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jueves, marzo 28, 2024

La paz y la hipocresía

El 21 de septiembre se celebra el día internacional de la paz, una de tantas celebraciones mundiales patrocinadas por la ONU, al parecer, como pretexto para la cursilería políticamente correcta. Sin embargo, más allá de las frases cliché de John Lennon, de las flores, las palomas y las mariposas, el pacifismo es un concepto sobre el cual vale la pena reflexionar.

En las últimas décadas “la paz” fue secuestrada y convertida, literalmente, en el patrimonio, por una parte, de los hippies incapaces de enfrentarse al mundo, y, por la otra, de los grupos de izquierda que lo usan como garrote para golpear a los Estados Unidos, mientras, convenientemente, ignoran las actitudes belicistas de naciones como China o Irán.

Este “pacifismo” degradado consiste en verlo todo de color rosa, danzar como duendecillos y construir, al más puro estilo de televisa, un mundo de caramelo, lo que resulta al mismo tiempo atractivo, pueril, e inútil.

El problema que surge ante esta visión es que, por supuesto, el mundo no es un guión para Disney; no todos los problemas se arreglan dialogando, no todos los conflictos se resuelven con un abrazo grupal, lo mismo en las oficinas que en los países, el conflicto es parte de la vida, en muchas ocasiones es inevitable e incluso necesario, por tanto, quien aspire a la paz debe estar listo para la guerra.

Ser pacifista no debe implicar ni debilidad de carácter ni miedo ante el conflicto. El verdadero pacifismo no significa una actitud pasiva, por el contrario, implica el compromiso de respetar los derechos y la libertad ajena, defender los propios y luchar cuando es verdaderamente necesario para preservar la vida y la libertad.

Somos una generación privilegiada, occidente ha estado prácticamente libre de guerras en su territorio desde mediados de los cuarenta y en México tenemos casi 100 años sin vivir un conflicto bélico. Después de tantos años estamos tentados a considerar esta paz como algo “normal”, no es así.

Al voltear los ojos al lienzo de la historia podemos observar que, por el contrario, la paz constituye un privilegio verdaderamente extraordinario, que debemos preservar y defender, pues, ante la menor provocación, puede desmoronarse bajo el peso de los rencores que el desarrollo económico internacional ha logrado mantener escondidos bajo la alfombra.
Para muestra basta un botón: Los nacionalistas de China y Japón buscan consolidar sus posiciones políticas coqueteando peligrosamente con la violencia y exacerbando el odio entre ambos pueblos, lo que ya se ha traducido en ataques contra comercios japoneses en las ciudades chinas, todo con el pretexto de defender la propiedad de un puñado de islas sin mayor importancia.

Las posibilidades de una guerra entre las dos potencias asiáticas son todavía remotas, pero esa crisis nos recuerda lo frágiles que son los equilibrios internacionales alcanzados en el siglo pasado y la facilidad con que las crisis económicas traen de regreso odios que parecían superados.

Este mismo riesgo se repite en Europa, en los Estados Unidos e incluso en nuestro país, por ello, es necesario impulsar una convicción pacifista que vaya más allá de las cursilerías habituales, que parta de la convicción de que no podemos evitar los conflictos, pero sí podemos decidir cómo afrontarlos, a partir del principio de la no agresión, en las leyes, en la praxis política y, por inicio de cuentas, en la vida cotidiana.

Esta es la paz que necesitamos. Lo demás: abrazar árboles, lanzar palomas, colorear flores o dibujar solecitos, es tan solo cliché, inmadurez o, peor aún, hipocresía.

garibaycamarena@hotmail.com                                                      www.sinmediastintasblog.com

Gerardo Enrique Garibay Camarena
Gerardo Enrique Garibay Camarena
Escritor, Católico por vocación y convicción, libertario, escéptico de la política y desconfiado de las intenciones de los políticos Twitter: @garibaycamarena "Personas libres y mercados libres." Wellington.mx

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