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lunes, abril 15, 2024

Chávez: Ganó la demagogia

Fue un buen esfuerzo, pero esta vez no alcanzó, Henrique Capriles elevó en cerca de 10 puntos porcentuales la votación opositora respecto a lo obtenido en las elecciones presidenciales del 2006 pero, aún así, Hugo Chávez ganó los comicios con una ventaja de más de un millón trescientos mil votos. Triste, pero, al final y al cabo, cierto.

Durante años, Venezuela fue la referencia democrática de América Latina, un país con elecciones libres y un sistema partidista estable, sin golpes militares, sin guerrillas ni asonadas. Eran los tiempos en que los mexicanos, sumidos en la bizarra dictablanda del PRI veíamos con envidia a los venezolanos, anhelando, algún día, tener la libertad política de la que ellos gozaban desde principios de la década de los 60.

De repente, en 1998, el escenario se transformó por completo, cuando Hugo Chávez, un militar de corte populista, que 6 años antes había intentado, infructuosamente tomar el poder por la vía armada, obtuvo una contundente victoria en las urnas, respaldado por el Movimiento Quinta Republica.

A partir de entonces y a lo largo de, hasta el momento,, 14 años de dominio absoluto sobre la vida social y política de Venezuela, Chávez y su coalición de gobierno cambiaron la constitución, la bandera y la vida misma en la nación caribeña, acercándola cada vez más al modelo cubano y cubriendo con retórica el fracaso absoluto de sus políticas.

Mientras que, en los foros internacionales, Chávez y sus esbirros pregonan la utopía, en las ciudades venezolanas la escasez se convirtió en vida cotidiana y la violencia escaló hasta niveles escalofriantes, llegando hasta 67 homicidios por cada 100 mil habitantes, casi el cuádruple de lo que ocurre en México, aún con todo y la supuesta “guerra de Calderón” (Por cierto, la cifra en Brasil es de 25, contra 18 en nuestro país, así que, amigos de izquierda, antes de criticar la paja en el ojo ajeno, vean la viga en el propio).

La permanencia de Hugo Chávez en el poder durante todo este tiempo se debe en muy buena medida, a dos fenómenos: primero a la incompetencia de los partidos “tradicionales”, el COPEI y la Acción Democrática, que terminaron colmándole el plato a los ciudadanos  y, segundo, a la insufrible altanería que, sobre todo en los primeros años del chavismo, caracterizó a la mayor parte de los líderes de la oposición, auténticos “pirruris” incapaces de generar empatía con la gente de a pié.

En el colmo del fracaso, la oposición logró armar un golpe de estado para sacar a Chávez del poder, pero (a diferencia de lo ocurrido a finales de los 50’s, cuando la AD y la COPEI lograron armas una transición fuerte tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez) la conspiración del 2002 se desbarató rápidamente bajo el peso de las ambiciones personales y el rechazo de los socialistas, por lo que rápidamente Chávez Frías regresó al Palacio de Miraflores con más poder que antes.

A los opositores les tomó más de una década e incontables dificultades encontrar un líder los suficientemente carismático como para representar una opción electoral viable y finalmente lo encontraron en la persona de Henrique Capriles Radonski, ex legislador, alcalde y Gobernador del Estado Miranda, uno de los más prósperos del país.

Ahora, tras su derrota, Capriles tiene ante sí el reto no solo de mantenerse como una figura política relevante, sino de consolidar la unión de los opositores, para derrotar al chavismo en la siguiente elección, como el mismo lo señaló “hay un camino” pero la senda todavía está lejos de terminar.

Para los mexicanos, que damos apenas nuestros primeros pasos en el camino democrático el caso de Venezuela constituye una valiosa lección respecto  a los peligros del anquilosamiento del sistema partidista que, cuando supera el punto crítico, convierte a cualquier país en caldo de cultivo para dictadores y demagogos, cuyo “remedio” resulta peor que la enfermedad.

En otras palabras, o los partidos mexicanos salen –y rápido- del marasmo y la mediocridad en la que llevan sumidos desde hace ya bastante tiempo, o la sociedad acabará hartándose de todos y, desesperada ante la falta de resultados, recurrirá al primer santón que ofrezca soluciones inmediatas. El reloj sigue su marcha y, de seguir por el mismo rumbo, la partidocracia mexicana hará agua para el 2018 o, como máximo, en el 2024.

Eso es en México, pero, por lo pronto, de regreso a Venezuela,  ayer el esfuerzo no fue suficiente, Chávez y su eterna demagogia seguirán marcando los rumbos de aquella nación. La permanencia del caudillo constituye una mala noticia para Latinoamérica, pero así lo decidieron los venezolanos y ellos, antes que nadie, sufrirán las consecuencias. Que nunca nos pase lo mismo.

 

garibaycamarena@hotmail.com    www.sinmediastintasblog.com

Gerardo Enrique Garibay Camarena
Gerardo Enrique Garibay Camarena
Escritor, Católico por vocación y convicción, libertario, escéptico de la política y desconfiado de las intenciones de los políticos Twitter: @garibaycamarena "Personas libres y mercados libres." Wellington.mx

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