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jueves, abril 25, 2024

Tengo otros datos

Tarde que temprano, el nulo crecimiento económico reportado por el INEGI trajo consigo consecuencias en nuestra economía familiar, pues ya existen voces como los restauranteros quejándose amargamente por la poca concurrencia de comensales en sus negocios.

Si los restauranteros se quejan de la poca concurrencia de clientela en sus negocios, imagine usted como se encuentran los meseros, cajeros, cocineros, etc. que además de su bajo sueldo, no cuentan con las famosas propinas que llegan a su bolsa como una entrada extraordinaria para enfrentar las exigencias económicas de su vida diaria en familia.

En época de inscripciones escolares, compra de útiles, ropa, zapatos, uniformes, libros, etc.; inquieto como soy, me dediqué a investigar durante quince días a una institución que otorga créditos a los trabajadores, el famoso FONACOT (Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores). Investigando su historia me encontré con que inició como fideicomiso el 2 de mayo de 1974, con el propósito de otorgar créditos para adquisición de bienes y servicios que contribuyan a elevar el nivel de vida de los trabajadores, incrementando su bienestar y el de sus familias.

Posteriormente, el 24 de abril de 2006 abandonó su figura de fideicomiso al expedirse la Ley del Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores.

De conformidad con el artículo 1 de dicha Ley, el INFONACOT, es un organismo público descentralizado de interés social sectorizado en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, con personalidad jurídica y patrimonio propio y autosuficiencia presupuestal.

Hoy en día se anuncia y describe como una organización que fomenta el desarrollo integral de los trabajadores y el crecimiento de su patrimonio familiar, promoviendo el acceso al mejor crédito del mercado y otros servicios financieros, para la obtención de bienes y servicios de alta calidad a precios competitivos.

Por fortuna y como soy un OBRERO DE LA EDUCACIÓN, además de estar dado de alta mi centro de trabajo, en el instituto en mención, inicié mi trámite. Primero llamé al teléfono gratuito el fin de semana y nunca me contestaron a pesar de que la propaganda dice que te atenderán los 365 días del año. Reintenté en día hábil, contestándome una señorita muy amable que me orientó en los papeles que tendría que llevar pues sí era sujeto de crédito, por lo que ofreció agendarme una cita en la oficina más cercana a mi domicilio, lo cual no acepté por el momento y muy gustoso colgué el teléfono.

Posteriormente ingresé en la página del instituto www.fonacot.gob.mx  para verificar la eficiencia del sistema digital encontrándome con gratas sorpresas, pues pude agendar una cita en la oficina más cercana a mi domicilio, así que me di a la tarea de juntar los requisitos, puesto que tenía una semana para eso. Requería comprobante de domicilio vigente con código postal, si no lo tiene no es útil; credencial de elector, estado de cuenta bancario reciente con clabe interbancaria, comprobantes de ingreso de dos meses y por si las dudas conseguí algo que no te piden pero que es recomendable siempre tener lista, tu carta laboral.

Empezó mi aventura por la oficina del instituto el sábado pasado, llegué a las 10:15 de la mañana, esperé unos minutos para ver su organización, al no ver orden, le pregunté a una señorita sobre mi cita, me solicitó mi nombre, se lo proporcioné respondiéndome inmediatamente, “ya lo voceamos y no estaba”, con voz diplomática le dije “señorita mi cita es para las 10:30 de la mañana y por eso le estoy preguntando porque aún faltan 5 minutos para mi turno”, descontrolada por mi respuesta preguntó a sus compañeros a quién le tocaba atenderme, respondiendo inmediatamente un joven el cual me pidió que me sentara en la sala de espera y me daría mi turno, procedí a esperar un promedio de media hora para que me atendieran. A mi alrededor me encontré con muchos obreros que por diversas situaciones económicas se encontraban en dicha oficina, algunos me preguntaron a que ventanilla iría y entre ellos decían “pues le fue bien porque en tal y tal ventanilla, ellos en lugar de ayudar ponen más trabas, en verdad es desesperante y lo peor no te orientan correctamente”, por fin tocó mi turno, pasé con el joven que me atendería, me pidió cada uno de mis documentos, los entregué, los verificó, los escaneó, respaldó la información y me dijo “usted si es beneficiario de un crédito, ¿quiere continuar el trámite?” a lo que respondí que sí; inmediatamente me dijo los montos y ¡sorpresa! “pero usted necesita comprobarme su antigüedad así que le falta una constancia laboral”. Me lo dijo con tal malicia que en su cara se vió el ferviente deseo de batearme para complicarme la existencia, pero, como ya conozco los trámites de Gobierno, pues ya traía conmigo la constancia solicitada, la mostré y con una sonrisa me dijo: “usted viene en verdad preparado”, le respondí en tono de broma: “Para venir a hacer un trámite con gobierno hay que cargar también, hasta con el certificado de secundaria”.

Así que, continuamos con el trámite. Me informó “su préstamo puede ser por 20,685 pesos a una tasa de 21.36% a un plazo de 24 meses por lo que su mensualidad le quedaría en 1,296 pesos” bastante cómoda pensé. Bueno, pues tengo en mis manos la corrida financiera, al final de dos años les pagaría 31,119 pesos. Es decir, 10,434 pesos más que incluye intereses, comisión por apertura y seguro. Esto es, que se pagaría 50.44% más al cabo de dos años.

Al tener documentada toda la información, me pregunto, ¿dónde está lo prometido por el gobierno de la 4T?, ¿Dónde las tasas de interés bajarían para ayudar al pueblo obrero y trabajador? Mientras una caja popular por un crédito simple te cobra 15% anual y hay distribuidoras de autos que ofertan una tasa del 9.99% sin comisión de apertura.

Con este análisis llego a concluir, que tengo otros datos Sr. Presidente, pues aún reconociendo su lucha contra la corrupción, me parece que los temas económicos no son lo suyo. Si en verdad se quisiera apoyar al trabajador se buscaría tener una tasa preferencial de no más del 10%. Los bancos, las cajas, las empresas comercializadoras que venden moda y las que fían con abonos chiquitos, lucran, y ese es su negocio, pero ¿el Fonacot es negocio?

Después de todo eso, me apena decirle Sr. Presidente, que yo NO me siento, feliz, feliz, feliz…

Luis Guillermo Torres Saucedo
Luis Guillermo Torres Saucedo
Abogado con estudios en las Maestrías en Derecho Constitucional, Administrativo y Fiscal y profesor del SABES.

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