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jueves, abril 18, 2024

Quimeras “Poppins-Curie”

Por: Abril Saldaña y otras mujeres al borde…

 

La otra noche hablando con una amiga le pregunté si seguía con el proyecto aquel sobre ecología y medio ambiente. Me contestó que no estaba trabajando y, acto seguido, le pregunté “¿entonces no estás haciendo nada?” ¡Dios! Tanto que he vivido, sufrido, reflexionado sobre la famosa ‘’guerra entre las madres’’ para que mi torcido subconsciente, o la inercia de las frases hechas, vacías, me traicione y me atreva a decir que cuidar de los hijos pequeños es ‘’no hacer nada’’.

Yo estoy del otro lado. Pero mi trabajo remunerado y la loca logística entre la vida laboral y la doméstica también tienen sus complicaciones y seguido me colocan también en el banquillo de los acusados. Sí tengo algunas certezas. Por lo menos sé que jamás seré ‘’mamá del mes’’ en la escuela de mis hijos, nunca recibiré una felicitación pública por mi gran ayuda en las actividades que algunas madres organizan para la escuela, siempre en horas laborales. Escucho a colegas y amigas en la misma situación, quejándose de las maestras y madres que las acusan por la poca atención que dan a sus hijos por su ambición laboral. Las exigencias son muchas y una madre que trabaja, más si se atreve a ser ambiciosa o competitiva, es incapaz de estar a la altura de las expectativas. Basta echarle un ojo al mercado de los libros sobre maternidad para entender en dónde estamos, títulos como ‘’mamá, te quiero zen’’ o ‘’mamá come sano’’ son tan sólo una probadita de las expectativas que nos encaran todos los días, expectativas que no podemos cumplir porque jamás fueron diseñadas para cumplirse.

Aparentemente, el nuevo parámetro de excelencia es la llamada ‘’maternidad intensa’’ o ‘’maternidad total’’. Así se definen las nuevas expectativas de crianza que requieren la presencia casi permanente de la madre; una presencia física y emocional. Jamás habíamos dedicado tanto tiempo a los niños, a su crianza y su bienestar; jamás lo habíamos pensado tanto, planeado tanto, leído tanto, y discutido tanto. Un estudio en Estados Unidos encontró que en el 2001 el 74 por ciento de los padres reportaron enseñar a sus hijos en preescolar, palabras, letras y números en casa cuando en 1951 sólo el 8 por ciento reportó hacer lo mismo (Schaub, 2010). Jamás habíamos invertido tanto tiempo en los hijos y jamás nos habíamos sentido tan culpables por nuestra clara incapacidad de cumplir con lo imposible y, en esta crisis de incapacidad-culpabilidad, las madres que hacen algo distinto se convierten en el blanco perfecto de nuestra desaprobación. Habría que aclarar, que esta reflexión y esta guerra es, sin duda, un ‘’problema’’ de la clase media, no por eso menos válido; finalmente, en el caso de las mujeres que viven su maternidad en condiciones de pobreza, es el Estado el encargado de vigilar e higienizar sus prácticas de crianza siguiendo nociones occidentales y de clase media sobre maternidad merecida.

El problema es que también las expectativas individualizantes del ‘’proyecto del ser’’ se han vuelto inalcanzables. Gracias al inflado sentido de empoderamiento heredado de las olas feministas de nuestras madres y abuelas, las mujeres, madres o no madres, nos tenemos/debemos de construir a nosotras mismas como esas quimeras de la mitología griega – o su equivalente tropicalizado, el alebrije – es decir, como mezclas o mosaicos de características usualmente en tensión o, francamente, incompatibles unas con otras en la práctica. Debemos ser mujeres exitosas (aunque no tanto que lo sufran los hijos); debemos ser mujeres inteligentes (pero nunca al grado que la pareja se sienta emasculada); debemos tener una casa perfecta (pero que sea un lugar nutritivo para la creatividad familiar); debemos ser atractivas (pero no tanto que nuestras hijas aprendan a cosificarse). Es decir, debemos ser madres que puedan servir de ejemplo a sus hijos de que se puede todo. De que se puede tener una carrera exitosa y seguir siendo la madre amorosa de la familia extendida. De que se puede ser bella y brillante, serena y triunfadora, amante y coequipera, apoyadora y ambiciosa. En pocas palabras, estamos en medio del remolino de un proyecto civilizatorio que nos obliga a corporizar todas las contradicciones del capitalismo. Y ese capitalismo rampante con su discurso gemelo de libertades individuales sin límite está, como las quimeras, mostrando su verdadera cara: es un entelequia, una construcción de la imaginación enfermiza de los exploradores alucinados, es decir, no existe más que en teoría. Siempre hay alguien que paga por esa fantasía.

Volviendo a las madres, las mujeres que deciden no trabajar se convierten en el enemigo perfecto de aquellas que reciben un sueldo; finalmente cada grupo de mujer representa aquello que queremos y no podemos lograr; ellas, ‘’las otras’’ representan nuestras carencias y juzgarlas es la forma más fácil y cruel de encontrar excusas cuando nadie, ni un grupo de mujeres ni el otro, tendría porqué excusarse de nada. ¿Cuándo dejaremos a un lado la necesidad de explicarnos?

En una semana escuché dos casos de divorcio. Uno en donde la pareja alegaba que ella era demasiado ambiciosa, que su carrera había acabado con su vida familiar. En el otro, la pareja se quejaba de la poca ambición de su mujer; al entregarse a la vida familiar en exceso, ella había dejado de ser interesante, ya no tenían nada en común y en cambio él se sentía ahora más atraído por las mujeres competitivas e inteligentes con las que compartía su vida laboral sofisticada. En pocas palabras, el mundo no requiere mujeres de carne y hueso, sino quimeras ‘’Poppins-Curie’’. Mujeres mitad Mary Poppins, la nana doméstica “prácticamente perfecta”, y mitad Marie Curie, la mujer que persigue su ambición personal sin miramientos. Mujeres-quimera que puedan con todo. A veces se asoma alguna que parece lograrlo, pero no se deje engañar. Nunca sabemos que hay detrás de ese ‘’performance’’. Quizá haya un ejército de empleadas domésticas, choferes y asistentes personales, quizá gabinetes llenos de Clonazepam, o mañanas debajo de las cobijas viendo series de televisión en cadena cuando la casa está vacía. El punto es, ¿cuál es el precio de aparentar que podemos con todo? En un mundo que demanda ‘’Poppins-Curie’’, la mínima gentileza que nos podemos ofrecer en esta trinchera común es dejar de juzgarnos entre nosotras y, con esto, aminorar aunque sea un poco la culpa de todas las opciones echas a un lado. Despertemos. Las Poppins-Curie, igual que el capitalismo de las libertades personales, son quiméricas. Así como el novio/a de la prepa, el cruel-capitalista-globalizante-destructor sistema económico y social en el que estamos inmersas nos dice a gritos ‘’no eres tú, soy yo’’. Escuchemos, ¡esta vez es cierto!

Abril Saldaña
Abril Saldaña
Doctora en sociología por la Universidad de Manchester en Inglaterra. Es actualmente profesora-investigadora de la Universidad de Guanajuato, Campus León. Sus intereses de investigación son género y sociología del cuerpo y ha publicado artículos sobre trabajo doméstico, mestizaje, racismo y desarrollo sustentable/ecofeminismo. Su página personal es: http://ugto.academia.edu/AbrilSaldañaTejeda Correo electrónico: abrilsaldana@gmail.com Twitter: @Abril_SaldanaT

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