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jueves, abril 18, 2024

Un cuento americano (1986)

Es casi seguro el que una persona reconozca a Walt Disney en el campo de la animación, pero poco mundo sabe que el “tío Walt” nunca dirigió una de las películas del estudio. Él se enfocaba en la dirección de los proyectos más con un tono de emperador que como el de un productor y concebía la labor de los animadores y directores como si se tratasen de ensambladores de fábrica en donde no importaba lo que hicieran, sus reconocimientos no serían presentados en la pantalla.

A pesar del fallecimiento de Disney en 1966 y el súbito reconocimiento de todas las áreas laborales en la industria del cine, las condiciones siguieron con esta pauta y uno de sus animadores simplemente marcó un “hasta aquí”: Don Bluth.

Don Bluth en 1979 renunció al estudio tras casi dos décadas de estar animando películas como La bella durmiente (Clyde Geromini, 1959) y Pedro y el dragón (Don Chaffey y Don Bluth, 1977), y junto con un grupo de compañeros, fundaron Don Bluth Productions. Ahora pensamos en Dreamworks, Blue Sky e Ilumination como los estudios que compiten contra la compañía del ratón, pero por allá a punto de empezar los ochentas, nadie quería competir contra la empresa.

Don Bluth y su equipo comenzaron a realizar proyectos que además de generar una ganancia para todos los que laboraban (además de su respectivo crédito), hicieron palidecer a Disney en su época oscura (en donde ninguno de sus proyectos gozó de ganancia alguna).

Una ratoncita valiente (1982) llamó la atención de Steven Spielberg, que en ese entonces ya quería entrar en el campo de la animación y en el estudio de Bluth veía el potencial para generar clásicos contemporáneos. Así que tras un contrato para futuros proyectos y la creación de una división empresarial –Amblin Animation– comenzaron de inmediato con… otra película de ratones.

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Los Ratonovich son una familia de ratones judíos que están celebrando Hannukah en Shostka, Rusia. Es una familia pobre y que vive en constante ataque de los gatos que vienen acompañados de cosacos que queman los poblados, cansados de esta situación, deciden emigrar hacia un mejor lugar, hacia América.

Es un largo trayecto por barco y uno que termina en tragedia, pues en una tormenta Fievel se separa de su padre. Los Ratonovich dan por perdido a Fievel, pero este en realidad sobrevive el accidente y llega a las costas de Nueva York, en donde se da cuenta de la verdadera vida en América mientras intenta encontrar a su familia.

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Un Cuento Americano fue la primera película que vi en mi vida. A menudo la gente comenta sobre las veces en las que sus padres los ponían a ver la misma VHS una y otra y otra y otra vez hasta que esa pobre película se rompiera por no estar preparada para semejante explotación: bueno, esta es la mía.

Es una película que me aprendí de cabo a rabo pero que también despertó en mí un interés en qué era lo que la gente hacía con esas cosas que llamábamos películas (o “pículas” de acuerdo a mi yo de 3 años).

Viéndola con años encima, sigo entendiendo por qué le tenía tanto afecto.

Hay una lectura interesante en la cinta y es que trata de simplificar un hecho histórico que de seguro a los niños no les importa. El éxodo de emigrantes que buscaban un mejor mañana en Estados Unidos es el principal motivador por parte de una familia que ve al país como el lugar en donde no existen los problemas, o gatos. Podría parecer muy predicador el asunto, pero cuando llegan a la tan ansiada “América”, resulta que es un lugar triste y más sucio que su tierra natal.

Un Cuento Americano no es una crítica agresiva hacia la bondad e ingenuidad de los necesitados, sino que realza la idea de que el “sueño americano” es una especie de milagro.
Un Cuento Americano no es una crítica agresiva hacia la bondad e ingenuidad de los necesitados, sino que realza la idea de que el “sueño americano” es una especie de milagro.

Es rara al principio -¿Los ratones son judíos porque creen en un dios hebreo humano o ratonístico?- Fievel tiene un crecimiento por el argumento y no por el personaje en sí y el guión es bastante simplista siguiendo los estándares de la empresa competencia, es decir: tener segmentos musicales ocasionalmente por el afán de tenerlos y no que aporten a la trama, pero logra su cometido de envolvernos en una melancolía gracias al diseño de arte.

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Bluth y su equipo se inspiraron en fotografías y pinturas para crear fondos espectaculares, en donde hay un estilo arraigado al uso de dorados para generar obviamente una sensación de antaño, pero también esto conlleva a que la película tenga un aire enternecedor como cuando encuentras las cosas de tus abuelos y las ves con detenimiento.

Y funciona, porque hay segmentos en los que la película evoca al estilo de clásicos del cine como “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, 1939).
Y funciona, porque hay segmentos en los que la película evoca al estilo de clásicos del cine como “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, 1939).

James Horner comenzó su alianza con Don Bluth en esta película, y creo que de todos los trabajos que realizaron, este fue el mejor. La película tiene una composición muy elegante que aprovecha la etnia rusa de sus personajes para amoldar un tema hacia el personaje de Fievel y su familia, recordándonos ese lazo que deben de recuperar (siendo también el tema que abre y cierra la película), este tema es de importancia en la trama considerando que es el mismo que toca el padre de Fievel en el violín y tiene muchos elementos similares a lo que haría en su tiempo Nino Rota o Maurice Jarre. Hay también una variedad de temas sombríos que exaltan la crudeza de lo que sufre Fievel en la película y si los sacas del contexto fílmico incluso llegan a resultar similares a los que uno escucharía en una cinta de terror. Si bien el trabajo de Horner fue excelente, quizás la calidad de las canciones no sea la que la película esperaría tener. Sé que me las aprendí por tantas revisiones a la película, pero no tienen ese mismo impacto emocional y argumental que otras que podamos recordar, incluso sin estas, la película no tendría problemas. Sin embargo, creo que debo ser el único que piensa esto porque a Horner no le fue mal con un premio Grammy que compartió junto a Linda Ronstadt gracias a “Somewhere out There”.

Cuando “Un Cuento Americano” tuvo su estreno, las críticas no se hicieron esperar frente a la idea predicadora que venía más por parte de Spielberg en una supuesta cruzada para los judíos que siempre se le ha adjudicado. Creo que también sería ciego si mencionara que este elemento no resulta un tanto fuera de tono (porque fuera de una escena nunca se vuelve a mencionar). Lo cierto es que Spielberg vio en el proyecto como una especie de homenaje a su abuelo que se traslada en el nombre del protagonista y ciertos momentos que él le relataba a sus nietos.

Lo que siempre he pensado es que “Un Cuento Americano” fue de la camada de películas que no tenían miedo de mostrar elementos aterradores y tristes, esto era parte de la filosofía de Bluth, en la que mencionaba que si un niño ve estos momentos el clímax debe de ser totalmente emotivo e inspirador para que haya sentido que valió la pena, y sí.

Todos sus filmes presentan esta misma estructura de “crescendo” hasta que al final terminas llorando de felicidad.
Todos sus filmes presentan esta misma estructura de “crescendo” hasta que al final terminas llorando de felicidad.

A 30 años de su estreno, la obra de Bluth sigue siendo una que marcó pauta en los años ochenta, cargada de una atmósfera única y bastante elegante para lo que siempre pensamos que es un producto realizado para niños… y aquí estoy yo, escribiendo para servir de testimonio de que no lo es, sigue siendo una gran viaje a pesar de los problemas que veo con otros ojos.

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Perdonen al narrador del tráiler, no le hace justicia a la película y como que estaba cansado ese día.

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