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martes, abril 23, 2024

La difícil construcción del buen gobierno

Arrancamos 2019 con muchas expectativas sobre los cambios anunciados para nuestro país en los terrenos económico, politico y social. Vivimos el primer mes del nuevo gobierno con intensidad; amanecimos con anuncios de reformas, decretos, iniciativas legales, todas ellas que impactan la dinámica pública y privada.

Nunca habíamos tenido un inicio de gobierno con tal cúmulo de acciones, con la sensación de estar frente a un presidente hiperactivo que trae desmañanados a funcionarios y periodistas pero que fija la agenda a partir de la cual la oposición y los medios de comunicación reaccionan. Pero esa hiperactividad ya la habíamos vivido antes de la elección del 1 de julio. Es una característica básica de la personalidad de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Entre el 2 de julio y el 1 de diciembre, es decir desde que fue electo y la toma de posesión, fue desgrananado su programa de gobierno que fuimos recibiendo día a día y marcó la discusión nacional.

Un amigo me hace notar que dicho programa de gobierno ya debería haber sido integrado, presentado y difundido. Dicho documento incluye las acciones concretas a desarrollar durante un periodo de gobierno. Y cuestiona que habiendo estado en “campaña durante 18 años” no deberíamos hablar de pendientes en esa materia. Más bien se refería al Plan de Desarrollo, ese documento que elaboran algunos “especialistas” por área, que se presenta en sociedad en una ceremonia imponente y luego…se archiva. Así ha sido desde hace décadas. Documentos formales muy bien escritos pero inservibles. Además, el ejercicio de planeación ha sido teatral: se montan “consultas” a través de mesas temáticas a las que solo asisten acarreados, porque todos saben que su objetivo es legitimar lo que aparecerá en el Plan de Desarrollo.

El Programa de Gobierno es otra cosa, se va construyendo con lo observado y recogido durante la campaña electoral y los recorridos del presidente electo. Se trata de  palpar los sentimientos de la población, lo que la ciudadanía identifica como los principales problemas que aquejan a su comunidad. Corresponderá a las nuevas autoridades darles forma y plantear las acciones que habrán de ayudar a resolver los problemas más sentidos de quienes habitan el país, el estado, el municipio o la comunidad más pequeña y apartada. Dependerá de la sensibilidad y capacidad de quien encabeza la responsabilidad de elaborar el programa gubernamental. Eso es así en un sistema presidencial como el nuestro.

¿Cómo definimos a un “buen gobierno”? De manera muy sencilla: como aquél que hace lo que la gente quiere que haga. Es decir, si le da resultados tangibles a una mayoría de la población. ¿A todos? Imposible. Ese es el reto de AMLO: mejorar el nivel de vida, combatir la corrupción y disminuir los niveles de inseguridad. Y en eso se va a abocar. Pero hay otro mundo que apenas es perceptible para esa mayoría. El entramado de la burocracia: leyes, normas, estructuras de personal, inercias, en fin una cultura burocrática que se ha ido construyendo a lo largo de décadas y que sirvió para lucrar desde los gobiernos, para enriquecer a la alta burocracia y para dispensar favores a la iniciativa privada o para crear clientelas.

Ese nudo burocrático que con ser tan importante porque a veces determina lo que pasa en el mundo tangible de la sociedad, será muy difícil de deshacer. Anteriormente llegaba un nuevo gobierno y hacía pequeños ajustes para darle el sello personal del gobernante en turno, pero se trataba básicamente de una administración pública de continuidad. A partir del 1 de diciembre, se trata de construir un gobierno de ruptura y cambio. El reto es enorme. Revisar, ley por ley, norma por norma, para desmontar todo un entramado construido para permitir la corrupción. Recovecos normativos que hay que cancelar porque buscan dinamitar todo cambio. Una estructura de derroche y privilegios que construyó fortunas privadas y acabó con un sistema democrático de ejercicio del poder. Pero al mismo tiempo, el gobierno tiene que seguir operando, no se puede paralizar. De ese tamaño es el reto. AMLO no la tiene fácil, sobre todo porque se requieren funcionarios que entiendan el reto y que acompañen la transformación; de esos hay pocos. Y además, con una oposición encabezada por una comentocracia cuya misión es dinamitar la transición. Difícil, pero no imposible construir un buen gobierno.

Director del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx. Twitter: @victorespinoza_

Página WEB; www.colef.mx/victoralejandroespinoza/

Víctor Alejandro Espinoza
Víctor Alejandro Espinoza
Director del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx. Twitter: @victorespinoza_ Página web: www.victoralejandroespinoza.com

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