas simulaciones no han logrado producir un universo con ajustes más apropiados, lo que sugiere que habitamos el mejor de los mundos posibles.
Hablando sobre esto un amigo dijo hace un tiempo, Leibniz puede ahora destapar una cerveza. ¡Salud por él!
BIBLIOGRAFÍA
De Olaso, E. (Ed.). (1982). G.W. Leibniz. Escritos filosóficos. Charcas: Buenos Aires.
McFadden, J., (2023). La vida es simple. La navaja de Occam y la nueva historia de la ciencia del universo. Paidós: Barcelona.
Smolin, L., (1997). The life of the cosmos. Oxford University Press: New York.