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viernes, marzo 29, 2024

El México que somos

Ok, Hora de enfrentar la realidad, hoy, 29 de junio, terminan las campañas y, a tan solo unos días de las elecciones generales, está claro que, a menos que ocurra algo verdaderamente extraordinario, Enrique Peña Nieto se convertirá en el próximo presidente de la república y podría incluso contar con mayoría en ambas cámaras del congreso de la Unión, lo que no sucedía desde la victoria de Zedillo en 1994.

La noticia es verdaderamente trágica porque, a doce años del histórico triunfo del PAN, que representó el primer ejemplo de alternancia pacífica en casi 200 años de historia nacional, los priístas estarán de regreso en Los Pinos sin haber pasado por un proceso de autocrítica y reforma interna que corrigiera los graves defectos que los llevaron a la derrota hace poco más de una década.

El PRI no tuvo necesidad de arrepentirse y permanece, en esencia, como el mismo partido antidemocrático, populista y de conducta cuestionable que ha sido siempre, por lo que su casi segura victoria en los comicios presidenciales solo puede entenderse a partir de 2 fenómenos:

1. La aceptación social de su forma de hacer política. En efecto, como dice el propio Peña Nieto “el PRI nunca se fue” porque a lo largo de 70 años en el gobierno supo entender y explotar como nadie las retorcidas dinámicas de la visión y forma de vida de millones de personas para quienes frases como el “roba, pero deja robar” forman parte del subconsciente ideológico.

Armados con este conocimiento los priístas supieron mantenerse a flote aún sin contar con el liderazgo histórico de la figura presidencial, conservando el gobierno en la mayoría de los estados y aprovechando hábilmente su dominio de buena parte de la prensa para presentarse, irónicamente, como una opción de cambio.

Gracias a estas ventajas lograron darle la vuelta a los escándalos protagonizados a lo largo de los meses por el candidato priista y su equipo, cualquiera de los cuales bastaría, en los países de primer mundo, para acabar no solo con su ventaja en las encuestas, sino con su carrera política.

2. Los errores del PAN y el PRD. Aquella noche de julio del año 2000, cuando los panistas gritaban con júbilo “arriba, abajo, el PRI se va al carajo” parecía que México estaba listo para consolidar el proceso de transición, pero, durante los meses siguientes quedó claro que para derrotar al dinosaurio no bastaba con sacarlo de la oficina presidencial, era necesaria una transformación de fondo en el andamiaje institucional, y el líder elegido para esa tarea simplemente no dio el ancho.

Fox se perdió entre la chabacanería y la franca incompetencia, incapaz de cabildear, no solo con la oposición sino incluso con su propio partido; faltó a su cita con la historia y se diluyó en el panorama político como una figura semi bufonesca, papel que ha representado desde entonces y hasta la fecha, mientras que en el caso del PRD AMLO y su gente no han sabido controlar sus tendencias autoritarias, espantando a millones de votantes.

En algunas ocasiones los partidos de oposición asumieron como propios los vicios y costumbres del viejo régimen, convirtiéndose en imitadores frustrados de las conductas que un día criticaron.
Al mismo tiempo, en términos generales, fracasaron al construir y presentar nuevos liderazgos ante la ciudadanía, al grado de que, hoy por hoy, se pueden contar con la mano los gobernadores no formados en el PRI, pues, en el colmo de la desesperación, panistas y perredistas se vieron obligados a unirse en una alianza inverosímil para ganar elecciones estatales lanzando como candidatos a políticos surgidos en el odiado tricolor.

Ante esta realidad ni llorar vale la pena, solo queda acudir a votar (en mi caso por Josefina Vázquez Mota) y aprender de lo que se ha hecho mal para no repetir los mismos errores, conscientes de que, para derrotar de una vez por todas al PRI y a lo que representa, no basta con ganar elecciones, tenemos que madurar como sociedad.

Esta es la tarea que debemos asumir desde el 2 de julio: promover un contrapeso efectivo, desde los partidos y desde todos los ámbitos ciudadanos, al poder presidencial, reconociendo lo que se haga bien y señalando los errores.

Trabajando junto con la gente para dejar en claro los daños que le ocasiona a nuestro país la cultura de la corrupción y la dádiva, entendiendo que este es el México que somos, el que tenemos que cambiar. Solo así dejaremos atrás al fantasma del PRI.

Gerardo Enrique Garibay Camarena
Gerardo Enrique Garibay Camarena
Escritor, Católico por vocación y convicción, libertario, escéptico de la política y desconfiado de las intenciones de los políticos Twitter: @garibaycamarena "Personas libres y mercados libres." Wellington.mx

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