El pasado lunes 31 de octubre la empresa IMERK dio a conocer los resultados de una encuesta de opinión política aplicada en Baja California. Si bien se trata de un sondeo telefónico, que no tiene la misma consistencia que los que se realizan en viviendas, sí nos proporciona información interesante a nivel estatal. La mayoría de las encuestas que se están difundiendo en estas semanas tienen una representatividad nacional, salvo aquellas que se han aplicado en torno al proceso electoral de Michoacán. Sería muy interesante comparar el comportamiento de las preferencias políticas ciudadanas en torno a las precandidaturas presidenciales desde las entidades. Es posible que esto nos permitiera ir delineando el probable comportamiento electoral en las diferentes regiones del país.
En el caso de la encuesta de Baja California, lo primero que hay que decir es que hay una franja muy amplia de la población que no sabe quiénes son los aspirantes a la presidencia de la República. El 47.5% no supo contestar. Eso nos habla de lo poco informados que se encuentran los ciudadanos o el bajo interés que les despierta la contienda más importante en nuestro país. Ese dato pudiera ayudar a comprender las potencialidades del abstencionismo. No debemos olvidar que en Baja California se ha incrementado el fenómeno de la no participación electoral tanto en comicios federales como locales. Por ejemplo en 2006 la entidad ocupó el segundo lugar nacional en abstención con el 53.03% (el promedio nacional fue de 41.45%), mientras que en 2009 se situó en un 69.43% (el promedio nacional fue de 55.32%) para escalar al nada honroso primer lugar. Es un foco amarillo para todos los que creemos que la participación política informada es uno de los ingredientes sustanciales de toda democracia de calidad.
En segundo lugar, la cultura política estatal sigue siendo bipartidista: en la mayoría de las elecciones federales y locales las preferencias se dividen entre el PAN y el PRI. Sin embargo, en la historia reciente se registran comportamientos atípicos. El primero de ellos fue en la elección presidencial de 1988, el segundo en la de 2006 y otro más parece estarse configurando para la elección de 2012. En esta ocasión, cuando se les presentan los nombres de suspirantes, la mayoría de los bajacalifornianos (38.3%) se manifiesta a favor del aspirante presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto. Mientras que los del PAN y de la izquierda, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador, aparecen prácticamente empatados en segundo lugar (13.7% y 13.2%, respectivamente). Esto es una situación poco común, pues, como dije, con excepción de 1988 cuando el candidato del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas, recibió más votos que el del PRI, Carlos Salinas de Gortari y en 2006 cuando Andrés Manuel López Obrador se situó en segundo lugar, hoy se presenta de nuevo la posibilidad de que un candidato no priista o panista se sitúe en un segundo lugar y no en un distante tercer lugar. Sin embargo, también hay que decir que Andrés Manuel López Obrador es el que recibe el mayor número de rechazos, es decir, encabeza la lista de los aspirantes por los cuáles el 37,8% dice que jamás votaría. Esta percepción potencia la neutralización de las manifestaciones a su favor. Es una situación que se repite a lo ancho del país: es el personaje más conocido, pero también el que genera mayores sentimientos encontrados de aceptación o rechazo, algo que no ocurre con ninguno de los otros aspirantes presidenciales. Veremos que tanto afecta la disminución de sus votos favorables.
En resumen, si hoy fueran las elecciones, los bajacalifornianos votarían mayoritariamente por Enrique Peña Nieto; el PRI ganaría con relativa facilidad. Algo que no acontecía desde 1994, cuando triunfó Ernesto Zedillo. En 2000 y 2006, los ganadores procedieron del PAN. Salvo una catástrofe, el PRI ganaría, como lo describiera Ricardo Lavolpe entrenador del Tri cuando le preguntaron cómo clasificaría la selección al mundial de 2006: “caminando”, contestó.
¿Caminando?
