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viernes, abril 26, 2024

Rocketman (2019)

Es muy extraño el fenómeno de las biopics musicales porque hay una gran número de ellas que están condenadas a un olvido colectivo. Dichas películas suelen llevar una estructura narrativa sospechosamente similar generada por el hambre de querer retratar todo el camino de éxitos y decisiones de un artista, irónicamente terminando en un camino de autocomplacencias que no ofrecen un material igual de atrevido y creativo que la estrella que tratan de emular. Al final todo es un caso de qué se quiere contar: si ir por lo básico, o de verdad ahondar en el proceso creativo de un artista y su legado. La de esta ocasión y de forma muy apagada, es Rocketman.

Quizás sea porque las audiencias en todo el mundo se acaban de entregar en cuerpo y alma hacia la última película de este tipo del año pasado, la sufrible Bohemian Rhapdsody (2018), que de manera inevitable tiene una relación con la película de Dexter Fletcher, ya que él originalmente no era el encargado para dirigir el proyecto sino que era un filme de Brian Singer, el cual abandonó la producción tras las constantes denuncias de abuso sexual a menores de edad que desde hace ya más de una década lleva arrastrando. Fletcher fue contratado a último minuto para poder salvar una película que se percibe en cualquier área que se le quiera analizar.  La taquilla se entregó a Bohemian RhapsodyQueen volvió a ser un fenómeno mundial, pero de manera cruel no es lo mismo con Rocketman, una película extremadamente superior en todos los aspectos.

Dexter Fletcher dirige un guión de Lee Hall que tiene de principado usar la música de Elton John como base a números musicales -situación nada ajena para el que nos dió Billy Elliot (Stephen Daldry, 2001), que adaptó Caballo de guerra (Steven Spielberg, 2011), y que tiene por encargo adaptar Cats este año), que terminan ofreciendo un acercamiento al proceso creativo del artista en base a su propia identificación con su arte: si bien las canciones no las escribió él, sí reflejan su vida y lo que conlleva, así, se vuelve una celebración a su vida y a su obra en un tono en absoluto camp. Dichos segmentos son frecuentes y aparecen en una película que lleva además un recorrido dentro de la vida de  John sin muchos acercamientos fidedignos, porque lo que estamos presenciando es un desdoble de revelaciones, para un público dentro de una clínica de rehabilitación -situación que aparece en los primeros 5 minutos como sacada de un chiste pero totalmente enganchante- y para la propia audiencia, pues esto sirve para que Elton John enfrente a sus demonios personales.

Y esto se logra, con un Elton John en la pantalla grande bastante atinado. La película vale por sí misma gracias a la capacidad actoral de Taron Egerton, quien encarna a Elton John con una gracia inocente marcada por una vida de excesos en respuesta a la falta de entendimiento y amor, que incluso comienzan a repercutir en su aspecto físico y quien además no intenta imitar al cantante en su estilo de canto, sino que a través de sus capacidades entrega covers del repertorio de Elton John y las hace suyas, porque además el sujeto toca el piano y se encuentra ataviado de la ropa sinónimo de extravagancia.

Honestamente el ritmo de Rocketman no siempre es perfecto, porque para la etapa final comienza a caer en ciertas comodidades que sus números musicales del principio no tenían y en donde comienza a ser reiterativo la intención de que estos aparezcan a cuadro; totalmente risible es una escena express que aparece por obligación del guión que no aporta nada al personaje de Elton John pero es innegable el no sentir una empatía hacia el final, porque Fletcher vuelve a confiar en el poder de este, encarnado en un Taron Egerton como nunca antes visto, y en su poder de sanación encontrada en uno de los videos más ridículos de la década de los ochentas que aquí, encuentra redención como un himno a escupirle sangre a la vida y de manera retadora decirle “qué más tienes preparado”.

Es una cinta ridícula, dramática, pegajosa, y que no abandona tu cerebro en días: es lo mínimo que esperaba de un proyecto sobre el rey de las lentejuelas.

 

 

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