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jueves, abril 25, 2024

Terminator: Dark Fate (2019)

León, Gto.- Tengo la ligera sospecha de que James Cameron se ha logrado infiltrar durante los últimos cuatro años, dentro de las decisiones que determinan si los estudios apuestan una vez más, en otra película de Terminator. Siendo el padre de la franquicia con una primera entrega que resulta ser una excelente película de horror y una secuela que supera a su antecesora y que deja en vergüenza a los filmes de acción contemporáneos, James Cameron había puesto punto final a una serie de películas que no podían tener secuelas… pero el hambre por tener dinero fácil entre las audiencias que reconocen propiedades intelectuales exitosas es enorme, a tal grado de que los propios estudios han limitado las decisiones de adaptar las historias, dependiendo de manera total en lógicas absurdas como el hecho de que un austriaco de puro músculo y altura imponente sea el indicado para hacerse pasar por humano en un mundo normal, en donde no todos comemos barras proteínicas, pero sí hamburguesas.

Cameron se la logrado meter en la producción de estas aberraciones y mi apuesta es, que lo hace para que estas no tengan un éxito, y los derechos puedan ser reversibles a su beneficio. Eso explicaría por qué se le veía contento hablando maravillas de Terminator Genisys () cuando la realidad era otra, y por qué ahora se expresa casi en automático con Terminator: Dark Fate. Esta nueva entrega supone hacer borrón y cuenta nueva de las anteriores secuelas que preceden a T2, proponiéndose como parte de un canon que producción a producción, es maleable e inestable; aunque en esta ocasión, quizás de manera funesta y fatalista hay ideas atractivas que llegaron tarde en la repartición de producciones, demasiado tarde.

Tim Miller dirige un guión de ocho personas -algo así como un trabajo en equipo escolar- en donde se propone de manera atrevida, que los hechos ocurridos en T2 tienen un cierre dentro de la linea del tiempo, pero esta a su vez queda ofuscada por tratar de seguir borrando un pasado que se solucionó, encima de que existen múltiples variantes que determinan una llegada inminente a la hecatombe del humano contra la máquina. Sarah Connor (Linda Hamilton) termina siendo víctima de este cruento destino y a partir de entonces se dedica a exterminar estos desechos del tiempo y espacio, hasta que en una de sus misiones se encuentra con Dani Ramos (Natalia Reyes), una joven latina que huye de un nuevo modelo del Terminator que combina las habilidades líquidas del T-1000 y el cuerpo esquelético del T-800 -aunque con un acabado de color que me recuerda a los juguetes piratas que vendían de la franquicia durante su momento cumbre en los años noventa- que se enfrenta a Grace (Mackenzie Davis), una enviada del futuro con implantes biomecánicos.

En estas semanas, la discusión en torno al acercamiento político de esta nueva película de Terminator ha explotado, pero parece ser algo raro, porque la franquicia en sus mejores momentos siempre propuso estos discursos para entablar relatos de ficción más efectivos. Aquí Terminator: Dark Fate habla del papel que las mujeres han llevado por años en esta franquicia, vientres inmaculados que se defienden precisamente por eso, no por sus identidades ni posiciones dentro del futuro incierto al cual deben de salvar… la decisión de que esta nueva María redentora sea una joven latina tampoco es algo fuera de esas realidades y fascinaciones que Cameron -probablemente en una de sus pocas aportaciones efectivas- tiene a lo largo de toda su filmografía.

Quizás para bien o para mal, y de manera paradójica, las limitantes que Terminator ha tenido a lo largo de su existencia yacen en la figura de Arnold Schwarzenegger, quien ha pasado a ser el ícono de la franquicia, quitándole espacio a Sarah Connor, la cual es causa y consecuencia de la figura del T-800, el cual aparece en el tercer acto dándole un arco narrativo al personaje muy por encima del filme en donde aparece. Aquí el robot del futuro adquiere una conciencia, tal y como lo hiciera en la película que intenta seguir… pero el robot con ello adquiere una necesidad de moverse en un entorno humano y familiar, a raíz de la culpa que le aqueja por seguir sus protocolos de misión, otro punto en donde la saga habla sobre voluntad y destino.

Y a pesar esto… uno no deja de pensar que esto es algo tardío. Terminator se encuentra en su sexta entrega, empieza muy bien con la acción -razón principal para traer a Tim Miller en la dirección- pero poco a poco uno termina desensibilizado ante tanta maroma y teatro que se repite una y otra, y otra vez, lo cual también es reflejo del poco entendimiento de cómo hacer acción de estas películas modernas. T2 es la cumbre de escenas de acción que la audiencia puede percibir como reales -ese camión que cae, cae de verdad, y el estruendo emociona a pesar de los años- y el uso de cgi era para aprovechar escenas que de otra forma eran imposibles de filmar, Terminator Dark Fate depende enteramente de efectos por computadora que no le hacen sentir parte de esta identidad que de otra forma y otro director, y otro estudio, serían parte del entendimiento de por qué las primeras películas funcionaron.

La taquilla es cruel, apoya a películas innecesarias y a los blockbusters, dejando proezas de mejor valor en un sentido de represalia por la falta de ingresos frente a las mil copias de Avengers, pero hoy por hoy los estudios se dan un golpe en la cara, porque Terminator Dark Fate no es ni exitosa, ni genera conversación, ni siquiera para quejarse de lo pésima que es como lo fuera la anterior… es una señal más de que los estudiosse acercan a un punto de quiebre por sus decisiones, sin lograr entender qué fue lo que hicieron tan mal en el camino, el hecho de que esto pase con una franquicia que hable sobre el inminente y decadente destino de los humanos, es una hilarante situación.

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