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jueves, marzo 28, 2024

¿Todos tenemos la razón?

Por Noé Morales Antonio

 

Se puede observar una constante y álgida pelea por estar en lo correcto y hacérselo saber a todos, los grupos involucrados son muchos, y de temas diversos, música, religión, política, vida cotidiana. Siempre se hace una muestra explícita por querer pelear con otra persona y en ese momento, cueste lo que cueste, ganar la discusión y poder regocijarse con semejante victoria, aunque ello implique insultar al interlocutor. Pero cuando nos tomamos el tiempo, como terceros, en observar estas disputas nos preguntamos ¿cómo saber quién tiene la razón?

En mi artículo anterior, aquí en Sporadikus[1], veíamos que en las redes sociales los tiempos de respuesta suelen ser bastante acelerados y exigentes. Esta exigencia coloca al participante fuera de los matices de una discusión obligándolo a tomar postura en un análisis dicotómico de la situación; se está a favor o en contra, sí o no, bueno o malo. Así pues, los matices que no se muestran en las discusiones resultan ser información que se escapa o más bien no son consideradas, y claro que eso nos hace poner en duda que alguien tenga la razón.

Tener la razón supone un estatus social que no brinda el dinero, los conocidos, o el apellido familiar, ni siquiera el lugar de nacimiento. Implica un esfuerzo personal, un proceso de análisis crítico y aceptación de aseveraciones que nos resulten coherentes y en las cuales encontremos un sentido frente a nuestra vida cotidiana. Tener la razón, es el resultado de un ejercicio de comprensión y socialización de dicho ejercicio, discutir muchas veces es comprendido desde una óptica negativa, se entiende como una afrenta con un interlocutor que debería de ser nuestro enemigo, pues resulta imposible que un amigo nos lleve la contraria.

Ya no se le da la seriedad necesaria a un ejercicio de discusión, las redes sociales son la evidencia de que no se aprovecha un ejercicio que, en teoría, debería de ayudar a una comprensión más amplia de un fenómeno y con ello incrementar los conocimientos que nos ayuden a comprender nuestra realidad. El problema que se gesta en este ejercicio, y que parece ser incómodo para los demás, es que la finalidad no es ganar, por el contrario cuando se pierde una discusión, paradójicamente, el resultado es positivo pues se agregan a nuestro conocimiento ópticas y posturas que no consideramos en primera instancia.

Es comprensible el rechazo a discutir, o hacerlo incorrectamente, pues existe cierta vulnerabilidad de nosotros frente a otras personas, nuestros comentarios se vuelven de dominio público, nuestra opinión puede ser destrozada o aceptada, y esa incertidumbre no siempre es agradable pues no marcamos distancia sensible de ellos. Aunado a esto, nos encontramos con lectores que lejos de discutir sólo buscan insultar, suponiendo que eso puede ser considerado un argumento, degradar sin brindar oportunidad de réplica.

Nadie hace evidente que en una discusión ninguno de los interlocutores es el portador de la verdad, por el contrario, es el otro quién no conoce la verdad; si bien habrá quién pueda ser experto en el tema eso no lo hace portador de la verdad, únicamente le permite brindar una opinión elaborada, sin embargo, esa opinión siempre puede ser refutada, una y otra vez. Pero las discusiones que hoy se presentan están llenas de “expertos” y todos conocen la verdad y solamente se colocan como maestros queriendo enseñarnos a todos el camino a la verdad.

Se fija en la discusión nuevos fines, ganar frente aquel que es mi par y si no lo es entonces parece que hay una necesidad de humillar al que tenga una réplica o pregunta al respecto de nuestra opinión. Buscamos la aprobación a través de “likes”, y tal como lo vimos en el artículo pasado, los likes obedecen a una nueva tendencia de velocidad, alejando la coherencia de los comentarios.

Con todo esto regresamos, obligadamente a la pregunta inicial ¿cómo saber quién tiene la razón? Pregunta que siempre ha planteado la filosofía, y que hoy la tensión, polarización y agresión que se vive en redes sociales, nos obligan a responder todos los días. Kant al final de una obra que le tomó una década de escritura, la “Crítica de la razón pura”, en [B866], asevera que, si la filosofía es el sistema de todo conocimiento, esto es sólo una idea a la cual aspiramos. Sostiene que todos los conocimientos expuestos no son más que un intento por llegar a tal sistema, que es necesario someter dichos conocimientos a evaluaciones que nos permitan saber que vamos encaminados a dicha idea. Sin embargo, siempre nos encontramos lejos de la verdad universal, y con el peligro de sostener como universal una aseveración que sea contingente.

Mientras [eso no se haya alcanzado], no se puede aprender filosofía; pues ¿Dónde está, quién la posee, y cómo se la puede reconocer? Sólo se puede aprender a filosofar, es decir, [sólo se puede] ejercitar el talento de la razón siguiendo, en ciertos ensayos que están disponibles, los principios universales de ella; pero siempre con la salvedad del derecho de la razón, de examinarlos a ellos mismos en las fuentes de ellos, y de confirmarlos, o recusarlos. [2]

Cuando al interior de una discusión nadie porta la verdad, se vuelve inútil buscar tener la razón y con ello buscar ganar una discusión. La discusión se convierte en el espacio para pulir herramientas de comprensión, pero en esta historia hay una gran excepción, este ejercicio requiere de tiempo para poder entender lucidamente lo que se discute, un “like” no determina la fiabilidad de nuestras herramientas.

El acontecer político, social y cultural se desenvuelve en las discusiones gestadas en redes sociales y a pesar de ello seguimos contestando con todas las vísceras de frente, rápidamente y sin meditar lo dicho. Hay una ardua búsqueda por tener la razón y tener la verdad en la palma de la mano, empero, aquello que nos sucede todos los días supera la palma de nuestra mano y con ello debería superar la importancia y el ego de tener la razón. Saber quién tiene la razón es un ejercicio ocioso, lo que se escapa de ese ocio es cambiar nuestra disposición a discutir así que le pregunto hoy a los lectores de este artículo ¿aún queremos tener la razón?

 

[1] https://zonafranca.mx/opinion/la-necesidad-de-criticar-el-presente

[2] Kant, I., KrV, [B866]

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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