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jueves, abril 25, 2024

Reducción de la Pobreza: Problema público y social desatendido.

Según el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) en el año 2018, el 41.9% de la población en México vivía en situación de pobreza, cifra que equivale a 52.4 millones de personas. Por supuesto, para este año 2020, la estadística no hace pronósticos favorables, pues además de que las estrategias de intervención para reducción de la desigualdad han sido insuficientes, la situación de la pandemia mundial generada por el coronavirus (COVID-19) vino a afectar a toda la economía mundial y a complicar la posibilidad para mantener u obtener un empleo formal, lo que para familias en situación vulnerable comprometió incluso necesidades básicas, como la propia alimentación.
Es un hecho, que esta situación inédita en la historia moderna tomó por sorpresa a los gobiernos del mundo, y los gobiernos de México y de los países de América Latina no fueron la excepción.
Se hizo evidencia de que años o décadas de esfuerzos de trabajo coordinado por los gobiernos de la región por combatir a la pobreza y a la desigualdad han sido insuficientes, también pese a organizaciones como:
● CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos).
● CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), etc.
Es así, que ante la contingencia del COVID-19 que amenazó en teoría de manera prioritaria a la salud, se terminó por develar otra innegable realidad: Los modelos económicos de América Latina no han logrado reducir a la desigualdad, y la necesidad de solicitar a la población el respeto por una cuarentena obligatoria, vino a vulnerar la supervivencia humana, ya que millones de personas no están en posibilidad de tener ningún tipo de ingreso económico, estando además en situación de informalidad social, y sin ningún tipo de prestaciones.
En México se evidenció además que lo que los libros de historia acusan de la época del “Porfiriato”, no quedó en el pasado. La distribución de la riqueza sigue siendo desigual y la falta de oportunidades predomina en altos porcentajes de la población. La pandemia posibilitó que la sociedad y el gobierno visibilizaran de manera cruel la realidad en que viven millones de personas.
La sociedad mexicana y latinoamericana en porcentajes que superan a la mitad de la población, no estaban preparados para resistir la “cuarentena”.

¿Qué es lo que sucede en México y en América Latina?

Existe una carencia en el sistema educativo para sensibilizar desde tempranas edades la puesta en marcha de proyectos que estimulen el criterio de las y los estudiantes de educación básica para corresponsabilizarse de las alternativas que podrían dar solución a la abierta desigualdad que viven los polarizados sectores de la población.

Por supuesto, esto como simple ejercicio académico, y de fortalecimiento de valores como el compromiso, la solidaridad, y la responsabilidad social, pero sí con la firme visión de una educación vanguardista que apueste a nuevas generaciones con perspectivas académica y filosóficamente sustentadas.

Y es que la desigualdad no sólo se mide por el ingreso económico de familias que viven realidades polarizadas, sino por la calidad de vida y por el acceso a los servicios básicos que dignifican a un ser humano acorde a los estándares del siglo XXl.

Además, ha faltado visión de estado para entender y concebir a la pobreza: Esta ha sido usada en la historia mexicana y latinoamericana como un medio para llegar y para mantener el poder. El utilizado concepto de la “demagogia” al parecer es entendido, pero no erradicado ni combatido, y la carencia de una intervención para la genuina erradicación de la pobreza no existe. No está sustentada con una fundamentación filosófica, ni jurídica ni con perspectiva de respeto a los derechos humanos.

Ha faltado determinación contundente para incluso legislar y tipificar el maltrato a la pobreza.

Sin duda alguna, los procesos y los períodos electorales han hecho evidencia de lo mucho que resta aún por combatir la mentalidad de la población -sobre todo de quienes viven en circunstancias marginales o vulnerables- que están dispuestas a otorgar el voto a quienes consideren que les “garantizarán” programas sociales y de apoyo.

Pero apelando a la ética política y ciudadana, si esa mentalidad se ha consolidado en nuestra sociedad es porque, a manera de “círculo vicioso”, se ha mirado y atendido a la pobreza con falta de visión, y sin el entendimiento que académica, filosófica, y jurídicamente, ya se refirió anteriormente que es imprescindible, pues verle desde la perspectiva de derechos humanos es éticamente urgente.

Sin duda alguna, resulta prioritario que los esfuerzos políticos de todas las bancadas coincidan en atender integralmente a la desigualdad social y a la pobreza enfatizando en lograr:

● Educación formal para las nuevas generaciones para entender y npara que la población no sea usada ni violentada, y a su vez, para que quienes estén en circunstancias más favorecedoras, puedan tener una visión de corresponsabilidad y formación intelectual e ideológica de respeto y de empuje social.
● Tipificación constitucional de maltrato a la pobreza.
● Reforma electoral que impida la capitalización política de las necesidades sociales.

Formación y Capacitación para nuevos integrantes en las Instituciones Políticas

Hoy en día, como ejemplo, los Partidos Políticos en México están obligados a invertir de su presupuesto en formación política, con el objetivo de erradicar la violencia de género de la que por siglos fueron víctimas las mujeres, dirigiendo por supuesto la capacitación a ellas con el firme compromiso de que sean protagonistas del rompimiento de paradigmas que les marginó en la toma de decisiones.

Así mismo, es necesario que mujeres y hombres interesados en ejercer su derecho y obligación de hacer participación ciudadana, y de tener activa participación política, tengan desde sus inicios la sensibilización necesaria a través de la capacitación, para entender y dimensionar a la pobreza y a la desigualdad social desde la perspectiva referida con anterioridad.

La clase política ha sido claramente lacerada, por la falta de confianza principalmente generada en las y en los trabajadores que se sienten defraudados con promesas de campaña, que no se cumplen cuando se obtienen los cargos.

La pobreza no requiere de una desmedida atención a la misma a través de programas sociales, sino desde la dignificación del salario y de la creación de empleos, así como del hecho de garantizar una cobertura educativa universal, laica y gratuita como lo dicta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo tercero.

Pareciera que pasan las décadas, y el discurso de Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara en el año de 1972, no pierde atemporalidad.

“Hay jóvenes viejos que no comprenden que ser universitario, por ejemplo, es un privilegio extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro Continente. Esos jóvenes viejos creen que la Universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social. Un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.

Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuántas viviendas faltan en nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que con un criterio estrictamente liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses.

Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor
pobreza y que, por lo tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de gentes que no pueden ir a sus consultorios, y son pocos los que luchan porque se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.

De igual manera que hay maestros que no se inquietan en que haya también cientos y miles de niños y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un panorama dramático en las cifras de su realidad dolorosa.

En América Latina, continente de más de 220 millones de habitantes, hay cien millones de analfabetos y semianalfabetos.

En este Continente hay más de 30 millones de cesantes absolutos, y la cifra se eleva por sobre 60 millones, tomando en consideración aquellos que tienen trabajos ocasionales”.

¿Cuánto tiempo más habrá de pasar?…

Ricardo García
Ricardo García
Joven entusiasta, Político con causa. Psicólogo de formación, trabajador de la educación por convicción. Formador de Directivos Escolares. Columnista, Capacitador y Conferencista. Secretario Estatal de Asuntos de la Juventud del Partido Verde Guanajuato. Director de TRANSFORMA Consultoría.

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