Los nuevos gobiernos gozan de un periodo de gracia para enfrentar los problemas más acuciantes de la sociedad. Es lo que en toda nueva relación se llama “luna de miel”. Los ciudadanos le confieren a los gobiernos el “beneficio de la duda”. Sobre todo aquella administración que resulta de procesos de alternancia. Lo vimos de manera clara en el 2000 cuando Vicente Fox ganó la elección presidencial. Se dijo que llegaba con un capital político inconmensurable para poder impulsar las reformas indispensables. La historia particular nos demostró que dilapidó su capital y la luna de miel con los ciudadanos terminó sin pena ni gloria.
La alternancia política que llevó a Enrique peña Nieto a la presidencia de la República generó una amplia expectativa de que ahora si los problemas más acuciantes serían resueltos. Sin duda el más sentido era el de la inseguridad. El sexenio de Felipe Calderón concluyó en medio de fuertes cuestionamientos a la estrategia de combate al crimen organizado que cobró miles de vidas. Fue una de las banderas principales de campaña del candidato priista el abatir la inseguridad con un cambio en la estrategia general.
Hay indicios de que la luna de miel de Enrique Peña Nieto empieza a deteriorarse. Las estadísticas de muertes violentas durante los primeros tres meses de gobierno muestran una peligrosa coincidencia respecto al mismo periodo del año anterior. Siguen las muertes por racimos. El pasado jueves 21 el presidente declaró que su estrategia comenzará a mostrar signos de mejoría en un año. Estableció ese periodo como el horizonte cercano de cambio en las tendencias e indicadores negativos de la criminalidad.
También en días recientes algunos especialistas habían señalado que el gobierno ha querido ganar tiempo (hasta finales de 2013) para mostrar frutos mediante la disminución de muertes violentas, asociadas a actividades delictivas. Para ello decidieron relegar el tema en la comunicación oficial. Es decir, que entre menos se hablara del tema en los medios de comunicación mejor: tratar de que las ocho columnas de la prensa escrita y electrónica no fueran sobre inseguridad. Es un arma de dos filos pues si las estadísticas no disminuyen al finalizar el año, el gobierno podría enfrentar una grave crisis de legitimidad. Lo mejor que le podría pasar en ese terreno es que las tendencias negativas se detengan y empiecen a mejorar. Constatar un fracaso en las políticas de seguridad sería además la constatación de haber perdido 7 años con políticas fallidas.
La votación adversa de la semana pasada en la Cámara de Diputados donde se aprobó un exhorto para que el presidente y los miembros de su gabinete completen su declaración patrimonial es la primera derrota priista en el Congreso. Es una evidencia de que el romance con Peña Nieto empieza a deteriorarse. Al menos el que se selló entre los tres grandes partidos con la firma del Pacto por México.
El inicio de campañas electorales en 14 entidades del país se traducirá en fuertes críticas a los gobiernos priistas, empezando con el federal. Sobre todo porque en la mayoría de esos estados gobierna el PRI, y PAN y PRD llegan en alianza. En ocasiones la única posibilidad para revertir tendencias electorales es a través de una intensa campaña de desprestigio del adversario. Sobre todo de los gobiernos emanados del partido en el poder. Pero esa estrategia tanto del PAN como del PRD dinamitaría las alianzas que han ido tejiendo con el gobierno de Peña Nieto; sin embargo pudiera ser la única posibilidad de obtener algunos triunfos. Así, las campañas negativas podrían desgastar la idílica relación del gobierno con buena parte de la sociedad.
Ya veremos cuáles son los saldos después del 7 de julio. O la luna de miel se prolonga un poco más o el matrimonio termina en divorcio. Aunque la luna de miel está en función de que el gobierno federal rinda buenas cuentas y lo haga muy rápido. El reloj está corriendo.
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