- Publicidad -
viernes, abril 19, 2024

Tosca (2019)

Hay algo retorcido dentro de los temas que maneja Tosca de manera intrínseca, porque al final de todo conflicto de celos y lujuria, existe el drama de una mujer que ha sido entregada a las costumbres religiosas y que sus llamados de auxilio a todos los santos imaginables frente al acoso que recibe, son en vano. Son parte de su tragedia, una de las más populares del maestro Puccini y que la segunda oferta de ópera que el Teatro Bicentenario ofreció a lo largo del año; la primera fue El rapto en el serrallo en alianza con el Grupo Salinas dentro de las actividades del Festival Liber, y en esta ocasión el espacio ofrece una ópera que no le es desconocida, puesto que Tosca tuvo una anterior y exitosa representación durante el 2014.

Al ser tan familiar el Teatro espera obtener una recepción de reconocimiento y agrado del público, lo cual para ojos entrenados podrían ver en varios aspectos; el diseño de producción es el mismo, al igual que la decisión de trasladar la obra en la Italia fascista del siglo pasado (en donde sigo pensando qué tan drástico sería arreglar el texto que no tiene coherencia frente a lo que se canta y el tiempo en donde esta puesta en escena se desarrolla), es incluso la imagen del evento algo de familiaridad, puesto que la Tosca de los espectaculares nos remiten a Violeta Dávalos y su vestido blanco.

Claro que estas decisiones de repetición, no son necesariamente elementos de factor negativo, porque la casa operística de nuestra ciudad lo que hace es pulir una de sus representaciones más exitosas y renumerantes, que en esta ocasión sobrepasan la presentación anterior.

Si bien no aparece Violeta Dávalos, es porque en esta ocasión Tosca es interpretada por la soprano Eugenia Garza, quien hace una gran Tosca, con una voz que no se pierde en la orquesta y acentuaciones en sus gestos y gritos más allá del canto (curiosamente siendo el único personaje que los tiene). Garza en esta ocasión se encuentra ataviada de vestidos rojos de parte del diseño de vestuario de “”, lo cual vende más la idea de Tosca siendo una mujer objeto del deseo frente a las garras de un imponente Scarpia, un Genaro Sulvarán de voz grave y lúgubre, quien en el segmento de Va, Tosca!, su voz se presenta en un máximo duelo de atención, ya que los deseos de Scarpia se contraponen con el inicio de una procesión religiosa, y Sulvarán posee la potencia necesaria como para no volverse parte del coro, hablando barbaries de un tono sacrílego.

Además del duelo de los protagonistas, Tosca tiene a Adrián Xherma como un noble Mario Cavaradossi, tan noble que en su segmento de tortura, no se quiebra ante los ataques de los matones de Scarpia y un breve pero funcional Charles Oppenheim como el sacristán de la capilla en donde labora el célebre pintor.

Tosca es una ópera de 3 horas,, y a pesar de ello el tiempo no se siente percibido. La puesta en escena de Enrique Singer aprovecha su estructura y el uso de las columnas para engrandecer los espacios, dando intenciones desoladoras o que de manera creativa pasan de ser pilares de un templo, a espacios de prisión más empequeñecidos y funciona bastante porque los presentes logran transmitir sentimientos e ideas primarias en su estructura narrativa con tres finales explosivos y sus ponentes, los cuales muestran una fineza a tal grado de que ya no es necesario leer los subtítulos para poder entender la gracia de una de las favoritas del público de Puccini y que ahora se vuelve una regular de Bicentenario a la cual celebro las revisiones, pero que ciertamente merecemos más de dos presentaciones por año.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO