- Publicidad -
viernes, marzo 29, 2024

Ecolocos

Este miércoles el portal Zona Franca publicó el caso de la norteamericana Justina Laniewski, arrestada en Pensilvania cuando, en estado de ebriedad, se lanzó a un arroyo para tratar de salvar a un grupo de patos salvajes durante el paso del huracán Sandy, poniendo en riesgo a su propio hijo.

En medio de la enorme tragedia (que hasta el momento se traduce en 59 muertos, cientos de miles de evacuados y más de 20 billones de dólares en pérdidas) la nota parecería simplemente un dato curioso, pero más allá de la anécdota, constituye un reflejo, en pequeña escala, de la actitud que la opinión pública y la mayor parte de los gobiernos del mundo están asumiendo de cara a los desafíos ecológicos. En pocas palabras: están arriesgando lo más por lo menos.

Para muestra basta un botón: en 2009, la administración Obama garantizó un préstamo por 535 millones de dólares en beneficio de Solyndra, empresa dedicada a la fabricación de paneles solares, que quebró estrepitosamente en 2011, dejando tras de sí una estela de desempleo y obligando a los contribuyentes norteamericanos a pagar por el desgarriate.

Lo peor del caso es que, desde el inicio de la operación, existían serias dudas sobre la viabilidad del proyecto de Solyndra, que normalmente hubieran sido suficientes como para cancelar la inversión; sin embargo, como se trataba de una de esas “energías del futuro” que tanto les gusta promover a los políticos, el proyecto siguió adelante, con desastrosos resultados.

Ejemplos similares se repiten por miles a nivel mundial. Burócratas e investigadores danzan con proyectos, iniciativas y delirios que le cuestan a la economía mundial miles de millones de dólares, sin siquiera pensar en prioridades, mientras justifican el dispendio con el petate del muerto del “calentamiento global” respaldado en cifras más endebles que hielo de la antártica.

Tan solo hace algunas semanas y como para enfriar aún más los ánimos, el propio Sistema Meteorológico del Reino Unido informó que, de acuerdo a los datos de sus más de 3 mil estaciones meteorológicas, el calentamiento global se detuvo hace casi ¡16 años!

Así es, en más de una década y media no se han registrado incrementos notables en la temperatura global. Entonces la pregunta obligada sería: ¿pero no que los científicos estaban absolutamente seguros de que el calentamiento provocado por la contaminación era una realidad?

Bueno, de hecho, no.

Desde un principio las teorías radicales, que la prensa y los gobiernos vendieron como dogma de fe, fueron ampliamente cuestionadas en los propios círculos académicos y la credibilidad de los sacerdotes del calentamiento se vio seriamente afectada desde hace varios años, cuando salieron a la luz decenas de correos electrónicos donde intercambiaban “tips” para falsear información en sus informes.

Por otra parte, en marzo de este año una investigación realizada por la universidad de Syracuse en Nueva York confirmó que, durante la época medieval, el mundo pasó por un periodo de calentamiento global antes de caer en una pequeña era de hielo, comprobando que el planeta ya ha experimentado periodos similares al actual, aún sin la presencia de emisiones humanas de dióxido de carbono, a las cuales los ecologistas han culpado incesantemente de provocar los actuales trastornos en el clima.

En pocas palabras, contrariamente a lo que la multibillonaria industria “verde” nos quiere hacer creer, no existe, ni de lejos un consenso respecto a la existencia del calentamiento global y, menos aún, respecto a la responsabilidad de la actividad humana en este proceso.

El clima del planeta siempre está cambiando y siempre hay temperaturas “record” en alguna parte de la tierra. Este es un fenómeno en marcha, del que apenas estamos aprendiendo y que los propios científicos todavía no alcanzan a comprender de fondo. Los escenarios planteados por los diversos estudios son casi pura especulación y en muchos casos la realidad simplemente los está contradiciendo.

Mientras tanto muchas de las iniciativas en materia ecológica, empezando por el tan famoso “Protocolo de Kyoto” representan no solo un gasto absurdo (España, en medio de la crisis, ha pagado 800 millones de euros por sus emisiones de CO2) sino un auténtico lastre que, está condenando a la pobreza y al hambre a millones de personas a cambio de un beneficio existente solo en el papel.

La ecología no debe ser pretexto para invertir en tonterías ni para mantener, a fuerza de subsidios, industrias completas que, simplemente, no tendrían razón de ser si no fuera por los desvalidos bolsillos de los contribuyentes.

No se trata de descuidar el ambiente, pero sí de no asumir posiciones fanáticas, de no “salvar a los patos dejando morir a los niños”.

Para proteger hay que empezar aplicando el sentido común (no tirar basura en la calle, no desperdiciar recursos) y, en segundo término, aplicar esa misma sensatez a los grandes proyectos, revisando objetivamente costos, beneficios y donde sería más efectiva la inversión de nuestro dinero, como lo haríamos con cualquier otro esfuerzo.

Lo demás, son locuras.

Garibaycamarena@homail.com                  

www.sinmediastintasblog.com

Gerardo Enrique Garibay Camarena
Gerardo Enrique Garibay Camarena
Escritor, Católico por vocación y convicción, libertario, escéptico de la política y desconfiado de las intenciones de los políticos Twitter: @garibaycamarena "Personas libres y mercados libres." Wellington.mx

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO