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jueves, abril 25, 2024

Un jefe en pañales

¿Por qué nos gustan los bebés en el cine y cuál es la fascinación de la industria por ellos? No sé, en serio que no lo sé. Es una especie de subgénero o “gimmick” que no logro encontrarle un punto de inicio en toda la historia de la industria, simplemente ahí está para el disfrute y odio del público. Este dividendo es fácil de percibir, porque un bebé presenta posibilidades de generar algo interesante en tu trama.

Sea un bebé que represente los miedos del director:

El plan de una secta oculta cuyas aspiraciones son las de traer al hijo de toda la raíz del mal:

Somos partícipes del eterno viaje de Ogami y Daigoro como padre e hijo en un mundo de violencia:

Y claro, no olvido al más célebre de todos:

Aunque soy honesto, por cada uso acertado del bebé en una película… está la otra variante, la que usa al bebé como un elemento enternecedor y cómico, y miren que hace mucho daño tener una película como Bebés genios (Bob Clark, 1999):

https://www.youtube.com/watch?v=Dgjvh4_h_lQ

Nunca veas Bebés genios, es cáncer en formato fílmico

Es por eso que tenía desagrado cuando supe que la nueva película de Dreamworks sería sobre un bebé… que es un jefe. Es como si se hubiesen reunido para conseguir las ideas que dan gracia en unos segundos e intentar generar una película con ello, y es porque Dreamworks siempre está celoso del éxito de Pixar y de Disney y parece que ya no quiere ser su competencia, ahora se dedica a hacer productos que no tratan de ser un nuevo clásico, no que esto sea mal pero uno extraña esta competencia creativa entre titanes.

No creo que sea el PEOR estudio de animación norteamericano que se dedique a regurgitar productos en automático –ese crédito va para Blue Sky e Ilumination- aunque con proyectos así uno no puede sentir que la empresa quiera madurar en su narrativa, entiende su posición como el segundo lugar.
Pero muy en el fondo, algo me llamó la atención. Quizás sería la simpleza que tenía por el momento pero el previo de la película logró sacarme una sonrisa inesperada y en medio de todos los que lo miraban con ojos nefastos, fue esa sorpresa que me hizo sentir curioso de ver una película de un chiste y con toda
honestidad puedo decir que intenta algo.

Tim Templeton es un niño de siete años que disfruta cada minuto de su vida, jugando con su enorme imaginación y acompañado de sus padres que son partícipes de sus juegos y cantos; todo cambia el día en el que llega un nuevo bebé a la casa, pero resulta que este bebé es extraño: todo el día está vestido con traje y maletín, y además de eso habla.

El bebé comienza a devorar la atención de sus padres haciéndolo sentir celoso y al principio Tim intenta hacer que se revele la realidad del bebé, de que puede hablar y pensar como adulto, pero descubre que es un enviado de espionaje corporativo para tratar de entender por qué los bebés están bajando de popularidad siendo suplidos por cachorritos, algo que los papás de Tim conocen muy bien porque son los encargados de marketing de la empresa más grande de la industria de mascotas.

Sí… eso lo leyeron bien, esa es la premisa de “Un jefe en pañales”, una película que tiene un argumento por demás extraño y diría que creativo al 100% de no ser que el año pasado tuvimos otra película animada sobre bebés y empresas. Pero por lo que es, es una película que supera el concepto inicial y es bella a los ojos.

Es apreciable lo que lograron con la película porque es una especie de metáfora que un narrador no fiable cuenta sobre su vida y es uno que siempre tuvo imaginación, por lo tanto es un deleite ver las fantasías de Tim, sobre todo las que surgen dentro de sus maquinaciones de ocio en donde también cambiamos de animación, estilo, y las luces generan un dramatismo destacable y en el fondo entendemos la naturalidad por la que Tim pasa, generando una realidad que puede comprender para adaptarse y aprender a amar a otra persona en la familia.

Y, sí uno le da la oportunidad, los chistes llegan a ser vulgares pero conectan porque… por dios, estamos viendo a un bebé en traje maldiciendo y siendo irónico; la dirección de Tom McGrath es acertada porque es rápida, no cuestiona las estupideces que presenta obteniendo todas las respuestas y emula con éxito tanto
en estilo, velocidad y gag a una caricatura de Chuck Jones. Y eso lo digo en el mejor de los sentidos.

No es que haya llegado a nuestro país con las voces originales pero lo cierto es que el doblaje de Mario Arvizu y David Reyes es notoriamente bueno porque se amoldan al personaje contemplando el reparto en inglés y lo mejor de todo… no tiene modismos nacionales.

El problema con Un jefe en pañales es precisamente el ritmo que presenta. En poco más de una hora con 20 minutos busca desarrollar el conflicto entre el bebé y Tim, los intentos frenéticos del segundo por mostrarle a sus padres la verdad y un desenlace con todo y villano que no funciona. Uno quiere ver esta relación y tradición del formar un equipo, pero un némesis aparece a poco menos de acabar la película sin interés ni emoción, a eso aunados los momentos de falsa ruptura que no tienen impacto por resolverse de inmediato.

Es curioso que haya entrado a la sala de cine algo apenado y haya salido con una sonrisa agradable, algo que no suele pasar cuando estás acostumbrado a tanta miseria sobre todo en el campo animado. Un jefe en pañales no es una obra maestra, ni va a cambiar mi percepción de Dreamworks, pero hay ideas que demuestran que, con más desarrollo y oportunidades, los creadores del estudio podrían hacer algo superior a lo de su competencia que anda dormida en sus laureles.

La estupidez de la trama nadie se la va a quitar, pero hay corazón suficiente como para no sentir que se hizo un desperdicio.

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