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miércoles, abril 24, 2024

Reflexiones sobre el Tedio o ¿Hasta dónde llega el ser humano en la búsqueda del sentido de su existencia?

Por: Ruth Sosa Pinzón

El tedio, fenómeno de nuestra existencia que pasa inadvertido, que se cuela por cada una de nuestras fibras a lo largo de nuestras vidas sin que apenas reparemos en él, está ahí, pero no queremos verlo, nos lo sacudimos ocupándonos en cualquier cosa, no nos falta en qué entretenernos ¡opciones hay muchas!

Vivimos en la era del entretenimiento, grandes industrias se han apoderado del aburrimiento de la gente y se han hecho ricas con ello; pensemos en la inmensidad de opciones que se nos ofrecen para entre-tenernos, tan sólo a un click de distancia estamos de alejarnos de nuestra rutinaria cotidianeidad: redes sociales como Facebook, Whatsapp, Twiter, Instagram, entre las más populares; sistemas de streaming como Netflix, Claro video, Cinépolis Klic,, por mencionar sólo algunas, sin olvidarnos de You tube, donde podemos brincar de un video a otro sin tener que preocuparnos siquiera de preguntarnos qué veremos a continuación, pues la lista de sugerencias está lista para ti; y aún si tu espíritu es más aventurero, puedes salir de casa e ir a un parque de diversiones a derrochar por un día entero la adrenalina que el resto de la semana permaneció en un letargo inamovible, o perderte dos horas en una sala de cine (que, como declarara recientemente Scorsese, cada vez más se parece a los parques de diversiones, en donde ya no se busca encontrarse con historias que nos insten a cuestionarnos sobre grandes temas de la naturaleza humana, sino una exaltación de las emociones, que, empiezan con el film e igualmente terminan con él).

No buscamos en estas breves líneas dar una definición o descripción pormenorizada del fenómeno del tedio, pues el tema demanda su tiempo y espacio propios, sin embargo,  a fin de continuar con nuestras reflexiones hemos de esbozar una caracterización, precaria, sí, pero muy ilustrativa; el tedio ha de entenderse desde un polo negativo, desde la ausencia, es decir, no es algo que tengamos, sino algo que nos falta. En la Filosofía del Tedio (1999), Lars Svendsen, tras hacer un recorrido histórico del concepto, encuentra que si bien, desde tiempos remotos se pueden encontrar algunas formas de tedio, no es sino la modernidad la época en que se instala en el ADN de la cultura, que se entreteje en la existencia del hombre y desde entonces se ha quedado con nosotros ¿Qué es entonces lo que nos falta, aquello que desde la modernidad perdimos y no hemos podido recuperar?

Parece paradójico que justo a partir de la época en que los avances tecnológicos se han venido sucediendo a mayor velocidad y en que novedades de todo tipo (moda, noticias, productos de consumo de diversa índole, así como los atractivos anuncios que los publicitan, por mencionar algunos) comenzaban a asaltarnos a la vuelta de cada esquina, sea justo la época en la que el tedio se haya infiltrado en nosotros. Y que, hoy en día, que tenemos un acceso casi ilimitado a la información a través del internet y en que estamos perpetuamente conectados con gente alrededor del mundo entero, nos encontremos aún más bajo su invisible dominio.

No cabe duda, resulta complicado encontrar qué es lo que nos falta cuando la sociedad de consumo en la que vivimos, ante cada carencia, se apresura a ofrecernos un producto que resuelva toda necesidad; pero hasta ahora, no podemos comprar un remedio contra el tedio, es más, muchas veces no sabemos siquiera que éste es el mal que nos aqueja, nos sentimos cansados, fastidiados, enojados, impacientes, pero cuándo hemos dicho o escuchado a alguien decir -¡qué terrible tedio me aqueja!-, parte de su naturaleza es ser esquivo, subrepticio, permanece velado no sólo en la rutina diaria y en las múltiples ocupaciones del hombre moderno (posmoderno, globalizado…), incluso en nuestros ratos de ocio está ahí, haciéndonos sentir la carencia de algo, aún tengamos todo para estar felices y satisfechos, inundando nuestra más interna capa de existencia con un peculiar horror vacui casi inadvertido.

Eso que nos falta y que aún el mercado no ha podido empacar y vender, es el sentido, un sentido personal de nuestra existencia. Ante el consumo desmedido y la creciente necesidad de vivir experiencias excitantes y novedosas, la falta de sentido se impone. No corremos porque la finalidad de nuestra existencia sea la de ser un corredor, corremos para obtener una medalla que presumir en las redes sociales, para perder peso y acercarnos a la imagen idealizada del modelo estético imperante, para desestresarnos de un día duro de trabajo; pero una vez alcanzada la meta de satisfacción inmediata ¿qué queda de esa experiencia, sino la necesidad de embarcarnos en nueva empresa que pueda llenar momentáneamente ese hueco que se ha dejado al descubierto, es decir, encontrar un nuevo paliativo para nuestro profundo tedio?

El tedio puede verse entonces como un motor de las sociedades contemporáneas, hacemos cosas para evitar sentirlo, pero inevitablemente volvemos a caer en sus redes, recomenzando una y otra vez el ciclo ¿Es posible detenerlo? ¿escapar de este eterno retorno de lo mismo?  En tiempos recientes, nuestra sociedad ha sido sacudida por algunos eventos, que revelan situaciones límite de nuestra naturaleza humana, mostrando nuestro lado más cruel, así como también un fuerte lazo de lucha solidaria ¿está el tedio en la base de ellos?

Pienso, por ejemplo, en los atroces actos cometidos por el “monstruo de Ecatepec”, el “monstruo de Toluca”, el secuestro y asesinato de la pequeña Fátima y tantos otros crímenes de características tan espeluznantes y repugnantes que resultan más aterradoras que cualquier ficción (como Roberto de la Cruz, personaje protagónico de Ensayo de un crimen de Rodolfo Usigli, a quien el tedio lo lleva a planear y ejecutar un asesinato perfecto, desprovisto de todo interés mundano como el dinero, el poder u otras bajas pasiones y en el que sólo el sentido estético impere) Es posible que el hastío de vivir una vida sin sentido orille al hombre a despojarse de su revestimiento de humanidad y cometa tales actos?

Es posible, pero también es una posibilidad que la movilización de miles de mujeres el 8 de marzo pasado tenga su origen en el tedio, en una desesperada búsqueda de sentido. El hartazgo de vivir en una sociedad que lo consume todo, incluso la vida de las mujeres, el vacío que se genera al denunciar, gritar, exigir ser escuchadas y obtener siempre el mismo resultado… ninguno, la necesidad de hacer algo ante la sempiterna presencia de los abusos se impuso en esa marcha. Pero quizá en movimientos revolucionarios como éste, la búsqueda de sentido no sea efímera, no tenga prescrita una fecha de caducidad, pues se lucha no sólo por un presente, sino por la posteridad, por las futuras generaciones, las cuales, seguramente, seguirán co-existiendo con el tedio, y se embarcarán en una nueva batalla por sacudírsela.

Y tú ¿hasta dónde llegarías por deshacerte del tedio?

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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