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viernes, abril 26, 2024

Revolución industrial vs. Revolución intelectual ¿Cuál es la posición de las mujeres en el siglo XXI?

Por: Ruth Sosa Pinzón

Una mañana común, igual a muchas otras desde hacía un par de años, mi rutina matutina quedó en suspenso por un breve instante, apenas unos segundos que duró un comentario final en un programa radiofónico que, en el fortuito juego de buscar algo-para-escuchar-mientras… se pone el verde en el semáforo, alcanzó a colarse en mi saturada mente: “Si la Revolución industrial sacó a la mujer de sus casas, la Revolución intelectual tiene que regresarlas” sentenció la potente y varonil voz del locutor. Mi reacción inmediata fue de desaprobación, incluso de enojo ¡Los logros de las luchas feministas echadas por la borda en unas cuantas palabras! -pensé, sin embargo, aquella idea no salía de mi cabeza, obligándome a pensarla y repensarla una y otra vez.

¿Dónde estamos posicionadas las mujeres actualmente? y ¿dónde deberíamos estar? Fueron las primeras preguntas que me detuve a reflexionar e inevitablemente resonó el eco feminista que cimbra no sólo a nuestra sociedad, sino a la comunidad internacional en plenitud. Las mujeres (y algunos hombres también) estamos en pie de lucha, pero ¿qué causas estamos defendiendo? Al llegar a esta pregunta me resultó muy difícil responder de manera unánime y sintética; las causas que defiende el feminismo son tan amplias y variadas que no podemos echarlas todas en un mismo cajón, por tanto, hablar de feminismos resulta más adecuado, aunque también complejiza la situación creando parcelas tan divergentes entre sí que llegan a parecer antagónicas.

Entre los variados frentes de lucha que el feminismo ha adoptado, podemos encontrar, por ejemplo, el feminismo de la igualdad y el de la diferencia, el feminismo radical y el liberal, anarcofeminismo, ecofeminismo, transfeminismo, entre otras muchas adherencias que ha tenido este movimiento al pasar de los años y de las teorías que lo han atravesado, cada cual defendiendo un flanco particular del mismo asunto, pero dejando mucho que desear en cuanto a la unificación de ellos.

En este sentido, el ideario colectivo se ha ido llenando con ideas inconexas y radicalizadas de algunos postulados o ideales “feministas” sin adoptar una postura crítica al respecto, asumiéndolos aislada y descontextualizadamente, colocándose en una trinchera precariamente edificada a partir de opiniones y sentencias repetidas de manera automática, porque ¡claro! ser feminista “es lo de hoy”.

Esa primera inercia de enojo y desaprobación ante la rotunda afirmación del locutor de radio (surgida de la activación del automatismo del ideario feminista),  se volvió en una voz crítica interior, que me obligó a repensar desde mi condición de mujer y no de teórica o expertiz del feminismo (pues no lo soy). Había algo de verdad en esas palabras que en principio me hicieron doler el hígado… una revolución intelectual demanda a mujeres (y a hombres también) no absortas en la vida laboral y económicamente productiva.

Me explico: en el texto Farm to Factory: Women’s Letters, 1830-1860[1] (De la granja a la fábrica: Cartas de mujeres, 1830-1860), se reproducen cartas intercambiadas por mujeres de zonas rurales (principalmente granjas) y aquellas que se instalaron en un contexto urbano para adherirse al mundo laboral como trabajadoras de la floreciente industria estadounidense de mediados del siglo XIX. No es casualidad que ésta cada vez mayor salida de las mujeres al mundo laboral coincida con la primera ola del feminismo en la tradición anglosajona (segunda ola si lo consideramos desde el contexto europeo, cuya primera ola feminista se encuentra enraizada en la Ilustración).

La independencia económica, la integración a diversos contextos sociales (no exclusivamente domésticos), la posibilidad de formar grupos organizados, entre muchos otros logros de la primera ola feminista se dieron gracias a la salida de sus hogares y a la integración de las mujeres en el campo laboral (que cabe aclarar las condiciones no eran en absoluto favorables), sin embargo, fue quizá la única manera de romper el rol histórico femenino centrado principalmente en los trabajos domésticos y el cuidado de los otros, ampliando así las posibilidades de acción de este grupo invisibilizado.

A partir de este momento, las mujeres hemos ido ganando terreno en la vida productiva, aunque aún muy alejadas de las condiciones óptimas o deseables: “En el país 7 de cada 10 mujeres con trabajo remunerado (68%) ganan como máximo 5,300 pesos mensuales, equivalentes a dos salarios mínimos. Sólo 4 de cada 100 mujeres ocupadas (4%) ganan más de 13, 255 pesos al mes”, según una estadística de El Economista del 3 de noviembre del 2018[2]. Por poco más de cinco mil pesos al mes, más de la mitad de las mujeres trabajadoras mexicanas hemos dedicado aproximadamente 2,304 horas al año (considerando una jornada laboral de 8 horas diarias de lunes a sábado) operando una máquina, sentadas frente a un escritorio atendiendo llamadas, limpiando calles o edificios, y una larga lista de etcéteras. Nos hemos alejado de nuestros hogares, pero también de las plazas públicas, de los teatros y museos, de parques y jardines.

El lugar que la sociedad demanda hoy a las mujeres es una posición productiva, generadora de un poder adquisitivo, aunque precario, raquítico incluso. Se ha hecho creer que el adherirse a la vida productiva otorga a la mujer mayor dignidad que quedarse en casa, que pasar de ocho de la mañana a ocho de la noche en una empresa u oficina te empodera y dignifica y te libera del yugo del trabajo doméstico impuesto por la opresión machista de nuestra sociedad patriarcal, pero ¿En realidad éste es el sitio en donde las mujeres debemos estar? ¿es desde la inmersión en el mundo laboral que la mujer resiste la opresión?

La mujer (y también el hombre) que desde casa forma con valores universales como el respeto y la igualdad; las bailarinas, escritoras, fotógrafas, pintoras… que a través de su arte despiertan la conciencia y visibilizan realidades marginales respecto a las hegemónicas; las mujeres que comparten sus opiniones informadas en foros y espacios públicos, fomentando el diálogo y el encuentro de ideas ¿no son ellas (y ellos) el germen de una posible revolución intelectual? ¿no será que hoy resistimos la opresión desde la creación y la reflexión y no desde la “producción”?

… Y tú ¿desde dónde resistes?

[1] Dublin, Thomas, editor. (1981)  Farm to Factory: Women’s Letters, 1830-1860 Columbia University Press.

[2] https://www.eleconomista.com.mx/economia/Cuanto-ganan-las-mujeres-en-Mexico-20181103-0007.html

 

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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