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jueves, abril 25, 2024

Silencio

Somos humanos, y por lo tanto, requerimos de fe. O por lo menos eso considera Martin Scorsese, quien tomaría la decisión de abandonar los estudios de teología para dedicarse enteramente a otra pasión: el cine. Siempre ignorado por las ceremonias de premios pero rescatado por la crítica y estudiosos, la vida de Scorsese ha tenido tropezones personales como divorcios, drogas, amenazas de muerte, y probablemente el contemplar su propio final como artista y como ser humano. Sin embargo, ahí está, con una calma, deseoso de seguir explorando temas en su cine y de platicar de lo que le apasiona, y eso es algo que pocas personas pueden lograr: que de verdad aprecies que se dé el tiempo para hacer un proyecto y, Silencio es quizás su prueba más grande.

Silencio fue una odisea en proceso. La novela de Shüsaku Endô llegaría a manos de Scorsese mientras filmaba otra producción religiosa, quizás la más controversial: La última tentación de Cristo (1988). Desde aquel momento en que terminó de leer la obra, se sintió obligado a adaptarla pero en el momento adecuado, dejó pasar el tiempo, y otros proyectos se acercaron… pero jamás olvidó la obligación moral que tenía con Silencio. Hoy, a 27 años de ese juramento, por fin aparece la película y valió la pena la espera.

Es una película atípica tanto en estos tiempos, así como para la filmografía de Scorsese. Bien puede que sea su película más complicada para adaptar así como para el público, porque en primera se dedica a explorar el tema de la fe desde diversas perspectivas. Es decir, que no se pone de un lado moralista, simplemente decide entregar la visión descarnada de dos hombres que en su misión personal enfrentan situaciones de dogma y axioma: en donde se tiene que hacer lo “correcto” a pesar de que esto conlleve innumerables muertes. Cuestiona qué es lo correcto, qué nos fortalece como hombres de fe, se da tiempo de analizar sobre qué hace bueno o malo a un religioso, y por sobre todo, impera el mensaje de parte de los japoneses que no querían saber de Cristo.

En manos de otro director la película sería un tratamiento propositivo y de denuncia, pero gracias a que Jay Cocks y Martin Scorsese fueron encargados en el guión, saben qué momento es el ideal para ser benevolentes, y cuándo no… porque encima es una película grotesca pero no en el sentido tradicional.

Verán, Silencio toma en cuenta su nombre, y es lo que escuchamos a lo largo de la película. Hay un score casi nulo salvo en dos secuencias, pero de ahí en más, uno escucha el mar, los grillos, la danza del pasto con el aire dando una tranquilidad a las escenas más calurosas, pero también cuando se trata de momentos de tortura, la falta de música permite que escuchemos cada quejido, arqueada, y momentáneamente silencio que expresa incomodidad.

Andrew Garfield y Adam Driver son fenomenales como Rodrigues y Garupe respectivamente. Son personajes que exigen un tormento físico y emocional y ellos se entregan con diferentes visiones que también aporta al debate que en su génesis textual procrea: sobre las identidades de la fe. Rodrigues es un hombre que comienza a dudar sobre las acciones de un Dios que permite que la gente sufra como está presenciando a pesar de su pasión y preferiría que ellos omitieran su religión a cambio de su vida (a pesar de que él no lo haría) mientras que Garupe es más contenido en lo estricto, en definir las acciones de Dios como fue al pie de la letra y es quizás más precavido con la misión que se les encomendó. Todo esto en busca de un Liam Neeson como Ferreira que hace que Silencio sea una autoexploración similar a los que buscan a Kutz en Apocalipsis Ahora (Francis Ford Coppola, 1979).

También hay un excelente Yôsuke Kubozuka como un retador Kichijiro, lo patético vuelto humano.

Hacia el final la película no da las respuestas más concretas y espera que su audiencia tenga la capacidad de debatir sobre qué está tratando de explorar con su última secuencia ¿Es acaso la fe una carga o algo que nos termina definiendo como hombres bondadosos? ¿Fue justo el camino que se recorrió?

Estas preguntas sobresalen y son bellas porque pocas películas generan un debate interno tan profundo como cuando uno termina de presenciar este viaje. Que quede claro que Scorsese presenta un proyecto inteligente y retador… y queda olvidado. En otra realidad el maestro quizás se dedicó a la exploración de la fe para ayudar a los demás, tenemos la suerte de que siga entre nosotros sin una pizca de desánimo.

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