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jueves, mayo 1, 2025

Sobre los pozos de tristeza

Liliana García Rodríguez

Con gratitud y cariño para Alejandra, Rocío, Sandra, Isabel, Rubí, Lilia, Paloma y Karla.

Algunas de las preguntas más comunes que nos hacen a quienes investigamos temas como violación, feminicidios y, en general, violencias estructurales, se emiten desde la inquietud por las emociones que generan. ¿Cómo haces para no estar triste?, ¿cómo evitas que te afecte en el terreno personal esto que estás trabajando? Por paradójico que resulte, cada vez que se emiten estas preguntas descolocan. Los intentos de respuesta suelen estar en medio de titubeos, risas nerviosas y, en el mejor de los casos, alguna anécdota.

Lo cierto es que la tristeza se convierte en una compañera de investigación y no se queda al margen de la vida personal. Datos, rostros, nombres y situaciones habitan los sueños y, en el momento menos sospechado, se convierten en profundos suspiros que cortan la voz y obligan a la pausa. La tristeza toma su lugar en las exposiciones y en la misma escritura. Una parte se queda flotando en el tintero donde habitan las cosas no dichas, pero siempre trabajamos con ella. Muy lejos de la objetividad, los afectos forman parte de los elementos de investigación.

Lo anterior no es privativo de los temas evocados. La crítica a la objetividad en la generación del conocimiento tiene una larga tradición, pero ahora quiero centrarme específicamente en lo que sucede cuando los afectos que atraviesan llegan a ser paralizantes. Para ello acudiré a las experiencias de otras mujeres. Diana Washington Valdés, autora del libro Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano (Océano, 2005), narra cómo una mañana del invierno de 1999 en El Paso, Texas, leyó sobre los feminicidios en Ciudad Juárez. Eran descripciones de asesinatos interminables, seguidas de declaraciones indolentes de las autoridades quienes sólo se referían a las cifras, insistiendo en que eran “normales”. El contraste llamó su atención y esa mañana Diana decidió investigar, hizo todo tipo de ajustes en su trabajo, cambió su residencia y se sumergió en la oscuridad del desierto. Al cabo de unos años llegó a sus manos un caso particular que la rompió. Algo en las circunstancias del crimen, ciertos rasgos de la víctima en combinación con la respuesta de las autoridades tocaron los límites de la periodista. Diana sintió que tocó fondo frente al aturdimiento que se arremolinaba en su escritorio, se acercó con colegas que trabajaban los temas, quienes le confiaron que padecieron algún cuadro de depresión y sufrían de pesadillas durante el trabajo. Renunció, pero al cabo de unos meses retomó. Su libro es uno de los referentes indispensables para comprender los feminicidios en Ciudad Juárez.

La periodista Lydiette Carrión, autora de Fosa de Agua. Desapariciones y feminicidios en el río de los Remedios(Debate, 2020) ha dedicado largos años a investigar el tema de los feminicidios en Estado de México. Investigadora de las heridas más dolorosas del país, Lydiette también se pregunta por un discurso que nos sostenga en medio de estas ruinas, emite esta interrogante a través del desgaste emocional que genera trabajar con la violencia. En su columna del 5 de marzo de 2023 en Pie de Página, “La carencia de la izquierda”, acude a la metáfora de los apicultores, quienes tras numerosos piquetes de abejas desarrollan una reacción que es más bien acumulativa. Un piquete en sí mismo puede no ser peligroso, pero la exposición reiterada los convierte en algo que puede ser inhabilitante. Así sucede con la exposición a la violencia, después de un tiempo se cae en algo muy similar a lo que ella llama “pozo de tristeza”, un lugar donde el dolor se deja sentir como en un vacío, sin aparente eco y sin sentido. Una vez en el pozo es difícil sujetarse de ideas esperanzadoras, simplemente hay que dejar que pase el tsunami. Lydiette comparte algunas de sus estrategias de cuidado: no leer más de lo necesario, hablar con colegas que trabajan lo mismo y, aunque su reflexión se convierte en una preocupación ante la ausencia de un discurso que soporte nuestras tristezas, lo cierto es que sus reflexiones se convierten un poco en aquello que ella busca. Al leerla encontramos el alivio de la validación y, sobre todo, la certeza de que cuestionar la estructura que sostiene esos terrores es importante, que el ejercicio de la crítica nos distancia de ellos.

Rita Segato estuvo en San Luis Potosí en noviembre del año pasado. Fue una estancia de varios días en los que visitó la ciudad y algunos municipios del estado para hablar de feminicidio; la última jornada contempló una visita al memorial “Karla” en la Plaza de Armas y de allí marchamos un par de cuadras para escuchar a las madres de víctimas de feminicidios. Ese día Rita no dio una cátedra, escuchó a familiares y acompañó. Al finalizar la escucha habló sin detener el llanto y compartió algo de su experiencia de investigar la violencia. Una no se hace más tolerante a la violencia, al contrario, cada vez duele más -nos dijo. Y en esas palabras resonaron las ganas de renunciar, los pozos de tristeza y las preguntas por algo que nos sostenga.

Me descubro particularmente interesada en los momentos cuando las investigadoras reflexionan sobre su quehacer y noto que siempre quiero saber qué hacen ellas, cómo, si es suficiente. Encuentro de manera reiterada el momento paralizante, la desesperanza, la tristeza. ¿Qué decirle, entonces, a las estudiantes que quieren iniciar su investigación sobre estos temas?

Imagino estrategias. Pienso en la importancia de armar un plan de autocuidado a la par del plan de investigación que contenga un recordatorio de la belleza del mundo y la vida, porque se olvida fácilmente. Cuidar un jardín, caminar en la montaña, reír con las hermanas, hacer ejercicio. Pienso también en lo nutricio que es trabajar al lado de otras compañeras; leer sus investigaciones abre rutas de pensamiento y sensibilidad siempre estimulantes. Formar parte de un equipo de investigación no anestesia la tristeza pero sucede algo sobre lo que la estética filosófica ha reflexionado desde la modernidad.

Al hablar del gusto, es decir, de la sensibilidad, como es el caso de la tristeza, no se puede esperar que la otra persona se convenza, pues no se trata de un juicio ni de conocimiento ni normativo. Al teorizar en conjunto con otras personas sobre temas que no pueden eludir la tristeza entra en juego una relación sensible con el objeto de estudio que reconoce al dolor como algo susceptible de ser sentido por mí, por ella o por cualquiera. Todas sabemos que para formular tal o cual planteamiento, estuvo presente el dolor y ese no se argumenta porque no cabe argumentar sobre la sensibilidad. Pensar las desapariciones forzadas, la impartición de justicia, el lugar de la burocracia en la impunidad o la manera como la poesía ha expresado estas complejidades tiene retos teóricos del cuidado de la integridad de las víctimas que responde a técnicas, posturas y mucha teoría, pero también a una sensibilidad que se va colocando a la par de la argumentación. Y así como el trabajo colectivo enseña formulaciones, también arropa las emociones que acontecen en los momentos más íntimos de la reflexión. Se genera una comunidad y quizá en ello resida el sentido más rebelde y propositivo de estas investigaciones, en generar lo que las violencias estructurales quieren destruir.

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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