La verdad sea dicha, el debate entre los aspirantes a la presidencia de la república, que se llevará a cabo el domingo 6 de mayo no había generado mayor polémica. A 18 años de aquel histórico encuentro entre Ceballos, Zedillo y Cárdenas estos ejercicios se han vuelto algo común y, fuera del círculo rojo, a muy poca gente le interesa verlo.
Es cierto, los candidatos están de flojera y a una amplio porcentaje de la población no le importa lo que tengan que decir, pues, simplemente, no les creen. Y no podemos culparlos.
Aún así resulta lamentable la actitud de algunos medios de comunicación y, especialmente la impresentable arrogancia de Ricardo Salinas Pliego, al escribir en su cuenta de twitter qué “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el fútbol por Azteca. Yo les paso los ratings al día siguiente” que resulta ofensiva para la sociedad y mancilla el derecho a la información de millones de personas en todo el país.
En la peor tradición del “panem et circenses” pareciera que algunos magnates le apuestan a mantener a la gente distraída con espectáculos intrascendentes, mientras las grandes decisiones nacionales ocurren tras bambalinas.
¿Cambiará algo en el país si gana el Morelia o vencen los Tigres? Por supuesto que no. Aunque suene feo decirlo el hecho es que, colando los sentimientos, el futbol no es más que 22 señores corriendo atrás de una pelotita. En cambio, de la decisión que tomemos el primero de julio sobre nuestro próximo presidente dependerá el rumbo de México durante décadas, el proceso de transición y el propio futuro de nuestra sociedad están en juego.
Además, con el terrible antecedente que sienta el no transmitir el debate cabe preguntarnos cuál será el siguiente paso, ¿dejar de transmitir los noticieros porque les deja más rating una más de las novelas que copian de Sudamérica?
Si las cadenas de TV quieren la libertad de programar lo que se les venga en gana entonces que acepten la competencia, que haya 4, 5, 6 opciones nacionales en televisión abierta, pero mientras el país esté sometido a un duopolio no tienen el derecho ético a envolverse en la bandera de la libre empresa, les queda muy grande.
Hace cerca de dos mil años los emperadores secuestraron el poder político de los romanos a cambio de comida y espectáculos. Ahora, los nuevos reyecitos ya no quieren gastar en pan y nos ofrecen el puro circo. Y Quieren que les aplaudamos.
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