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sábado, abril 20, 2024

Seamos humanos más humanos

Se acaban de cumplir 4 años de una fotografía que dio la vuelta al mundo. Aylan Kurdi, un pequeño Kurdo de 3 años que apareció muerto en la playa. La fotografía tenía tras de sí una terrible historia de injusticia.

Antes, cuando daba clases de fotografía, siempre comenzaba diciéndoles a mis alumnos que la cámara debe ser la extensión de uno mismo y debe ser una herramienta de lo que pensamos y de lo que somos. Una buena foto no es la que tiene mejor encuadre o exposición, sino aquella que es capaz de generar un sentimiento en aquel que la ve. Una de las características principales de una instantánea es que tiene la capacidad de situarnos en lugares donde no estamos en ese momento, por lo que al momento de verla pasamos, aunque no queramos, a formar parte de esta realidad como silenciosos espectadores.

Han salido voces que dicen que esa fotografía no debía de ser publicada en respeto al pequeñito, que junto a su hermanito de 5 y su madre, murieron ahogados mientras trataban de escapar de la guerra civil que se vive en Siria. Yo por el contrario, agradezco que dicha fotografía se diera a conocer en el mundo entero, pues desgraciadamente por nuestra propia naturaleza muchas veces para sensibilizarnos ocupamos imágenes y no palabras, pues no es lo mismo que nos digan que en el conflicto Sirio han muerto casi 350,000 personas, la mayoría de ellas civiles inocentes, a que de repente nos exhiban una foto que desnuda como pocas la realidad del conflicto.

La autora de la fotografía, la turca Nilüfer Demir y quien ha seguido y documentado el conflicto Sirio desde hace algún tiempo, dijo que cuando vio al pequeño muerto sólo pensó en disparar su cámara precisamente para generar indignación en la población y que eso ayudara a cambiar las políticas migratorias y de exilio. 

Existe un caso que por su impacto es muy semejante: Kevin Carter, fotoperiodista sudafricano que cubría el problema de hambruna en Sudán, retrató a un pequeño literalmente muriendo de hambre en ese país y que tenía tras de él esperando la muerte del pequeño a un buitre. La fotografía es realmente cruda. La misma le permitió ganar a Carter el premio Pulitzer. La indignación en el mundo fue terrible. Claro era indignación por lo que sucedía en Sudán, pero también hacia Carter por no hacer nada por el niño –después se supo que el niño no murió ese día, sino bastante después-. Carter no pudo con la presión y terminó suicidándose, muriendo en la ignominia.

Vemos muy lejana a Siria, pero no tenemos que viajar tantos kilómetros para encontrar el drama de la migración, del exilio. México es un país de alta migración -Guanajuato es el tercer estado que más connacionales envía a EEUU- y además, es paso obligado de nuestros hermanos centroamericanos que buscan llegar a aquel país.

Realicé un trabajo fotográfico durante un par de años, para retratar el drama de la migración.  Encontré situaciones que desgraciadamente no le piden nada a la problemática de los refugiados de Siria. Los hermanos centroamericanos no huyen de una guerra civil, pero si lo hacen de la pobreza, de la falta de oportunidades, de la marginación. No se enfrentan a los Yahidistas, pero si lo hacen los grupos delictivos en México. Tal vez no corren peligro en una balsa, pero si lo hacen en el tren. No tienen el desprecio y la poca atención de Europa, pero si la tienen de los EEUU. No se enfrentan a los grupos militares y paramilitares Sirios, pero si a la policía en México.

Gracias a ese trabajo, he podido conocer gente maravillosa que apoya a los migrantes. La gente que administra y que trabaja en la Casa del Migrante en Irapuato; Ignacio y su esposa que en Celaya les regalan comida y ropa y también conocí a Marcelo, Boliviano afincado en Irapuato, quien literalmente les da hasta su camisa a todos ellos, les regala no sólo ropa y comida, sino esperanza de algo mejor. 

Tal vez no podamos ayudar de la forma que quisiéramos a los refugiados Sirios, pero podemos hacer lo propio con las problemáticas que tenemos justo frente a nosotros.

No dejemos que la muerte de cada una de esas personas sea en vano. Todos venimos de migrantes. Alguien en nuestro pasado se vio obligado a dejar todo en busca de algo mejor. Honremos ello y hagamos que haya valido la pena. 

 

Eric Bolivar
Eric Bolivar
Abogado especialista en Derechos Humanos, activista en apoyo a migrantes centroamericanos, colaborador voluntario de la Fundación TELETÓN, columnista, fotógrafo; actualmente dirige Donadores Compulsivos Guanajuato A.C., dedicada a promover la donación altruista de sangre y plaquetas. Correo electrónico: Ebolivar1975@gmail.com. Twitter: @eric_bolivar

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