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jueves, marzo 28, 2024

Smokey and the Bandit (1977)

El ser humano conoce el amor en por parte de dos bocas: la de su primer beso y la de su primera cerveza.

No podemos explicar la afinidad de este a la cerveza, ha estado ahí desde tiempos inmemorables y ha sido causa de muchas historias –buenas y malas- dentro de cada uno de nosotros. En nuestro país tenemos anécdotas interesantes sobre nuestras cervezas y las añoramos por una herencia cultural, de aquello que nos recuerda a los viejos tiempos y que cuando platicas con tu padre o abuelo no es inesperado ver cómo sus ojos ven al horizonte, diciendo “vaya, qué tiempos”.

No estoy bromeando con mis palabras, lo he visto, lo he vivido, y ciertamente se ha prestado a ser la inspiración de otras cosas, como la leyenda de Coors en Estados Unidos.

Una de las cerveceras más longevas dentro de aquel país tiene una variedad que se volvía la delicia de la gente: la Coors Banquet Beer (algo así como la Corona Familiar). Esta variedad sólo se vendía en algunos estados de Colorado y nada más ahí por lo que la gente se desesperaba. Era una cerveza muy frágil y sin preservativos que la hacían diferente a las demás y su duración así como su poca disponibilidad hizo que la gente se volviese creativa y emularan los viejos e ilícitos tiempos de contrabandear alcohol por la carretera.

Para lograr tu misión de ofrecer néctar dorado a la gente sedienta debías ser hábil, contar con contactos a través de la carretera, y de que no te atrapara la policía. Esto naturalmente fue mutado en una película, una que… de alguna forma se volvió la segunda película más taquillera de 1977, y les recuerdo que ese fue el año en el que fuimos a rescatar a una princesa cautiva en una estrella de la muerte.

¿Cómo es que Smokey and the Bandit tuvo éxito?

Dos palabras: Burt Reynolds.

Y es que también resulta que el señor Reynolds era la estrella mejor pagada de esa época.

La historia de Smoke and the Bandit es la anécdota tal cual. Bo “The Bandit” (Burt Reynolds) acepta un trabajo por parte de un millonario y su hijo –que creo padece de enanismo- para llevar un cargamento de Coors de Texarkana a Atlanta en 28 horas. Lo acepta con la condición de obtener un nuevo auto y se lanza en su misión acompañado de su mejor amigo Cledus Snow (Jerry Reed).

Y no olvidemos a Fred.

La misión de Bo es la de distraer a la policía en su auto Pontiac Trans Am pero en el camino se encuentra con una novia a la que recoge y que apoda Frog (Sally Field). La novia se encontraba huyendo de su boda y es por esa razón por la que Bo conoce a su némesis: el sheriff Bufford T. Justice (Jackie Gleason) que acompañado de su hijo Junior Justice (Mike Henry) siguen a The Bandit por una gran variedad de estados.

Smokey and the Bandit es una película que siguió una tendencia setentera de la “extravagancia automovilística”. Ciertamente no es la mejor –ese título está entre Vanishing Point (Richard C. Sarafian, 1971) y The Sugarland Express (Steven Spielberg, 1974)– pero cualquier película que se mencione no tiene al sujeto que acabo de publicar en paños menores. Burt Reynolds aprovechó su alcance como estrella muy a pesar de que no pudiese actuar; sus intenciones son similares a las de una parodia pedante de Bugs Bunny y pues en esta ocasión –como en casi toda su filmografía- funciona… porque básicamente es una caricatura de Warner Brothers.

Siempre está mascando chicle, su risa es falsa y dice sus líneas sin ser un personaje, es Burt Reynolds. A pesar de su ineptitud hay gracia en sus camaradas, como Jerry Reed que va a toda velocidad con su perro y que irónicamente iba a ser el protagonista original, cosa que no sucedió por el “star power” de Reynolds y su bigote y una Sally Field que parece sacada de otra película, porque no hay ni química, ni conexión, pero se debe establecer un romance por azares del guión. The Bandit, así como su película fue un producto que sólo pudo existir en su época.

Si bien el guión de Hal Needham carece de humor funcional, su mano como director ayuda en las escenas de acción porque él no provino de una escuela de renombre, él provino de los autos y la chatarra; no es la mejor secuencia de persecuciones pero hay un hechizo por parte de la película que se logra por: un actor mediocre, un bólido horrendo y esos temas de camionero que acompañados de unas cervezas, se vuelven un recorrido único.

Aquí no hay momentos de reflexión hacia el modo de vida americano, es una historia sencilla que por lo que es distrae como entretenimiento.

Las veces que he visto Smokey and the Bandit han sido del mismo modo: con calor, sin nada qué hacer y con unas cervezas a la mano. Para mí ejemplifica a la perfección este tipo de películas en donde tu cerebro se apaga y presencias una cápsula del tiempo, porque eso es y aunque pensemos en ella como una excentricidad de 1977, seamos honestos, celebramos películas vacías con humor apestoso y con persecuciones en estos tiempos.

Felices 40 años Smokey and the Bandit, el enigma más interesante dentro de la industria.

 

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